LA numantina de Yolanda Barcina a asumir responsabilidades políticas por su participación en el escandaloso sistema de reparto de dietas en los órganos de Caja Navarra es inútil. Ni siquiera su torpe petición de perdón tiene posibilidad alguna de enterrar el malestar de la sociedad navarra por un comportamiento nada ético, nada democrático y con posibilidades de terminar siendo ilegal en un proceso judicial. Al actual Gobierno de UPN se le ha terminado el tiempo. No pasa nada. Es cierto que hay en Nafarroa poderosos poderes fácticos conservadores que se resisten a aceptar que el régimen de las últimas décadas, del que unos y otros se han beneficiado, ha llegado a su fin. No es sólo el agotamiento político de un sistema que en realidad nunca ha sido capaz de representar al conjunto de la sociedad navarra. Ahora también es la evidencia de su incapacidad para atender las necesidades y demandas de los navarros y navarras de este siglo XXI a la hora de plantear una respuesta eficaz y propia a las consecuencias de la crisis económica. Y, sobre todo, la constatación efectiva de que ese régimen priorizaba sistemáticamente la atención a determinados intereses particulares -incluidos los personales de los dirigentes políticos que lo controlaban y gestionaban- a los intereses generales de Nafarroa. Cada información publicada y cada respuesta de esa pequeña elite de privilegiados intentando justificar lo imposible tan sólo describe un panorama desolador de inutilidad, ineficacia, personalismos y fraude democrático. El intento de Barcina -o el de Maya en la alcaldía de Iruñea- de aferrarse al sillón no tiene recorrido. Es impensable que quienes han protagonizado este despropósito en el pasado puedan gestionar el futuro. A estas alturas del escándalo, las salidas dignas están ya muy limitadas: Barcina debe dimitir de su cargo de presidenta del Gobierno de Nafarroa porque no tiene respaldo político alguno en la Cámara. Ella y Sanz, Maya y Miranda deben devolver esas decenas de miles de euros, algo que el expresidente se compromete a hacer, en parte. Y se deben convocar nuevas elecciones para que la libre y democrática voluntad de los navarros conformen un nuevo Parlamento que sustituya al actual, lastrado por la evidencia de que el modelo UPN-PSN ha vuelto a ser, como en ocasiones anteriores de la reciente historia de Navarra, un foco de reparto de prebendas, falsedades y despilfarro de recursos públicos.