La primera celebración del Aberri Eguna, Día de la Patria, fiesta nacional vasca, tuvo lugar el 27 de marzo de 1932. En el contexto de los inicios de la II República española desde el Partido Nacionalista Vasco (PNV) se decidió instituir y celebrar un día nacional de fiesta y reivindicación y se eligió esta fecha como conmemoración del 50º aniversario lo que podía considerarse como el inicio del nacionalismo vasco, celebrándose así lo que llamaron las “bodas de oro del nacionalismo vasco”.

Se conmemoraba el momento en el que el fundador del PNV, Sabino de Arana y Goiri, asumió su identidad vasca, acontecimiento que recordó con la frase “Bendito el día en el que conocí a mi Patria y eterna gratitud a quién me sacó de las tinieblas extranjeristas”. Precisamente la colocación de una placa con estas palabras en la fachada de la que fue su casa en Bilbao, Sabin Etxea, fue el acto central de la masiva celebración de aquel 27 de marzo de 1932, posiblemente la más multitudinaria habida hasta entonces, calculándose en torno a 65.000 las personas que venidas de todo el País Vasco se reunieron en aquel homenaje. El discurso principal lo pronunció la persona aludida en la frase, Luis de Arana y Goiri, hermano mayor de Sabino, que tras una conversación le decidió a asumir su identidad vasca, teniendo el que sería líder del nacionalismo 17 años, una edad adolescente en la que se conforman las personalidades e identidades.

Estando tan documentada la celebración de este primer Aberri Eguna en 1932, tanto gráficamente por carteles y fotografías como literalmente, especialmente en discursos y declaraciones publicados en prensa, resulta relativamente sorprendente que en los últimos años hayan aparecido relatos sobre este acontecimiento desde la Izquierda Soberanista en los que no aparecen ni su promotor, el Partido Nacionalista Vasco, ni su motivo. Esta tergiversación ha llegado al punto de adjudicar la iniciativa a personas disidentes de este partido, como Elías de Gallastegi, quien no participó en su organización, o a afirmar que se decidió con la referencia de la sublevación irlandesa de 1916 conocida como Alzamiento de Pascua.

Luis de Arana y Goiri en el primer Aberri Eguna, 1932. Un reportaje de Juan José González y Luis de Guezala

Sin embargo, si alguien se toma la molestia de revisar la prensa de aquellos días encontrará un única referencia a Irlanda, expresada por Jesús de Zabala en representación de Acción Nacionalista Vasca de la Argentina (PNV) con estas palabras: “También el nacionalismo vasco celebra su Pascua; pero no como aquella de los sicilianos e irlandeses, sino con anhelos de paz, lejos de la violencia material”. Ironías que nos ofrece la Historia.

La referencia al aniversario, las “bodas de oro”, dejan claro que el acontecimiento se produjo en 1882 pero, ¿se dio también un Domingo de Resurrección? Creemos que es posible que no lleguemos nunca a saber esto con certeza. Pudo ser que en 1932 se eligiera desde el PNV la fecha por motivos prácticos y políticos. Por un lado, el sentido de la resurrección encajaba bien con el relato de una Patria a punto de desaparecer pero que podía resucitar o resurgir de sus cenizas. Por otra parte, mostraba su encaje con el carácter confesional y católico del partido y de la gran mayoría de los nacionalistas vascos de la época, a pesar que la jerarquía de la Iglesia de Roma estuviera fuertemente posicionada en su contra y a favor del nacionalismo españolista. Y, además, la fecha móvil recaía siempre en un festivo independientemente de que los vascos no dispusieran de un Estado propio como españoles o franceses que pudieron hacer festivos sus días nacionales (12 de octubre y 14 de julio respectivamente) y facilitar así la participación colectiva en su celebración.

Cabe la posibilidad de que la conversación entre los dos hermanos Arana tuviera lugar en realidad en el verano de 1882, como ya planteó el historiador Jean-Claude Larronde en su biografía de Luis de Arana. Luis estudiaba fuera del País Vasco y este tiempo vacacional posibilitaba mucho mejor su estancia en el domicilio familiar que en los escasos días festivos de la Semana Santa. Y, además, en el mes de agosto de 1882 se produjo en Bilbao un acontecimiento: La Exposición Provincial de Bizkaia.

Tuvo lugar tan solo seis años después del final de la última Guerra Carlista y la abolición de las instituciones tradicionales vascas, forales, por los vencedores partidarios de Alfonso XII. El País Vasco fue ocupado militarmente por un ejército de 40.000 soldados que impuso la “ley marcial” y la censura de la prensa para que no fuera posible protestar públicamente ni defender las instituciones forales. Y en este marco de derrota, asfixiante y opresivo, la cultura y el arte ofrecieron la única posibilidad de resistencia, como ocurriría también en otros tiempos tristes y futuros.

