Recientemente ha aparecido publicada una carta de opinión en DEIA en la que un lector hacía referencia a la situación de los menas en términos de coste económico y de conflictividad social. Un texto repleto de juicios de valor y de prejuicios emitidos siempre desde el privilegio que elude por completo las dificultades reales que estas personas encuentran en su vida cotidiana. El privilegio de saberse hombre europeo, perfectamente documentado y con la posibilidad de desplazarse por el planeta sin ningún tipo de dificultad y sin necesidad de dejarte el pellejo en el camino. Los menas a los que hace referencia (menores extranjeros no acompañados) son más allá de estas cinco letras, chicos adolescentes y jóvenes. Referirse a estas personas como delincuentes constituye poco menos que una macabra caricatura. No es nuestra intención idealizar a ningún grupo social pero desde luego que, desde la experiencia vivida, referirse a estos chicos en esos términos es un insulto a la verdad y a la inteligencia. A nosotros estas personas nos evocan otro tipo de cualidades como la capacidad de superación, la solidaridad, el apoyo grupal, la ilusión por un futuro más prometedor, el aprendizaje a través de los errores cometidos? No muy diferente a lo que atribuiríamos a otros jóvenes. Entendemos estos discursos estigmatizadores como una irresponsabilidad absoluta por tener la capacidad de extender el odio racista sobre la población. “La solidaridad puede tener un límite” (superada cierta cuota de asistencia) explica el lector, dando a entender que la inversión dirigida a proyectos de inclusión social para estas personas es excesiva. Cuando hagamos este tipo de valoración sería justo pensar en las razones de fondo que originan que chicos menores de edad se vean obligados a abandonar su entorno familiar y a reflexionar a cerca de la corresponsabilidad que como sociedad vasca tenemos con respecto a estas situaciones de explotación y opresión en terceros países. Así mismo, sería preciso atender a la peligrosidad de estos discursos que dan a entender que los derechos de las personas se garantizan o se vulneran dependiendo del número de sujetos de derecho. La acogida es una acción política cargada de transformación y justicia social, así como una herramienta inmejorable para contrarrestar el discurso del odio y el estigma que recae con fuerza sobre estos chicos y chicas.