DECIR a estas alturas que la declaración de los presos de ETA y de la izquierda abertzale ilegalizada agrupados en el colectivo EPPK ha generado decepción o frustración sería tanto como admitir que, incluso ya dentro de su propio mundo ideológico, el anuncio previo hubiese despertado algún tipo de ilusión o esperanza en la sociedad vasca. Lo cierto es que de la comparecencia de ayer en Gernika solo puede extraerse la conclusión de que los reclusos están absolutamente fuera de la realidad y plegados a una estrategia política con la vista puesta en las próximas elecciones en Euskadi. Habían sido, como suele, los propios responsables de la izquierda abertzale quienes habían tratado de crear una vez más expectativas más allá de la realidad sobre las conclusiones del debate interno en las cárceles que se presentarían ayer en Gernika. Incluso Joseba Permach se había permitido calificar de "histórica" la declaración. Antes, hace una semana, convocaron a los medios para anunciar que siete días más tarde presentarían el documento. Todo ello, y la habitual parafernalia con la que la izquierda abertzale envuelve cada uno de sus actos, obedece a una calculada escenificación cuyo contenido real cada vez está más alejado de la ciudadanía vasca. En resumen, los presos dan por finalizada la etapa de la lucha armada, exigen derechos pero rechazan y "repudian" el arrepentimiento, hablan por primera vez de las víctimas para decir simplemente que son "conscientes del múltiple dolor generado" y dicen que la solución al conflicto vendrá con la amnistía y la autodeterminación. Es decir, ni una sola novedad, ni una concesión, ni una reflexión crítica hacia los hechos y crímenes que han protagonizado. Solo su consideración sobre que el arrepentimiento es una "vía diseñada para la destrucción de la persona y del militante" ilustra el nivel de reflexión que ha tenido lugar en las cárceles. En definitiva, los presos y la izquierda abertzale en general han vuelto a perder una nueva oportunidad para dejar atrás actitudes y lenguajes del pasado y acercarse a la realidad de la ciudadanía vasca, que está ya en la búsqueda de elementos de diálogo y de convivencia para los que es imprescindible un reconocimiento explícito y sincero de la víctima y del dolor causado. Nada de ello hay en el "debate" de los presos.