NOS hemos acostumbrado a vivir en el corto plazo, como si el pasado no tuviese ninguna lección que darnos y fiándonos de que el futuro se construirá solo. El medio económico se ha convertido en la única vara de medir la realidad. Incluso cuando la amenaza del cambio climático parece ser una evidencia, el miedo a perder algo nos empuja a una huida hacia adelante.

El desconcierto ante las noticias cada vez más inquietantes se suma a la pasividad de quienes tiene la responsabilidad de tomarse el clima muy en serio. Pero en esta sociedad líquida, ¿quién apuesta por la responsabilidad solidaria? Pues en medio del erial, ha surgido una flor llamada Greta Thumberg. Es una flor delicada de apenas 16 años y con Síndrome de Asperger, un trastorno neurobiológico que forma parte del espectro autista. Su “cruzada” comenzó hace un año, cada viernes, con una huelga solitaria en Estocolmo que se ha convertido en fuente de inspiración para muchos jóvenes en todo el mundo.

Esta adolescente sueca ha logrado algo difícil de imaginar hace unas pocas semanas: que junto a un ramillete de otros jóvenes procedentes de varios países, aprovecharan la existencia del Tercer Protocolo Opcional de la Convención sobre los Derechos del Niños para solicitar ayuda directamente a la ONU si algún Estado miembro no pone solución a una violación de derechos.

Liderados por Greta, han escrito una carta a Naciones Unidas argumentando que las cinco mayores economías del planeta han violado los derechos humanos propiciando la inacción de la economía internacional porque no tomaron suficientes medidas para frenar la crisis climática. Y, a continuación, proponen una hoja de ruta sobre cómo avanzar hacia la restauración ecológica. La misiva fue cursada poco después de que Greta Thumberg pronunciara un fuerte y emotivo discurso en última Cumbre del Cima, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas: “Estamos al inicio de una extinción masiva y de lo único que pueden hablar es de cuentos de hadas sobre un crecimiento económico eterno. Quiero que escuchen a los científicos”, dijo Greta con lágrimas en los ojos ante los gobernantes del planeta.

El pasado 27 de septiembre se produjo la segunda huelga mundial por el clima en ciento cincuenta países contra la inacción ante la evidencia del cambio climático. Lo cierto es que China, Estados Unidos e India, tres de los mayores contaminantes, cada vez se molestan menos en participar de los compromisos internacionales sobre el clima y, por supuesto, mucho menos en cumplirlos, como hace buena parte de la comunidad internacional. Pero el interés está en propagar lo poquito que se avanza como si fueran grandes logros cuando la realidad global es que los efectos del cambio climático se están acelerando ante los flagrantes incumplimientos de lo acordado durante décadas.

Podríamos consensuar una quita proporcional para salvar el ecosistema, de manera que todos perdamos algo para ganar el futuro entre todos. Ya se ha intentado. Sin embargo, las sucesivas cumbres climáticas nos conducen a declaraciones de intenciones de los más poderosos, los más codiciosos, que resultan papel mojado en cuanto se refiere a compromisos prácticos. También es puro humo el reconocimiento por parte de los países desarrollados de su mayor responsabilidad respecto a la de los Estados en vías de desarrollo. La realidad es que elevan su presión cada año para que los países en vías de desarrollo adquieran los mismos compromisos que ellos cuando son -somos- los responsables de la mayoría de las emisiones.

Algo parecido ocurre con los fondos, que se prometen, mecanismos financieros incluso con nombres muy bonitos (Fondo Verde Climático), pero la mayor parte no se hacen efectivos. Tampoco se permite a los países en vías de desarrollo que puedan hacerse con tecnología medioambiental avanzada.

Qué no decir del Protocolo de Kyoto, en cuyo foro los países desarrollados prometieron reducir sus emisiones en un promedio del 5% en base a 1990, durante el periodo de 2008 a 2012. Luego vinieron las cumbres de Cancún, Bali, Durban? solo algunos compromisos sueltos, llevando al planeta al calentamiento de varios grados más. En esta última cumbre de Nueva York se ha evidenciado que estamos peor que en 2015.

Una adolescente ha logrado romper el perfil bajo informativo con el que se viene tratando este preocupante tema del cambio climático, causado por la acción humana, para irrumpir con fuerza en las conciencias porque ya no se puede soslayar sus consecuencias.

A Greta le acusan de generar ansiedad en lugar de producir un discurso racional, pero la acusación denota la cobardía de quienes, ante un atisbo de solución, solo ven un problema.

* Analista