FUERA cual fuera el resultado, UPN iba a perder en este cónclave, puesto que la mera confrontación ya era un fracaso tratándose de una formación que gobierna Nafarroa cuando en la mano de Yolanda Barcina estuvo evitar el cisma. A la vista de la dimensión de la fractura, con un partido dividido literalmente en dos, el regionalismo vivió ayer un verdadero descalabro, con el añadido de que durante el recuento de votos planeó sobre el Baluarte la sombra del pucherazo. La imagen derivada del congreso resulta particularmente nefasta para UPN puertas afuera, ya que el 51% de los afiliados que votaron han amparado comportamientos indecentes de Barcina, en tanto que reprochables desde la perspectiva ética, como embolsarse dietas opacas de CAN, cobrar de la UPNA sin trabajar o subirse su salario un 33%. La resultante es que la mayoría de la afiliación de UPN es connivente por acción o por omisión con los evidentes excesos de su presidenta, para empezar su núcleo más próximo de burócratas, que ha antepuesto sus canonjías a sus escrúpulos. Una lamentable actitud que permite la comparación, por su cierta analogía, con lo ocurrido en Italia con Berlusconi como figura tan poderosa como controvertida. Porque, en efecto, su pírrica victoria ni mucho menos purifica a Barcina a ojos de la ciudadanía, como tampoco anula la exigencia de dimisión de la mayoría parlamentaria. Es decir, que UPN se ha encomendado a una figura en absoluta decadencia, con claros visos de amortización electoral. De hecho, Barcina heredó de Miguel Sanz un liderazgo sólido, un partido cohesionado y un Gobierno dotado de estabilidad suficiente. Tres activos que la presidenta de UPN ha dilapidado por completo en los últimos cuatro años, una concatenación de pruebas evidentes de su falta de capacidad y de visión política, a lo que agregar una ejecutoria gubernamental deficiente -más ahora que los fondos públicos escasean-, con una palmaria falta de ideas y de pulso. A sus evidentes problemas para gobernar Nafarroa, Barcina suma a partir de hoy la gestión de un partido zaherido y deprimido que carece de argumentos para levantar el ánimo. Y es que la continuidad del gabinete de UPN depende del mismo PSN al que Barcina expulsó y la actual presidenta resulta la diana más propicia que jamás una oposición tuvo en Nafarroa.