DOS años después de que PSE y PP firmaran el denominado Acuerdo de Bases que situaba a los socialistas al frente del Gobierno vasco en detrimento del triunfo electoral del PNV, la inédita confluencia en el desalojo del nacionalismo y la españolización de Euskadi varias décadas después de dos fuerzas tan dispares, ha quedado limitada a la administración del poder autonómico en la consecución del segundo de esos fines. Con el riesgo inherente, y evidente, para la salvaguarda de los rasgos de la identidad social y cultural vasca pero también con una sensación de interinidad traducida a impotencia que impide una gestión efectiva de tiempos críticos en los que la acción de gobierno es incluso más necesaria. Curiosamente y sin embargo, el desalojo del nacionalismo del Gobierno vasco no ha hecho sino reforzar, por mera comparación entre el presente y el pasado inmediato o entre ambos presentes, el perfil del PNV como gestor. Y no sólo, por cuanto su imbricación social -de la que carece quien le desalojó del poder- y su propia actividad institucional y política le ha mantenido como eje central e indispensable. El acuerdo y la transferencia primero de las políticas activas de empleo y posteriormente el acuerdo sobre el resto de las competencias pendientes, así como la negociación en Madrid de las posibles vías para un incremento del autogobierno y una mayor institucionalización de Euskadi le perpetúan como interlocutor prioritario del Estado y antepuesto a quien desde la administración autonómica ha hecho dejación de esa -y otras- funciones. A cambio, su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado ha permitido la dosis de estabilidad imprescindible frente a la tremenda crisis económico-social que azota a España, pero que también afecta a Euskadi, lo que expande, también hacia Europa, la imagen de co-responsabilidad desde la diferencia que parecía patrimonio de los nacionalistas catalanes. Y, además, todo ello ha permitido un tiempo imprescindible para desarrollar y asentar la apuesta de la izquierda abertzale por las vías exclusivamente pacíficas y democráticas e incluso para encauzar los apremios de un lado y las resistencias del otro en ese difícil papel de acompañamiento al proceso que ayer volvió a hacerse patente en dos iniciativas en el Parlamento Vasco y en la Eurocámara en las que se priorizaba además la defensa de los principios jurídicos y los derechos fundamentales. Es decir, pese a ser apartado del Gobierno vasco, el PNV no sólo ha ejercido de control y contrapeso a las carencias en la gestión del pacto PP-PSE, sino que ha seguido siendo el elemento político esencial en el ámbito del autogobierno que administra esa institución, en su capacidad de influencia en Madrid y, al mismo tiempo, es apoyo referencial tanto para el PSOE como para el independentismo vasco.