El verano toca a su fin, pero deja a su paso un ánimo caldeado entre los vecinos de la pequeña isla italiana de Lampedusa (sur), desbordada por un incesante flujo migratorio desde África, al otro lado del Mediterráneo. Y, aunque muchos siguen creyendo en la solidaridad, el sentimiento generalizado es de “abandono” por parte del Gobierno y de la Unión Europa (UE).

Esta remota isla es el enclave italiano más meridional, de hecho está más cerca del litoral tunecino que del siciliano, y por eso se encuentra más expuesta a un flujo migratorio que cada estío suele acrecentarse por las mejores condiciones del mar.

Pero este año la situación ha sido diferente. Basta pensar que la pasada semana, en solo tres días recibió unos 10.000 inmigrantes que saturaron su precario y único centro de acogida, con capacidad para unos 400.

La céntrica Plaza de la Libertad es el termómetro perfecto de esta tensión. Frente al ayuntamiento, los vecinos han colgado cuatro pancartas en las que se lee “UE y Roma ausentes”, “Basta muertos en el mar, deténganlo” y “¡Cauces regulares de entrada inmediatamente!”.

Organización vecinal

Quieren que las llegadas de solicitantes de asilo sean reguladas y que no recaigan únicamente en Lampedusa. En plena calle, unos 200 vecinos se reúnen en asamblea para tratar el tema. “Lo que nos enfada es que ya no podamos vivir tranquilos”, espeta Domenico, sentado junto a algunos jubilados bajo el cartel de la Vía Roma, dedicada a la capital que según ellos los ignora.

La concentración ha atraído también a Salvatore, irritado por el caos de los últimos días: “Hace solo una semana estaban todos (inmigrantes) por la calle, era una invasión”, asegura, mientras a su lado pasa un camión cargado con una enorme barcaza abandonada.

“Nosotros siempre les hemos ayudado, dándoles mantas o víveres, pero ya estamos cansados. Necesitamos tranquilidad”, se desahoga.

En la plaza cada cual lanza su denuncia, como los pescadores que cada día tienen que reparar sus redes desgarradas por los restos de barcos que yacen en el fondo del mar.

Y tampoco se escatiman críticas a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, que el pasado domingo visitó la isla con la primera ministra italiana, Georgia Meloni, para anunciar un “plan de acción europeo” en el que casi nadie cree.

Por otro lado, un rumor ha insuflado la indignación local. Circula la teoría de que el Gobierno quiere abrir un campamento en una zona rocosa para acoger a miles de inmigrantes.

Nadie lo ha confirmado, pero en la asamblea el líder del “Movimiento Pelagie Mediterranee”, Giacomo Sferlazzo, jura micrófono en mano que se han visto camiones del Ejército cargados con tiendas. “Nadie lo ha desmentido”, se justifica.

Para después exigir un “documento oficial” en el que el Gobierno se comprometa a no abrirlo: “No queremos que Lampedusa se convierta en una cárcel”, proclama, entre aplausos.

En corto

Expulsión

Francia trabaja con Italia. Francia está trabajando con Italia para poder expulsar a los migrantes que llegaron en los últimos días a la isla de Lampedusa y que no tengan derecho a ampararse en el estatuto de refugiados, que es “el grueso de esas personas”, según el ministro francés del Interior, Gérald Darmanin. En una entrevista al canal BFMTV, Darmanin, que el pasado lunes viajó a Roma para entrevistarse con su homólogo italiano, Matteo Piantedosi, insistió ayer en que los dos países trabajan con ese objetivo.