Hace exactamente ocho años, el 20 de abril de 2017, falleció Mechthild Dortmund, una gran mujer de mente intelectual alemana y bonito corazón dividido entre su país de origen y Gernika-Lumo. Se cumplen ahora diez años del aniversario en el que ella y su entonces pareja, Hubert Brieden, ilustraron al pueblo vasco con una exposición en la antigua fábrica de armas Astra en la que se ratificaba que el horror del ataque aéreo de 1937 comenzó en la base aérea de Wunstorf.

“Mechthild y Hubert contaban que, en aquella localidad, se formó el 70% de los militares que bombardearon la villa foral”, evoca con cariño hacia su amiga la abadiñarra Esti Ruiz y aporta a DEIA una fotografía en la que se ve a la apasionada de la costa de Urdaibai con un megáfono en la plaza consistorial de los Fueros. 

Se cumplen, asimismo, diez años de la solicitud a la alcaldía vizcaina de un hermanamiento que no llegó a institucionalizarse: el de Gernika con Wunstorf, ciudad del norte de Alemania, en el land de Baja Sajonia.

En la hemeroteca de la época quedó la impronta de aquella intérprete que anhelaba de algún modo que la ciudad germana de 10.000 habitantes en tiempos de la guerra, y hoy de 45.000, pudiera con el proceso de acuerdo bilateral borrar el sentimiento de lo que aquella base de formación militar llevaba a cuestas.

Vergüenza

“Según me decía, en Wunstorf la palabra Gernika era un poco un tabú, algo de lo que algunos no querían hablar por vergüenza…”, apostilla Ruiz. Por ello, Brieden estuvo investigando aquel capítulo durante treinta años y cotejó nombres de pilotos bombarderos. De hecho, la propia Dortmund manifestaba en un vídeo que “el rumor de que los pilotos se formaron en la base aérea de Wunstorf era cierto”. En consecuencia, los diferentes estudios publicados por Brieden, originario del propio Wunstorf, fueron “muy controvertidos, pero nadie pudo refutarlos”.

La activista teutona argumentó en un vídeo que quería “mantener vivo el recuerdo de este crimen de guerra contra la humanidad y ojalá conseguir un hermanamiento entre estas dos ciudades: Wunstorf, como autora de origen del crimen y Gernika, como víctima de la masacre”, divulgaba. La muestra que materializaron durante la conmemoración del 77º aniversario llevó por título Ein voller Erfolg der Luftwaffe, es decir, ‘Un éxito de la fuerza aérea alemana’.

Mechthild Dortmund, nacida el 13 de marzo de 1952 en un pueblo cercano a Hannnover, trabajó como docente de alemán y castellano en el instituto de secundaria IGS Langenhagen de Hannover, tras haber completado carrera universitaria en estas materias. Su lucha antifascista la llevó en numerosas ocasiones a Gernika-Lumo, donde soñaba pasar temporadas cuando llegara el momento de su jubilación. Sin embargo, no fue posible ya que un cáncer frustró su futuro y anhelo. 

Su firme entrega y compromiso con la villa que habían volatilizado sus paisanos fue ejemplar. Así, fue organizadora de viajes en 2013 y 2014 a Gernika-Lumo con grupos de alemanes intentando alcanzar el hermanamiento con Wunstorf –incluida la vicealcaldesa de la ciudad–, sueño que según un libro de Iratxe Momoitio ya lo proyectó el partido Die Grünen (Los Verdes) en 1984, es decir, hace 40 años. “La iniciativa no prosperó, ya que las autoridades de Wunstorf se desdijeron de ese plan”, mantiene la autora, quien va más allá en la publicación: “Finalmente, se mezcló la cuestión del hermanamiento de las dos ciudades con el problema de la violencia de ETA en el País Vasco, lo que condujo al alemán a no continuar con las conversaciones”.

El parlamentario Alfred Mechtersheimer propuso entonces para el hermanamiento su ciudad natal, Pforzheim, y argumentó que aquella ciudad había sido destruida en un 83% por bombarderos británicos. “Ambas localidades eran, por lo tanto, víctimas de la guerra”, concluye Momoitio en El bombardeo de Gernika y su repercusión internacional, publicado por la fundación del Museo de la Paz de la villa foral.

Dortmund y Brieden continuaron con la tentativa. Ella dejó huella en Busturialdea, adonde llegó con un importante currículo de solidaridad como fundadora y locutora de Radio Flora de Hannover, emisora especializada en temas de activismo social y político. Destacaba, asimismo, por su incansable lucha feminista, trabajando con organizaciones de América Latina. Apasionada traductora, llegó a trabajar con intelectuales hispanoamericanos de la talla de Mario Benedetti o Eduardo Galeano en sus visitas a Hannover.

Quienes la conocieron la recuerdan, además, como coautora del catálogo de fotos Fluchtlinien (Rutas migratorias) en el que se analizan los testimonios de diferentes extranjeros llegado a la zona de Hannover. Fue, además, militante en otras causas humanitarias. Muchos la recuerdan como profesora en los campos de refugiados sudaneses instalados durante una larga temporada en la ciudad alemana citada. Completa su valiosa obra personal el libro Einen Tag länger als die Continental, en el que narra la lucha de trabajadores de una empresa mexicana de neumáticos curiosamente llamada Euzkadi ubicada en El Salto con el fin de defender sus puestos de trabajo ante la multinacional germana.

Su amiga, la profesora Esti Ruiz, quien conoció a la filóloga en un colegio de Madrid donde la vasca trabajaba, no la olvida y menos aún según se ha ido acercando el aniversario de su pérdida. “La recordaré siempre como una mujer que dedicó toda su vida a innumerables causas sociales y a ayudar a las personas más vulnerables”, afirma.

Pasión por Laga

Entre sus pasiones destacaba la música del cantautor uruguayo Daniel Viglietti, la literatura de Mario Benedetti y, sobre todo, el profundo amor que sentía por su familia: Möritz, Catia, Naima y Heike. Era –transmite con aprecio y admiración– una enamorada de Euskadi, del euskara y, en especial, de la playa de Laga, a la que soñaba con volver al recuperarse del cáncer que se llevó su vida. Esti, emocionada, redondea esta historia con un conmovedor recuerdo final: “Lo último que me escribió apenas unos días antes de morir fue lo siguiente: Anoche me invadió la esperanza loca de poder viajar a Gernika. Poder ir a la playa de Laga. Y pensé que de ahí podía seguir nadando, hasta mezclarme con el agua y no volver más a la tierra”.