La lejía (hipoclorito sódico) es uno de los productos que no falta en casi ninguna casa. Su poder desinfectante y blanqueante la convierte en un básico para la limpieza del hogar, en especial de los suelos y baños, pero hay que tener mucho cuidado con ella. Es recomendable usar guantes al utilizarla, para evitar dermatitis, irritaciones cutáneas o alergias. También hay que abstenerse de inhalarla y por supuesto de ingerirla debido a su alto grado de toxicidad.

Pero lo que muchas personas no conocen es lo peligroso que puede resultar mezclar la lejía con otros productos que tenemos en casa en busca de una fórmula que pensamos que podría resultar más eficaz pero que podría provocar una desgracia. Así lo ha explicado el técnico de emergencias Miguel Assal, que triunfa con sus consejos en sus redes sociales (cuenta con más de 1,5 millones de seguidores en Instagram).

“Productos que nunca deberías mezclar con lejía”, se llama uno de sus últimos posts. Y en él hace un repaso de las mezclas que hay que evitar por los riesgos que suponen para la salud. “El más común: nunca mezcles lejía con amoniaco. Con esto estarás produciendo una reacción química formando un gas llamado cloramina altamente tóxico y mortal”, comienza su vídeo, que acumula casi 50.000 likes.

También avisa del peligro de mezclar lejía con bicarbonato: “Su combinación forma un ácido que podría ocasionar graves quemaduras en la piel y problemas respiratorios al inhalarlo”. Igualmente hay que evitar la combinación con agua oxigenada. “Genera calor, pudiendo provocar una reacción exotérmica con riesgo de explosión”.

Hay que mantener la lejía alejada también del alcohol. “Ni se te ocurra mezclarla: produce cloroformo y ácido muriático. Podría provocar lesiones severas en el sistema nervioso y en tus órganos”. Y de los desengrasantes. “Muchos de ellos llevan amoniaco y forman ácido paracético, así que generas gas tóxico, cloramina o una reacción violenta”.

Sí que se puede mezclar lejía con agua, pero, según avisa la OCU, hay que evitar hacerlo con agua caliente. Por dos razones. La primera, porque provoca que el cloro se evapore, con lo que deja de desinfectar. La segunda, y más importante de cara a la seguridad, porque calentar la lejía puede provocar cloro gas, un compuesto tóxico, corrosivo e irritante. Así que mejor siempre agua fría, y en cualquier caso la temperatura nunca debería superar los 29 grados, porque a partir de 30 ya comienza a formarse ese compuesto.