LOS resultados de las elecciones al Parlament catalán han provocado análisis que, condicionados por el interés político de quien los realiza -especialmente en este caso en un ámbito tan mediatizado como el de los grupos de comunicación de implantación estatal-, han tratado de considerar finiquitadas las aspiraciones catalanas al desarrollo de su autogobierno y al respeto a su derecho para decidir como sociedad diferenciada. Nada inocentemente, y quizás aprovechando el mismo carácter plebiscitario que se pretendió dar a las elecciones desde CiU, confunden el muy poco discutible fracaso de la apuesta personal de Artur Mas -con la pérdida de doce escaños y cien mil votos que le sitúan, sin embargo, en la horquilla histórica de su partido- con el de toda la corriente soberanista sobre la que el president trató -y aún trata- de fundamentar una nueva legislatura. Sin embargo, la suma soberanista (CiU, ERC, CUP) es de 74 escaños por los 76 de CiU, ERC y SI en 2010 y de 1.723.224 votos en esta ocasión por los 1.528.157 de hace dos años, 195.067 votos más, un 12,8% frente al incremento de participación general del 10%. Por cierto, la suma de opciones constitucionalistas (PSC, PP y C's) también pierde un escaño (de 49 a 48) aunque gana 199.150 votos. En otras palabras, el problema de Catalunya, o del Estado español con Catalunya, sigue ahí con idéntica magnitud a cuando impulsó la inmensa manifestación de la Diada y acabó por decidir, junto a otros condicionantes, el adelanto electoral. Así que el Estado cometería un error de proporciones incalculables tratando nuevamente de ignorarlo, como se puede deducir de las palabras de Mariano Rajoy, o incluso de enterrarlo bajo una campaña mediática similar a la que desde la bajeza y el abuso de los resortes del poder -síntoma de un ilógico temor a la democracia- se ha utilizado en la última semana de campaña sobrepasando todos los límites del derecho a informar y de la obligación de hacerlo verazmente. Porque si pese a ello, al desgaste del gobierno, la política de recortes y el trasvase hacia ERC (segunda fuerza en escaños) y a la movilización del voto españolista, la nítida apuesta de CiU ha doblado a la segunda fuerza en votos (PSC), el crecimiento del soberanismo en Catalunya es todo menos coyuntural. Y todos deberían obrar en consecuencia.
- Multimedia
- Servicios
- Participación