La persecución indefendible del niño de Canet y su familia está regalando toneladas de alpiste a los amanuenses diestros. Menos mal que el palentino que odiaba las cenas de navidad nos salvará. "Casado pide un 155 educativo y regular la Alta Inspección para que se cumplan las sentencias", atruena ABC en primera junto a una foto del susodicho en su viaje relámpago a la pérfida Catalunya.

Se esperaría un editorial de acompañamiento, pero no lo hay. A cambio, alguno de los columneros vuelven a mesarse los cabellos con uno de sus juguetes favoritos. El veterano José Maria Carrascal es uno de ellos. Atiendan al iniciaio de su pieza de hoy: "Estamos asistiendo no a la emergencia de un estado catalán, sino al desguace de Cataluña en todos los sentidos: económico, político, cultural e incluso ciudadano, o sea, justo lo contrario de lo que persiguen sus líderes".

Frankenstein y Hitler

Eso es casi menudencia al lado de los bramidos de Isabel San Sebastián bajo el título "Niños sacrificados a Frankenstein", que en realidad es su enésimo autoplagio a reventar de las comparaciones de costumbre. Lean: "Es una mezcla hedionda de supremacismo identitario, apartheid lingüístico, odio, violencia y ausencia total de humanidad, propia de quienes se consideran por encima del resto en razón de su naturaleza supuestamente superior. La catadura moral putrefacta que sirvió de base al nazismo para justificar el exterminio de judíos, gitanos, personas con discapacidad y demás colectivos molestos para el demencial proyecto eugenésico puesto en marcha por el Führer".

Rondando las mismas matracas hiperventiladas, desde Vozpópuli, Irene González añade que todo esto es para que los que no hablan catalán sean eternamente pobres: "La inmersión lingüística, esto es, su instrumento de sumisión para la homogeneización en un solo poble. El artefacto con el que las clases más humildes, castellanohablantes, fueron chantajeadas y estafadas desde los años 80 para que sus hijos tuviesen oportunidad de prosperar en Cataluña, como si de un país extranjero se tratase en el que el español no existiese, mientras les abocaban en su mayoría al fracaso escolar".

Se ve que es una tesis muy extendida al fondo a la derecha porque por ahí va también Francisco Marhuenda en La Razón: "Los nacionalistas, que ven a España como la vaca que tienen que ordeñar, ya se preocupan de que sus hijos conozcan varios idiomas, incluido, por supuesto, el español, porque lo necesitan para hacer caja. Siempre hemos sido muy pragmáticos. Una cosa son los negocios y otra muy distinta los sentimientos".

Urkullu y Aragonés se hablan en la lengua del opresor

Todo, para que al final los perversos rompepatrias periféricos tengan que utilizar la legua del opresor. Anoten la tontuna en el haber del inefable Alfonso Ussía: "Tendrían que aprender de Aragonès y Urkullu, que se han reunido en Gerona para entenderse mejor, y lo han conseguido entendiéndose en español, porque sus lenguas autonómicas no dan de sí para tanto. El modesto idioma hace milagros".

Bieito Rubido director de El Debate, donde Ussía suelta sus cuescos dialécticos, cierra la cosecha de hoy con una llantina titulada (tiemble en su tumba, Erich Fromm) "Miedo a la libertad". Les copio y pego una pizquita: "Le tienen miedo a la libertad. Les envuelve el pavor a que el ejemplo se extienda. Por eso no dan la oportunidad a los padres para que puedan escoger el idioma en que se forman sus hijos. Saben que solo por la obligación y la dictadura pueden imponerse".