LAS reuniones del G-8 (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos, Japón y Rusia) que se inició ayer en Toronto y la del G-20 que tendrá lugar hoy y mañana en la misma ciudad canadiense se plantean como un pulso entre las dos visiones sobre la crisis financiera y, por tanto, la crisis global, que separan a la Unión Europea, encaminada ya en la reducción del déficit público marcado, si no exigido, por Alemania y Angela Merkel; y a Estados Unidos y la apuesta por estimular el crecimiento que defiende la Administración presidida por Barack Obama. Sin embargo, es más que posible que ese pulso no se decante en ninguno de los dos sentidos durante el fin de semana. Por un lado, la Unión Europea no se avendrá a salir de Toronto con una corrección, por simple que sea ésta, de las directrices económicas planteadas durante las últimas semanas y aprobadas o anunciadas ya en Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña, y que en alguno de los casos, como en el Estado español pero también en Francia e Italia, han tenido ya importantes consecuencias en el plano social. Por otro, Estados Unidos no se va a desdecir de lo que viene siendo la política económica de Obama desde que llegó a la Casa Blanca, mucho menos tras lograr ayer mismo que la Cámara de Representantes cerrara un muy difícil pacto sobre la conocida como Volcker Rule -porque ha sido impulsada por el ex presidente de la reserva Federal, Paul Volcker- que elevará el control público sobre los mercados financieros. En realidad, será en este ámbito en el que el G-20, en su cuarta reunión desde que se iniciara la crisis, podría llegar a principios de acuerdo. Tras el espaldarazo político logrado por Obama, las veinte principales economías del mundo cerrarán en Toronto un pacto sobre el control de las grandes finanzas que, sin embargo, tampoco está claro que llegue a las pretensiones europeas de imponer una doble tasa sobre las actividades y las transacciones financieras a través de mecanismos que ya han sido diseñados por el Fondo Monetario Internacional. Estados Unidos aprobará limitar las inversiones de riesgo y la capacidad de los bancos para negociar con los créditos públicos, que ya incluye la Volcker Rule, pero posiblemente quedará fuera de la aplicación de esa doble tasa, con lo que limitará la virtualidad de la misma. Y ello, junto a esa discrepancia entre la visión y la actitud neoliberal de Europa y la neokeynesiana de EE.UU. sobre el modo en que afrontar la crisis, parece dirigir a medio plazo a la economía mundial hacia una división en bloques o, si se prefiere y con el permiso de China, India y Brasil, a una bipolarización que se disputa, como en el ámbito de la influencia política hace ya algunas décadas y con distintos protagonistas, la alianza de las economías emergentes y de un mercado globalizado.