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El Casino de Artxanda: el majestuoso baluarte de la última resistencia vasca

A 110 años de su inauguración, algunas voces aún reivindican haberlo reconstruido por su simbolismo de lucha icónica

El Casino de Artxanda: el majestuoso baluarte de la última resistencia vascaINDALECIO OJANGUREN (ARCHIVO GENERAL DE GIPUZKOA)

El 18 de junio de 1937, tras cinco días de intensos combates, la silueta majestuosa del Casino de Artxanda desaparecía entre escombros. Aquel gigante que durante más de dos décadas había representado la modernidad, el recreo y el poder, se transformó en un fortín desesperado, en el último bastión de una defensa ya imposible, en la imagen final de la resistencia vasca antes de la entrada de las tropas franquistas en Bilbao.

El Casino había sido inaugurado en 1915 como símbolo de prestigio y modernidad. Lo diseñó el arquitecto Pedro Guimón Eguiguren, natural de Ondarroa, también autor del edificio del Banco de Bilbao en la Gran Vía y de otros inmuebles del recuerdo. De ideas nacionalistas, Guimón fue una figura discreta, de la que apenas se conservan datos personales. Según el investigador Luis Ángel Agirre Muxika, “si la vida privada de este arquitecto se encuentra perdida en la memoria de nuestros archivos y pocos son los datos que de él se conocen con certeza, las obras y proyectos que nos hablan de su vida profesional se hallan desperdigados por nuestra geografía, huérfanos de atención”. No se conoce con exactitud la fecha de su muerte ni la razón, detalles que darían para un reportaje. Fuentes citan que finó en 1936, 1939 e, incluso, 1948.

Su obra situada en el alto de Artxanda, a escasos metros del funicular que se inauguró el mismo año, contaba con jardines, pista de baile, terrazas, salones, galerías, restaurante y una gran escalera exterior. Durante años fue escenario de banquetes, eventos culturales, bailes y celebraciones. Un espacio de ocio para las clases acomodadas, pero también un referente arquitectónico del Bilbao de comienzos del siglo XX.

Diferentes vistas del Casino de Artxanda ya atacado en 1937.

En junio de 1937, en plena Guerra Civil, el edificio fue convertido en posición militar clave. Tras la caída del monte Abril y Santa Marina, las tropas vascas y republicanas se replegaron hacia Artxanda. El Casino, por su situación elevada y panorámica, fue considerado un punto estratégico fundamental para la defensa de la ciudad. Desde su terraza se dominaba todo Bilbao. En palabras de Aitor Miñambres, director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro: “Una vez que conquistas el Casino, desde la balconada dominas la villa. Si disparas desde Artxanda a Bilbao, entorpeces la evacuación y la defensa. Así, si el enemigo se hace con el Casino, tiene Bilbao a su merced”.

La batalla se intensificó entre el 13 y el 18 de junio. El edificio fue bombardeado repetidamente por la Legión Cóndor alemana y, según algunas fuentes, también por la aviación legionaria italiana. En medio de los ataques, los vascos consiguieron recuperarlo brevemente tras un contraataque. El propio lehendakari José Antonio Aguirre hizo un llamamiento para que los gudaris y milicianos acudieran a reforzar la posición. Muchos subieron desde la Universidad de Deusto, conscientes del peligro. “En aquel tiempo ya no eran batallones completos. A veces no quedaban más que 80 o 250 hombres por unidad. Se recomponían como podían”, precisa Miñambres. Entre las unidades antifascistas que combatieron en la zona estaban Itxarkundia, Itxas-Alde, Kirikiño, Rosa Luxemburgo, Rebelión de la Sal, Barakaldo, Amuategi, Gordexola, UGT-2 Indalecio Prieto, UGT-8 Jean Jaurès o el ANV2 Euzko Indarra, entre otros. Muchos de los enfrentamientos más duros tuvieron lugar en torno al Casino. Según testimonios de la época, entre los escombros del edificio “se encontraron cuerpos sin vida y una ikurriña ensangrentada”.

Diferentes vistas del Casino de Artxanda ya atacado en 1937.

Desde distintos puntos de Bilbao se veía cómo Artxanda temblaba bajo las bombas. El 18 de junio, el Casino quedó completamente destruido. Al día siguiente, Bilbao fue ocupado por las tropas franquistas. La ciudad había resistido durante 80 días y noches de ofensiva continuada.

Años después, en 1979, el senador jeltzale Iñaki Anasagasti propuso reconstruir el Casino como lugar de memoria, inspirándose en ejemplos como el del Castillo Real de Varsovia, que fue reconstruido tras la ocupación nazi. “Aquí, como en Polonia, podríamos haber hecho lo mismo”, dijo entonces, “que Atila no gane nunca”.

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La propuesta no se llevó a cabo. Hoy no queda vestigio del edificio original, sobre la antigua pista de patinaje, junto a una fuente y a la escultura La Huella, de ocho metros de altura y 8 toneladas de peso, de Juanjo Novella, que recuerda la lucha antifascista. Cada año, en ese espacio de memoria se conmemora un acto de homenaje a los combatientes que defendieron Bilbao.

Las generaciones mayores aún recuerdan a día de hoy haber jugado entre las ruinas del Casino en su infancia, hasta casi la década de los 50 de la centuria jubilada. Hoy, el lugar permanece como punto simbólico de la historia colectiva. Si algún día se escribe una publicación sobre esta batalla final de Artxanda, Miñambres estima que la portada debería mostrar el Casino derruido, símbolo de la última resistencia. Desde allí aún se domina la villa capitalina en esta era posdictatorial.