Lamont Marcell Jacobs era, hasta el arranque del atletismo en los Juegos de Tokio, un atleta casi anónimo dentro del revuelto y desolado panorama que había dejado entre los velocistas la retirada de Usain Bolt, el tirano de los 100 y los 200 metros en las tres anteriores citas olímpicas. Nacido hace 26 años en El Paso (Estados Unidos), hijo de padre militar estadounidense y madre italiana, con la que se afincó en Desenzano di Garda (Lombardia) siendo un bebé, el italiano -asegura que se siente al 100% de ese país y que ni siquiera habla inglés de manera fluida- no aparecía en las quinielas de favoritos ni siquiera en un ecosistema en el que la ausencia del mito jamaicano y sus supuestos sucesores -Justin Gatlin, campeón del mundo en 2017, ha desaparecido de la primera plana; Chris Coleman, oro en Doha'19, está suspendido por saltarse controles de dopaje- abría muchísimo el abanico de aspirantes. Pero Jacobs ha emergido en Tokio con una inusitada fuerza y ayer domingo voló en el hectómetro para colgarse al cuello la medalla de oro con una magnífica marca de 9,80 segundos por delante del estadounidense Fred Kerley (9,84) y el canadiense Andre de Grasse (9,89).

Pero Crazy Jacobs, que aterrizó en el atletismo tras abandonar su sueño infantil de ser jugador de baloncesto y que hace un lustro brillaba más en el salto de longitud que en las pruebas de velocidad, llamó la atención nada más pisar la pista olímpica el sábado. En su primer contacto competitivo, marca personal y récord de Italia con 9,94. En semifinales, nuevo bocado a su mejor registro y plusmarca europea con 9,84. No estaba nada mal para alguien que hace dos años ni siquiera se clasificó para la final en el Mundial de Doha, firmando un discreto 10,20. Pero incluso así, y habiendo caído en semifinales el estadounidense Trayvon Bromell, que en junio firmó el mejor tiempo del año con un sobresaliente 9,77, Jacobs no centraba las miradas para subir a lo más alto del podio. Sin ir más lejos, el chino Su Bingtian y el otro estadounidense de la final, Ronnie Baker, habían sido más rápidos que él en la tercera semifinal.

Pero el rendimiento de Jacobs en la final fue magnífico. El primero que salió de la ecuación en la lucha por la gloria fue el británico Zharnel Hughes al protagonizar una salida nula. En la carrera definitiva, el italiano no fue, ni mucho menos, el que más rápido se puso en marcha. La mejor salida de tacos fue la de Kerley (0,128 segundos) y De Grasse, el sudafricano Akani Simbine y Baker reaccionaron también antes que él (0,161), pero su progresión fue magnífica, no tardó en colocarse al frente y acabó imponiéndose con autoridad. Italia ya tiene un nuevo ídolo en las pruebas de velocidad tras el histórico oro de Pietro Mennea en Moscú'80 en la prueba de 200 metros y el panorama en el hectómetro olímpico después de la retirada del tirano jamaicano se ha aclarado. A la estela de Usain Bolt ha surgido Marcell Jacobs.

Salto de altura

Tamberi, más gloria para Italia

Compartió el oro con Barshim. Minutos antes de que Marcell Jacobs ganara la final de los 100 metros, Italia ya se había dado otro baño dorado con el triunfo de Gianmarco Tamberi, que compartió gloria con el catarí Mutaz Essa Barshim en el concurso de altura. Ambos lograron una marca de 2,37 metros sin fallos anteriores antes de errar sus dos intentos sobre 2,39 y decidieron no acudir al desempate y compartir escalón en lo más alto del podio. El bielorruso Maksim Nedasekau firmó el mismo registro, pero tuvo que conformarse con el bronce al haber hecho previamente un nulo sobre 2,19. Tamberi celebró su éxito exhibiendo la escayola que tuvo que llevar hace cinco años tras romperse el tendón de Aquiles y perderse los Juegos de Río.