Una tienda de la marca bávara Adidas. Allí, donde José María Iparraguirre Balerdi (Urretxu, 1820 – Ezkio-Itxaso 1881) cantó por primera vez el Gernikako arbola en España hay hoy un negocio deportivo de la firma germana. Fue en el Café San Luis, anejo a Gran Vía. No obstante, quien no solo camina mirando al móvil –antaño el periódico impreso– y levanta la vista, se topa en ese lugar con una placa, como le ocurrió días atrás al investigador Mikel Castrillo Urrejola. “A pocos metros de la Puerta del Sol –narra este hijo de una superviviente del bombardeo contra Otxandio de julio de 1936 a DEIA–, se encuentra lo que se conoce como la red de San Luis, lugar donde confluyen la calle Montera con la Gran Vía. En uno de los edificios, el número 44 de la calle Montera, hay una placa de mármol, y no pequeña precisamente, que recuerda un hecho que sucedió en dicho lugar a mediados del siglo XIX y que puede parecer un tanto curioso”. El acontecimiento que reseña el granito es muy escueto: “En este lugar estuvo el café de San Luis donde el año 1853 José María Iparraguirre interpretó por primera vez en España el zortziko Guernikako Arbola. En el primer centenario de su muerte, el Ayuntamiento de Madrid le dedica este recuerdo: 7 de noviembre de 1981”. Según las crónicas de la época, en dicho local se solían reunir los vascos que residían en la Villa y Corte. Un año después, interpretó la canción en la romería del puerto de Urkiola, como también queda escrito en una placa junto a la famosa roca que ni es meteorito ni casadera y que un rector del santuario colocó en aquel lugar. Fue el abadiñarra Benito Vizcarra Arana, hermano del histórico sacerdote franquista, Zacarías Vizcarra, recordado porque cambió la denominación del Día de la raza por la de Día de la Hispanidad. Como ya publicó este periódico en primicia, la fecha de colocación de la piedra fue el 29 de noviembre de 1929.

Volviendo al tema de Iparraguirre, el Gernikako arbola y Madrid, Castrillo valora que lo primero que habría que destacar es que no se puede considerar algo casual que Iparraguirre estuviera en Madrid y frecuentara el café San Luis, “pues la vida del bardo de Urretxu fue de todo menos sosegada”. Según relata, el primer contacto con la ciudad se produjo siendo un niño que no contaba más de doce años. Su familia se trasladó a Madrid y, a su llegada, ingresó al muchacho en el colegio jesuita de San Isidro el Real. “Pero no duró mucho su estancia pues a la edad de trece años, se escapó de casa para alistarse como voluntario en la Primera Guerra Carlista. A partir de ahí su vida fue un continuo ir y venir, teniendo una participación activa en infinidad de momentos históricos. Sin ir más lejos, participó en la revolución de 1848 en Francia”.
Tardó 19 años en volver a residir en Madrid, 13 de ellos los pasó en el exilio después de la primera contienda carlista, que le llevaron a recalar en Francia, Suiza, Alemania, Italia e Inglaterra, desde donde pudo regresar a Bilbao para, posteriormente, volver a instalarse durante un breve espacio de tiempo en Madrid, “época en la que al parecer Iparraguirre solía frecuentar el café de San Luis, donde se reunía con otros vascos que residían en el Foro cuando en 1853 interpretó el Gernikako Arbola”.
Se ha escrito mucho sobre Iparraguirre y su himno. Y el tema da para abrir un profundo debate: ¿El reivindicado como himno nacional para los territorios vascos nació de manos y voz de un carlista en Madrid? Existe, además, desconcierto en la autoría de la letra y música de este zortziko. Se estima que en el café San Luis interpretó el Gernikako arbola junto al compositor, Juan María Blas de Altuna y Mascarua, natural de Durango y organista de Lekeitio. El investigador Ángel Sagardia, apostilla en la enciclopedia Auñamendi que “afirman algunos eruditos que colaboró en dicho himno, y otros lo consideran su autor”.
Castrillo Urrejola agrega que, si bien en infinidad de libros y artículos se recoge que fue interpretado por primera vez en Madrid en 1853, Jose Mari Esparza Zabalegi, en su libro Biografía del Gernikako Arbola, deja este extremo un tanto en el aire, al hacerse eco de lo escrito por el político e historiador guipuzcoano Fermín Lasala, que sitúa la primera interpretación del himno en julio de 1852, con motivo de una reunión de las juntas generales de Gipuzkoa. “Lo que nadie pone en duda es que la interpretación que se realizó en Madrid fue, sin duda alguna, tan exitosa que a partir de ese momento se convirtió en algo más que una simple canción”, subraya. Las crónicas se hicieron eco de lo acontecido en la capital de aquel reino, “relatando que tuvo mucho éxito y la canción corrió como la pólvora entre la comunidad vasca allí afincada para, luego, expandirse por toda Euskal Herria para seguidamente pasar el océano y llegar a América”, estima; y va más allá: “Fue un himno que pasó de estar prohibido y/o reprimido durante la Restauración española, a interpretarse en Madrid en muchas ocasiones con motivo de diferentes manifestaciones culturales y artísticas”.
A juicio de Castrillo, quizá la mejor definición que se puede hacer de la composición musical que realizó el urretxuarra la hace Esparza cuando, en el ensayo reseñado, se expresa de la siguiente forma: “Nacido como himno carlista y foralista, fue inmediatamente asumido por liberales, conservadores, federales o republicanos; luego pasó a las nuevas expresiones políticas, como socialistas, comunistas y nacionalistas. […] Y donde unos veían un poso religioso, otros interpretaban lo contrario: un himno liberal y laico, como los árboles de la Libertad que expandió por el mundo la Revolución francesa. Para unos representaba las libertades forales dentro de la España monárquica o republicana; para otros, un canto a la independencia o al internacionalismo. Como el mapa del territorio, un himno nacional identifica a toda la ciudadanía; luego, cada cual sueña la patria pintada con sus propios colores”.
El 7 de noviembre de 1981 en el lugar donde estaba ubicado el Café San Luis, fue inaugurada por parte del que fuera alcalde socialista de Madrid, Enrique Tierno Galván, una placa recordando el lugar donde Iparraguirre interpretó el Gernikako Arbola. En el acto participó el Orfeón de Euskal-Etxea de Madrid que interpretó el zortziko. “Siempre que el recorrido de la Korrika transcurre por ese lugar, se suele hacer una parada para cantar el Gernikako Arbola”, concluye. La guitarra de Iparraguirre, mientras tanto, retiene sus recuerdos en silencio en una vitrina de la Casa de Juntas de la villa foral.