Un bar cualquiera de la geografía vasca. Un cartel cuelga de la pared con una inscripción que es ya todo un clásico y todo el mundo reconoce: “Salda badago”. Como ya lo hiciera en su día Hertzainak con uno de sus primeros álbumes, la prometedora banda de Tolosa Mirua ha titulado de este modo el segundo adelanto de su LP de debut, Miruenea, que ha salido a la luz este viernes 30 de mayo. El trío guipuzcoano formado por la vocalista Maitane Iruiñ (1999) y los hermanos Mattin (1999) y Malentxo Zeberio (2001) sorprende con un álbum que bebe tanto de la tradición del folclore vasco, como de sonidos más experimentales y estridentes que coquetean con el pop contemporáneo, lo que los anglosajones denominan hyperpop. Mirua se llevó el premio Harrobia en el concurso de maquetas de la emisora Gaztea en 2021, publicó un EP homónimo en 2023 -ya bajo el sello de Bilbao Oso Polita, su actual escudería- y redobla ahora su apuesta con un nuevo trabajo de once cortes, que como ocurre con Salda badago, uno de sus temas más pegadizos, está plagado de guiños al imaginario musical cultural vasco desde una óptica presente. En sus letras y títulos de canciones, se mencionan, entre otros, el programa de ETB Herri txiki, infernu handi, la marca de ropa Loreak Mendian, las txosnas, el lema zazpiak bat, la popular canción Bexamela eta pastela de Maixa ta Ixiar… Un mosaico de elementos que conforman un álbum gestado a fuego lento por uno de los miembros del grupo, Mattin Zeberio, metido en tareas de productor, a lo largo de los últimos tres años.

El disco se abre con el pop innovador y experimental de Mugaz gaindi y luego pasa al bailable triki-pop de Salda badago, que no tiene nada que ver y es un mundo aparte. ¿Picar de estilos tan variados es parte del ADN de Mirua? 

-Para nosotros, este disco es una colección de la distinta música que escuchamos o que nos ha influenciado durante todas nuestras vidas. Entonces, en esta lógica nos parece la cosa más natural del mundo que haya canciones, como dices, con sonidos más pop, más experimentales, y otras con referencias más tradicionales que llevamos mamando toda nuestra vida. Así que sí, efectivamente, picar de estilos tan variados es parte de nuestro ADN.

¿Miruenea está concebida como la casa en la que se han refugiado los miembros del grupo para crear un universo tan ecléctico?

-Al final con este disco estamos invitando al oyente a que prácticamente entre en nuestra casa, ¿no? Y que compruebe la música que hemos escuchado durante todas nuestras vidas, nuestras inquietudes, rayadas, pensamientos...

Tejiendo alianzas bien bonitas


Algunas de las colaboraciones que han surgido durante la gestación de Miruenea se han desarrollado con algunos ilustres compañeros de la discográfica Oso Polita de Bilbao, una de las patas de la promotora y empresa musical Last Tour. Lau begi eder, por ejemplo, cuenta con el acompañamiento del grupo TOC, que se lanzaron de cabeza a unirse a uno de los cortes más destacados del LP. En las canciones Loreak Mendian y Zazpiak bat les prestaron sus voces Hofe y Kiliki, respectivamente. En ambos casos la alianza quedó plasmada sin mayores complicaciones. “Básicamente, les mandamos una propuesta de colaboración. Si les gusta la canción, adelante; y si no les gusta, pues a otra cosa”, resumen.  


Este es un disco coral en el que también han participado el panderetero Xabier Leturia, la cantante zuberotarra Maddi Oihenart y el pianista Juantxo Zeberio Etxetxipian. Todos ellos aparecen mencionados en los créditos de las canciones. “La gente que ha colaborado en el disco se ha involucrado mucho y ha sido muy bonito compartir este proceso con artistas de tanto nivel”, cuentan los miembros de Mirua.

¿Había un objetivo definido con la grabación del álbum? 

