A Iker Piris (Tolosa, 1979) no le hizo falta pactar con el diablo para que le enseñaran el oficio, como cuenta la leyenda sobre el malogrado Robert Johnson, que murió con 27 años. A Piris, con 14 años, un buen amigo le descubrió por primera vez el mundo del blues a través de tres discos claves del género: Witchcraft de Guitar Watson, Live at the Regal de B.B. King y False Accusation de Robert Cray. Y cayó en las redes del blues, como si fuera un chaval del Misisipi. El vocalista y guitarrista guipuzcoano se ha pateado toda la península con su guitarra eléctrica, lideró el grupo The Romanticos durante una década, se ha buscado mil y un compinches con los que subirse a un escenario y, actualmente, reparte su tiempo entre su proyecto Iker Piris & His Dual Electras y el trío de rock and roll The Donkey Riders, que este verano ha grabado los temas de su segundo álbum con el productor Mike Mariconda, una leyenda del underground

Buen cantante y poderoso guitarrista, Piris no es ningún talibán del blues ni de ningún otro género. Es un bluesman con la mente abierta. En esta entrevista recomienda escuchar al guitarrista flamenco de Morón de la Frontera Diego Gastor y defiende el gancho comercial de La Oreja de Van Gogh. También avisa sobre los riesgos de estos tiempos modernos, como algunos tics absurdos asociados a las redes sociales y la IA como sustituto de compositores y músicos de carne y hueso. La solución está en el regreso a la raíz, a la experiencia real y auténtica de la música, asegura Iker Piris.  

¿El blues rock es un estilo al que le cuesta encontrar nuevos talentos en Donostia? Tengo la sensación de que siempre son los mismos los que andan dando vueltas en distintos proyectos: Jon Aira, Paul San Martín, Fernando Neira, usted mismo…

-Es normal. A nivel estatal sucede lo mismo en otras ciudades, porque el blues es un estilo al que no se accede fácilmente. Es minoritario tanto para público como para músicos, probablemente por no ser un género musical autóctono. 

¿Por qué cree que está la escena tan masculinizada? Los hombres suelen ganar por abrumadora mayoría. 

-No lo sé. Los instrumentos musicales no discriminan por género; están ahí esperando a que alguien los haga sonar. En estos momentos, si echas un vistazo al cartel de cualquier festival, la participación de ambos géneros está presente. La música es una manera de expresión universal. Desde que era un chaval y escuchaba a Kim Gordon, Courtney Love o Whitney Houston no pensaba en si eran mujeres u hombres, únicamente disfrutaba de cómo cantaban o tocaban; me dejaba llevar.

¿Qué es el blues para usted? En esta sección el pianista Paul San Martín lo definía al modo de John Lee Hooker: “El blues es la verdad. Algunos días son buenos y otros son malos”.

-Soy visceral y me guío por mis instintos... Cada vez más. El blues nace como medio de expresión de una comunidad oprimida, lo que lo dota de una sonoridad mística, ancestral y auténtica. Sé que es el género por donde quiero transitar. 

La siete vidas del blues


El blues fue un fenómeno minoritario hasta que se cruzó con el rock y el asfalto de la ciudad. Aquella música desamparada y rural que surgió en el Delta del Misisipi se fue electrificando de la mano de artistas, hoy míticos, como Muddy Waters o el grandullón (medía casi dos metros) Howlin’ Wolf en Chicago. Más tarde, los Rolling Stones y otros aristócratas del pop británico de los años 60 (Eric Clapton con el grupo Cream o incluso los Beatles) se empaparon de blues y quedó para siempre hermanado con el rock hasta el punto de que es difícil separar una cosa de la otra. El circuito más purista se habrá arrinconado en garitos o festivales especializados de música negra, pero sigue siendo un ingrediente fundamental del rock anglosajón con más tirón del siglo XXI. Grupos como Artic Monkeys, The Black Keys o Jack White, que se ha definido como bluesman, mantienen viva la llama del rock…, y del blues.   

¿La reapertura del Altxerri ha vuelto a activar la música blues en la ciudad? ¿Qué supone su vuelta?

-En todas las ciudades debería haber un club de estas características. A los músicos del género nos brinda la oportunidad de mostrar nuestro trabajo en la cercanía. En mi caso, viajo mucho para actuar en otras ciudades en lugares similares, y contar de nuevo con el Altxerri es una alegría y un punto a favor para los amantes de la música en directo. Por desgracia, en los últimos años en toda la Península se han cerrado bastantes locales de este tipo: Honky Tonk, El Paso Blues Bar, Milano y, próximamente, el Café Central de Madrid (oficialmente continúa abierto, al menos, hasta finales de 2025).

¿Quién fue ese amigo que a los 14 años le puso en contacto con el blues por primera vez? Le debe la vida.

"Para hacer lo que hace La Oreja también hay que valer, hay un trabajo ahí detrás”

-Se llama Sergio González y también es guitarrista profesional. Desde aquel momento nos une una profunda amistad. Hemos pasado incontables horas hablando de música y tocando juntos la guitarra. Lo admiro muchísimo. Además, tenerle como referente me impulsó a practicar horas y horas.

Ha compartido escenario con un sinfín de artistas. ¿Con cuál de ellos repetiría experiencia con los ojos cerrados?

-Sin duda alguna con Dee Dee Sharp. La acompañé en el Mojo Workin hace 10 años. Una personalidad histriónica pero adorable y arrolladora al mismo tiempo. Sentía que tenía delante de mí a alguien con la fuerza de James Brown; una auténtica líder dotada de un talento innato para la música. Fue brutal.

Ha vuelto a grabar con el productor Mike Mariconda, una eminencia del rock y el punk underground. ¿Qué tiene de especial? 

-El abanico musical de Mike abarca desde Big Joe Williams y Nick Curran hasta los Stones. Cuando escribí todas las canciones del nuevo álbum de The Donkey Riders, no me puse ningún límite. He tratado de transgredir. Se pueden escuchar influencias stoner o pinceladas de toda la movida de Seattle. Jon Aira y yo necesitábamos a alguien que pudiera producir un disco de blues con un enfoque diferente, con un sonido más sucio y agresivo, sin caer en la obviedad de hacerlo al estilo de Houng Dog Taylor. Mariconda consigue aunar el background del blues y el sonido más sucio del garaje.

En una charla reciente, Mariconda decía que los músicos gastan demasiada energía en Internet, pero, al mismo tiempo, si no sales en las redes sociales no existes. ¿Cómo se sale de este bucle?  

-La sociedad ha ido marcando pautas para que el negocio musical funcione ahora como lo hace. Actualmente, se le da más importancia al selfie que a escribir una buena canción, que tal como pintan las cosas, dentro de poco con la IA de por medio, ni eso; te compone una letra o una secuencia de acordes en un clic. Como ejemplo antagónico, me gustaría sugerir al lector que visionara vídeos de Diego del Gastor que se pueden encontrar en cualquier plataforma; necesitamos volver ahí, a los orígenes, a la cercanía del momento. La música, sobre todo, es compartir y siento que, con el enfoque actual, no hace más que alejarnos.

¿Nunca le ha tentado montar un grupo de pop tipo La Oreja, hacerse rico y llenar estadios?  

-Para hacer lo que hace La Oreja también hay que valer, hay un trabajo ahí detrás. Puedes contar conmigo es muy buena canción. A estas alturas, no sé yo si no es demasiado tarde para cambiar de registro. Pero si te digo la verdad, me encantaría llenar estadios y hacerme rico con mi blues.