"Zoatz!". Esa orden de “vete” fue quizá la última palabra que el comandante Cándido Saseta pronunció el 23 de febrero de 1937 en Areces. La dirigió al gudari José María Latiegi, apellido mal transcrito en partes de guerra como Lartitegui. Su apellido materno era Arrazola. Era el último antifascista que, según la versión oficial, lo vio con vida en plena retirada. Este momento, registrado en partes oficiales del Gobierno vasco y ahora reconstruido gracias a documentación inédita, convirtió al combatiente ekintzale en testigo directo de los últimos segundos del jefe de la expedición solidaria vasca en Asturias.
El investigador Eduardo Renobales, autor de la labor documental que ha permitido recuperar estos hechos a partir de archivos militares y de Presidencia del Gobierno vasco en guerra, subraya el perfil humano del gudari que despidió a Saseta: “José María Latiegi, que en algunos documentos se le señala erróneamente como integrante del batallón Amayur, es un ejemplo más de trabajador comprometido con los valores democráticos de la república y los derechos de Euskal Herria”, introduce y va más allá: “Se ve abocado a dejar su vida cotidiana, su familia, y participar en una guerra que nunca deseó que se produjera. Junto a él, vio caer a decenas de compañeros de militancia, también jóvenes entregados a la causa de la libertad. La crueldad de la guerra, la cárcel y los batallones de trabajo marcaron posteriormente su vida como a muchos otros que sobrevivieron”.
Latiegi nació en Oñate en 1912. Residente en Donostia y agente comercial, se enroló el 5 de diciembre de 1936 en el Batallón nº 23 de Eusko Gudarostea, unidad controlada por ANV–EAE. Inició su servicio en posiciones de guardia entre Arlaban y el macizo del Albertia, tras la fallida ofensiva sobre Legutio.
A comienzos de 1937 su unidad fue enviada a Asturias para apoyar a los republicanos cercados en Oviedo. El Eusko Indarra –reforzado por la Tercera Compañía del batallón Olabarri, también de ANV– entró en acción entre el 21 y el 23 de febrero en Areces. La ofensiva resultó en un desastre para las tropas vascas: el Eusko Indarra sufrió al menos 95 muertos y cerca de un centenar de heridos. Aun así, junto al batallón jeltzale Amaiur, lograron ocupar Areces y sostener la posición casi 48 horas, mientras otras unidades no alcanzaban los objetivos previstos.
El 23 de febrero, cuando el batallón Prieto amagó con retirarse por falta de munición, Saseta reaccionó con indignación desde el Puesto de Mando. Sabía que sus batallones quedaban expuestos. Minutos después, el contraataque franquista estalló. Fiel a su costumbre de comandar junto a sus hombres, Saseta cruzó el Nalón y se acercó a primera línea, donde los gudaris iniciaban la retirada bajo fuego de ametralladora. En las campas abiertas detrás de las casas de Areces, un francotirador lo alcanzó mortalmente poco después del mediodía.
Latiegi avanzaba en la retaguardia del repliegue. Cerca del paraje que luego sería conocido como el Pradón de los Vascos, vio un cuerpo tendido junto al camino de Premoño a Areces. Al acercarse comprobó que aún se movía y reconoció al comandante. Se arrodilló junto a él. El de Hondarribia, agonizante, le ordenó: “Zoatz!”. Ante la proximidad del enemigo, Latiegi tomó la pistola del comandante y continuó hacia el Nalón. Ya de noche, tras cruzar nuevamente el río, comunicó la muerte a sus superiores y entregó el arma.
Los documentos del Gobierno vasco completan la escena. Un enlace del Eusko Indarra –registrado como “Lartitegi Arrazola”– informó que halló al comandante con una herida sangrante cerca del oído y que, “asegurado de que era cadáver”, tomó su pistola y se retiró a Premoño. Desde Lugones, ese mismo día se notificó a Bilbao la “muerte heroica del jefe vasco”. En los días siguientes llegaron mensajes de pésame del Delegado del Gobierno en Asturias, del Jefe del Estado Mayor y del Comisario General del Ejército del Norte.
Tras la ofensiva asturiana, Latiegi combatió en Otxandio, Urkiola y Bizkargi hasta la caída en Santoña. Posteriormente pasó por batallones de trabajo y campos de internamiento –Miranda de Ebro y Villafría– durante 29 meses. Obtuvo libertad condicional en febrero de 1940, tras informes que destacaban su “buena conducta” y la “corrección” de su ideología. A su salida, apenas conservaba unas pocas pertenencias registradas por la administración del campo.
Gracias a los documentos recuperados, la figura de José María Latiegi se sitúa como testigo de uno de los episodios más significativos de la expedición vasca a Asturias: el instante exacto en que Cándido Saseta cayó mortalmente herido y pronunció su última palabra. También representa el destino de los gudaris que sobrevivieron a la guerra, la cárcel y los batallones de trabajo, es decir, esclavos de Franco.