LAS recientes imágenes que se han visto en los Sanfermines de algunas chicas con el torso desnudo y rodeadas de jóvenes que intentan acceder a ellas para manosearlas han generado un vivo debate en torno a las fiestas como escenario de comportamientos que atentan contra la integridad de las mujeres. El hecho de que las de Iruñea alcancen una repercusión mundial y que estas imágenes fueran noticia en la prensa del Estado español y en la del resto del mundo derivó en una recomendación del secretario de Estado español de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno, instando a que no se permitiera la emisión de imágenes "deplorables de acoso a mujeres", pero esta recomendación no es más que un elemento tangencial del debate abierto. Si bien es verdad que la no difusión de imágenes como estas puede contribuir a que estas escenas no sean ejemplo a seguir, no es menos cierto que estos comportamientos seguirían dándose. Se trata, sin duda, de un poliédrico debate en el que es necesario analizar cada elemento en su justa dimensión, lejos de censuras y de interpretaciones morales, pero teniendo muy presente que las fiestas (las de San Fermín y todas las demás) deben ser espacios de diversión y de jolgorio libres de agresiones y donde la integridad de las mujeres esté en todo momento garantizada. De ahí que, en un primer lugar, habría que subrayar que todo indica que las chicas que se exponen semidesnudas en mitad de una plaza lo hacen de forma libre, aunque a menudo no son conscientes de sus consecuencias y se exponen a que su gesto sea considerado como una invitación al tocamiento y, desgraciadamente, al abuso. Y es que en fiestas, donde los límites de los comportamientos se sobrepasan, es muy difícil que este tipo de actitudes no se entiendan de esa manera, máxime cuando en la sociedad actual el cuerpo de las mujeres se encuentra cosificado y explotado hasta el extremo. Pero que una exhibición así pueda dar pie a una agresión señala con el dedo también a todos aquellos que solo ven en las mujeres objetos sexuales y no llegan a asimilar que un no es un no. Todo ello en un escenario muy determinado, las fiestas de cualquiera de las localidades de Euskal Herria, donde los datos indican que siguen produciéndose agresiones y violaciones y donde está demostrado que las mujeres representan, aún hoy, la parte más vulnerable.