PODEMOS, una fuerza política aún muy joven pero que ya ha dejado de ser emergente, se halla inmersa en un mar de debates, algunos públicos y enconados y otros aún latentes y sin abordar, que sus dirigentes y militantes tratan de encauzar -en ocasiones de manera equivocada- de cara a la próxima asamblea de febrero, denominada Vistalegre II. Ayer mismo, el secretario de Organización, Pablo Echenique, uno de los dirigentes implicados en la lucha interna por el poder, llamaba a avanzar hacia “una mayor descentralización” en el partido. Una propuesta de sentido común para un partido que incluso defiende, al menos en teoría, el derecho a decidir, aunque sorprende que ese debate haya tardado tanto tiempo en interiorizarse en la formación morada y que sospechosamente se lanza a pocas semanas de Vistalegre II. En paralelo, Podemos Euskadi se encuentra también en pleno proceso de reflexión sin que aparentemente las peleas entre pablistas, errejonistas y anticapitalistas en el Estado haya salpicado al partido liderado por Nagua Alba, que, sin embargo, debe lidiar con sus propias divisiones y enfrentamientos en su seno. La asamblea que en breve celebrará Podemos Euskadi poco antes que la que tendrá lugar en el Estado pretende conseguir -en línea con lo que planteaba ayer Echenique- mayor autonomía organizativa y de toma de decisiones con respecto a Madrid, adonde quiere acudir con una voz propia y única que aporte su punto de vista. Una intención lógica pero que choca tanto con la trayectoria del partido en España y en Euskadi -hay que recordar que toda la dirección vasca dimitió por las injerencias de la Ejecutiva estatal- como por la propia realidad de Podemos en el País Vasco, una formación de extraordinaria pluralidad y que, pese a su éxito electoral -menor del esperado, pero en cualquier caso muy importante, con amplia representación institucional- no ha conseguido cuajar del todo como organización ni implicar suficientemente al cuerpo social vasco. Y es que Podemos Euskadi, al igual que en España, está aún demasiado ensimismado en sus cuestiones internas en las que gasta excesivas energías mientras tiene aún pendiente el gran debate que es la base de su propia existencia y de su futuro: las propuestas concretas y reales que plantea a la sociedad vasca en todos los órdenes. Esa debiera ser su gran prioridad.