EL Gobierno español ha conseguido perfeccionar la técnica del eufemismo hasta elevarla a categoría de arte. El rescate de Europa a la banca española es, en palabras de Mariano Rajoy, "lo de ayer", por el sábado. Conjuraba ayer el presidente del Gobierno la palabra maldita igual que lo hizo el ministro de Economía, Luis de Guindos, 24 horas antes hablando de "apoyo financiero" o "línea de crédito". Intentos dialécticos, "debates nominalistas" como los definió ayer el propio Rajoy al ser preguntado al respecto, que denotan el enorme déficit de credibilidad que se ha labrado este Ejecutivo en apenas siete meses de legislatura. La impresión, justificada o no, de que el jefe del Ejecutivo sale a comparecer en rueda de prensa sólo obligado por la presión de la opinión pública y la opinión publicada no erosiona ya de partida cualquier declaración posterior. Y esta total ausencia de credibilidad sería una cuestión menor en una coyuntura normal. Pero es enorme cuando el propio Estado español, toda su economía, se enfrentan a ese mismo problema. Volverá a hacerlo hoy en los mercados. Rajoy quiso ayer darle la vuelta al calcetín. "He presionado yo", "sin las reformas hubieran intervenido el Reino de España", "la línea de crédito no impone condicionalidad macroeconómica ni afectará al déficit"... Pero "lo de ayer", aunque pueda ser realmente un mal menor dadas las dimensiones del cataclismo económico al que parece enfrentarse España, no es la panacea que el presidente quiso vender. Claro que el rescate a la banca afectará a las arcas del Estado. Primero porque será el FROB el que actúe como mediador, segundo porque los intereses de ese préstamo multimillonario sí afectarán al déficit, ese mismo déficit que España debe reducir a marchas forzadas obligada por la propia UE y por la reforma constitucional que pactaron PSOE y PP en la anterior legislatura. Sería pues más eficaz para ganar en credibilidad -Gobierno y Estado- decir la verdad, con sus luces pero también con sus sombras. Esa verdad de la que presumió Rajoy en campaña. Los ejercicios eufemísticos resultan ridículos y ensombrecen lo poco o mucho de cierto que pudo declarar el presidente. En esto de la política, para todo pero sobre todo para ser creíble, es bueno recordar lo de la mujer del César.
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