Exceptuando la adquisición de una vivienda, la compra de un coche suele suponer el mayor desembolso económico al que hay que hacer frente. Y no sólo en el momento en el que nos hacemos con él, sino por lo que supone después entre impuestos, seguros, aparcamiento, mantenimiento, reparaciones, ITV, etcétera.

Pierde valor rápido

Además, mientras que una vivienda suele revalorizarse, el coche pierde valor desde el momento en el que sale del concesionario. Basta con ver el precio que te dan por él cuando vas a adquirir otro nuevo o la cantidad en la que lo tasa el seguro en caso de accidente: la devaluación de su valor es enorme y bastante rápida.

Es en esos momentos, en los que lo queremos vender en el mercado de ocasión, o cuando nos planteamos la indemnización que recibiremos por él al sufrir un siniestro, cuando nos preguntamos qué valor tiene nuestro vehículo. Esa estimación de precio es la que se conoce como valor venal, un término muy presente en las pólizas de seguros (que no todo el mundo se lee y debería hacerlo) y del que dependen algunas coberturas importantes, como las de accidente, robo o incendio del vehículo. Con lo que es fundamental conocerlo para así saber qué seguro nos interesa contratar, o para no llevarnos sorpresas después.

¿Qué es el valor venal?

Según explica el Real Automóvil Club de España (RACE), el valor venal de un vehículo es el precio que tiene en el momento anterior a producirse un siniestro (siempre que no se trate de un siniestro total) o en el instante en el que queremos venderlo en el mercado de segunda mano.

Cada vehículo tiene en el momento de la compra un valor venal específico, que va depreciándose con el paso de los años y que depende de la marca, el modelo, las prestaciones y la antigüedad, pero en el que en principio no influyen el kilometraje o el mantenimiento, salvo que se trate del valor de mercado. En ese caso también se contemplan los extras del coche o la personalización o tuning.

Así se calcula el valor venal

Antes del valor venal hay que conocer el valor oficial del vehículo, que es un precio estipulado por el Gobierno y que se publica periódicamente en el BOE con tablas de valoración según marcas y modelos. Es un precio que se basa en las características del coche y que se utiliza como referencia para indemnizaciones, tasaciones, peritajes, etcétera. 

Las aseguradoras se basan en ese valor oficial para calcular el valor venal. Lo que hacen en caso de accidente es partir del valor oficial y aplicarle un porcentaje reductor, con el que calculan la depreciación del valor venal en función de su año de matriculación. Por ello, cuanto más antiguo sea el vehículo menor será su valor venal, que puede estimarse con las numerosas calculadoras de páginas web que lo miden.

Un ejemplo de calculadora de valor venal.

Un ejemplo de calculadora de valor venal. Trámites DGT Online

Tabla de la depreciación

Años de uso Valor venal

Hasta 1 año 100%

De 1 a 2 años 84%

De 2 a 3 años 67%

De 3 a 4 años 56%

De 4 a 5 años 47%

De 5 a 6 años 39%

De 6 a 7 años 34%

De 7 a 8 años 28%

De 8 a 9 años 24%

De 9 a 10 años 19%

De 10 a 11 años 17%

De 11 a 12 años 13%

Más de 12 años 10%

De ahí que a veces las aseguradoras declaren siniestro total coches que no están tan mal, pero cuesta más la reparación que su valor venal.

Tipos de valor venal

Es importante saber qué póliza tenemos contratada con nuestra aseguradora para saber qué tipo de valor venal nos aplicarán según las coberturas y sus políticas. Pueden ser tres: el básico, el mejorado y el de mercado.

En el básico se fija el valor del coche en el mercado de segunda mano. Es el precio más bajo al que puede llegar el coche por su desgaste o por tener algún daño importante, con lo que si ha tenido un buen mantenimiento, el valor venal será mayor.

El mejorado añade un incremento adicional que mejora el valor venal si se produce un siniestro.

El de mercado, que es el que suele usarse entre particulares, establece el precio que tiene en ese mismo momento el vehículo en el mercado de segunda mano, considerando también el kilometraje y el estado de conservación. La oferta y la demanda pueden influir en el valor final.