-Al principio, arrancó como siempre empieza todo para nosotros; experimentando y haciendo la música que nos está apeteciendo hacer o escuchar en cada momento. Y ya, cuando teníamos varias canciones, comenzamos a ver que la dirección que estaba cogiendo el disco era la de plantear todas las influencias y cosas que nos inspiran. Así, los estilos musicales que se juntan en el disco, aun siendo muy distintos entre ellos, también tienen muchas cosas en común y nos representan totalmente.

En Bihotz Bat se incluyen ritmos reggaetoneros en plan minimalista. El autotune se utiliza en algunos temas, hay instrumentos clásicos, pero también sintetizadores… ¿Cuándo termina el eclecticismo y empieza el batiburrillo? 

-Surge de una forma muy natural, en la que partimos de bases electrónicas (como la música que veníamos haciendo hasta ahora) porque son los recursos con los que contamos. Y de repente, empezamos un poco a ampliar esos registros con sonidos más orgánicos, escuchando lo que nos pedía la propia canción y siempre buscando que tuviera un sentido; esto es, el batiburrillo empieza cuando descuidas las necesidades de la canción y empiezas a meter cosas solo por meterlas. Además, hemos tenido la gran suerte de estar rodeados de músicos muy muy buenos que se han animado a tocar en este disco.

¿El pop, en su sentido más amplio, sigue siendo el elemento común denominador del álbum? Realmente, no dejan de ser canciones de unos tres minutos con la clásica estructura estrofa-estribillo-estrofa.

-Si, nosotros también definimos el disco como pop, en parte para simplificar las etiquetas. Sabemos que clasificar un disco siempre suele ser un asunto bastante complicado. Pero creemos que, cada una con sus singularidades, y en términos generales, las canciones son bastante pop por su estructura, pero también con sonidos que, al menos para nosotros, son reconocibles y agradables.

Hay muchas referencias y guiños variopintos al imaginario cultural vasco.

-Son referencias a distintas cosas que vemos en nuestro día a día, pero es simplemente porque están ahí y forman parte de nuestra cotidianidad. No hay una intención concreta de interpelar a nadie por mencionar ciertos temas; si aparecen, es porque son inherentes a nuestras vivencias. Y si este disco refleja nuestras inquietudes y problemas, ¿por qué no iban a salir? Es verdad que a veces las usamos con un tono más irónico o humorístico -como la referencia a Salda Badago-, pero en general no hay nada especialmente premeditado. 

"Con este disco estamos invitando al oyente a que prácticamente entre en nuestra casa”

En Zazpiak bat, el tema que cierra el álbum, sí parece que subyace un mensaje. La letra está llena de citas casuales entre personas de los distintos territorios y al final hay una… ¿boda?

-Esta sí es una canción con una clara intención satírica, ya que la letra es, en realidad, un poco de broma. En cada estrofa se explica por qué no estás con una persona de cada una de las provincias de Euskal Herria, y la conclusión es que, si todas ellas fueran una sola, ya te habrías casado. Obviamente, funciona como un chiste: nos parecía una forma graciosa de cerrar el disco, como si fuera esa la conclusión (aunque claramente no lo es). Además, lo que también es muy bonito de esta canción es que, para empezar, se trata de una versión de Loiolako Porrusalda de Tapia eta Leturia, y en la propia canción se han incluido a casi todas las personas que han participado en el disco.

¿Grupos como Zetak, Chill Mafia o Verde Prato han demostrado que se puede combinar tradición con innovación y salir victorioso? ¿Mirua bebe sobre todo de la actual escena musical vasca, que parece en ebullición?

-Empezamos a hacer música en un momento en el que, en Euskal Herria, apenas teníamos referentes que trabajaran con música electrónica o que se atrevieran a experimentar con distintos sonidos. Pero, especialmente desde después del covid, ha habido un florecimiento muy potente de grupos con propuestas realmente innovadoras, que no solo se han lanzado a usar sonidos más electrónicos, sino que también los han mezclado con elementos más tradicionales. La escena que está surgiendo es maravillosa. La seguimos de cerca y creemos que es muy importante y enriquecedora para el desarrollo de la música euskaldun. Aun así, el disco recoge todos nuestros referentes; tanto los de dentro de Euskal Herria como los de fuera.