Yo que iba tan confiada en que, al menos en esto de la política, las mujeres teníamos más camino recorrido en materia de igualdad. Y mayor, si cabe, en el ámbito municipal. Pues nada de eso, al contrario. Mientras en instituciones como el Parlamento Vasco, la paridad va ganando la batalla, los consistorios siguen siendo coto varonil, como demuestra un estudio presentado -y elaborado a golpe de recuento minucioso- por Ser Vitoria. Las conclusiones son demoledoras. En los 51 municipios del territorio de Araba, siete de cada diez cabezas de lista son hombres. Y en 14 de ellos ya sabemos que, de salida, una mujer no será alcaldesa porque no hay ningún nombre femenino que lidere las listas.

Un mal diagnóstico que empeora cuando, además, Vox ni siquiera ha hecho el esfuerzo de elegir, aunque sea a una, a una mujer para liderar alguna de las cuatro planchas que sólo presenta en nuestro territorio. Igual no la ha encontrado, recapacito, dado su discurso plagado de eslóganes machistas y regresivos en lo que a nuestros derechos se refiere.

La gestión municipal no es una cuestión baladí. Hay que tener tiempo, dedicación, más tiempo y más dedicación para resolver el día a día. Y se tiene que ser de una pasta especial para dedicarse al vecino más próximo porque cuanto más pequeño el pueblo, más grande la proximidad. Donde todos se conocen esa inversión personal es extra porque el alcalde o alcaldesa se cruza a diario por la calle, comparte centro social o aperos de labranza y el gestor siente una presión añadida por el deber de realizar mejor las cosas. Por tratar de mejorar la calidad de vida de sus convecinos sin desatender el siempre fino hilo de la convivencia que marca la vida en la zona rural. Y la presión es mayor -no lo digo yo, lo dicen las candidatas- cuando son ellas las que poseen el bastón de mando, al verse con lupa especial no tanto los aciertos, sino más los fallos. Las campañas electorales nos llegan a las y los ciudadanos como una oportunidad de someter a examen al equipo que nos ha gobernado durante cuatro años y, también, a la oposición. Pero también, a veces, nos ofrecen la oportunidad de constatar que, en los partidos políticos, queda trabajo interno por hacer como, en este caso, en materia de igualdad. Que la batalla no se quede sólo en el eslogan político. Es la asignatura pendiente.