Parece ser que ahora ha surgido la polémica sobre si debe desaparecer o no el mausoleo de Franco, persona que tanto sufrimiento produjo en el Estado y en Euskadi en particular.

Según su hija, a su padre no hay que moverle de donde está. Ahora bien, yo le diría que al menos sabe dónde se encuentra enterrado, y no como ocurre con las 114.000 personas desaparecidas durante la Guerra Civil y el periodo franquista, que están en fosas comunes o en cualquier cuneta, y todo por defender la democracia y el Estado de Derecho.

Es incompresible la poca sensibilidad y humanidad que muestran los herederos del franquismo hacia los familiares de las personas fusiladas y desaparecidas tras el golpe de Estado de 1936, que no tienen la posibilidad de ir a su tumba a llorarles o llevarles unas flores, e inaudito el empeño que presentan para recluir al olvido aquellos días de horror; porque no dar un destino digno a aquellas personas asesinadas es enaltecer el terror sufrido.