La exposición seguía el modelo de una serie comenzada en Europa por la Exposición Universal de Londres de 1851, seguida por París en 1855 y otras posteriores que pretendían reflejar los progresos del siglo XIX, primeramente solo en aspectos económicos, agrícolas e industriales, y posteriormente englobando también avances científicos y artísticos, de ámbito estatal, regional o, como en este caso, provincial.

Instalada en el Instituto Vizcaíno de Bilbao, y aprovechando el período vacacional, se inauguró el 11 de agosto y se mantendría abierta tres semanas. Ese mismo día tuvo lugar el fallecimiento a causa de una meningitis de Juan de Arana y Goiri, hermano mayor de Luis y Sabino, por lo que cabe suponer que no asistirían a la inauguración sino que visitarían la exposición algunos días más tarde. Allí pudieron encontrar, por primera vez en años, y de forma pública, una obra de arte de resistencia ante la ocupación y la derrota. Nos referimos al cuadro de Anselmo de Guinea titulado nada menos que Jaun Zuria jurando defender la independencia de Bizkaia. Una obra historicista, como era habitual en la época, pero no de la exaltación imperante de las glorias pretéritas españolas sino de la resistencia y el foralismo vascos prohibidos y perseguidos en ese momento.

El protagonista, Jaun Zuria, era un primer Señor de Bizkaia que había acaudillado a sus habitantes en la defensa de su territorio frente a una agresión externa y que, tras la victoria atestiguada por las armas de los vencidos sobre las que se arrodillaba, juraba solemnemente ante un altar mantener la defensa de Bizkaia para que pudiera seguir siendo independiente manteniendo sus usos y costumbres, sus Fueros. Sobre el altar, junto a un árbol, se puede distinguir una primitiva bandera de Bizkaia, con aspa roja sobre fondo blanco, y el libro ante el que jura, que podría ser tanto un libro religioso como los propios fueros. Como detalle curioso, entre muchos que pueden apreciarse en esta obra, parece que los montes del fondo no serían los que podrían apreciarse desde Gernika sino en el Duranguesado, en una perspectiva que podría situar la jura en Gerediaga, con el Anboto y otras cimas de fondo.

La obra reproduce por ello una idea central del foralismo vasco como era la supeditación que debían sus señores o monarcas a los ordenamientos forales, que debían jurar y obedecer para que su señorío fuera legítimo, como consecuencia de un pacto previo por el que estaban obligados a cumplirlos. Un pacto que no podía romperse unilateralmente, como acababa de ocurrir. Y también estaba presente la idea de una independencia originaria, obtenida y mantenida en mil batallas, a la que se podía retornar en caso de incumplimiento por parte del Señor del pacto y de sus obligaciones.

Sabino de Arana y Goiri.

Sabino de Arana y Goiri. Un reportaje de Juan José González y Luis de Guezala

No puede considerarse casual que Sabino de Arana titulara su primer libro, por el que comenzó a ser conocido públicamente diez años después, cuando inició su actividad política, precisamente Bizkaia por su independencia. Y que su contenido fuera el relato de lo que subtituló Cuatro glorias patrias, cuatro batallas medievales; la primera de ellas la semilegendaria de Arrigorriaga, tras la que se interpretaba que comenzaba el Señorío de Jaun Zuria con la escena que plasmó Anselmo de Guinea en esta exposición.

No sería extraño que tras impresionarse, en tiempos de derrota y desesperanza, por esta visión del pasado, de solemnidad, victoria y fuerza, los hermanos Arana discutieran sobre la identidad de los personajes que aparecían en el cuadro y sobre la suya propia. ¿Vascos y españoles o vascos o españoles? ¿Patria “chica” y Patria “grande” o solo una Patria? ¿Debían los vascos desaparecer como vaticinaban geógrafos como Réclus o pedían la administración y la intelectualidad españolistas, empezando por el abandono de su cultura e idioma?

La obra de Guinea obtuvo una medalla de oro que no pudieron impedir ni ejércitos de ocupación ni leyes marciales. Tan solo dos años antes el gobernador civil había prohibido que ondeara esta bandera de Bizkaia en el balcón de la Sociedad Euskal Herria. Guinea la introdujo en su cuadro de forma que pudiera pasar desapercibida para los ojos de los censores, situándola de forma oblicua como dosel sobre el altar para que solo una mirada atenta y conocedora pudiera descubrirla. Fue esta una de las dos medallas de oro destinadas a obras de pintura, de cuatro que se concedieron en todas las modalidades artísticas entre 139 obras presentadas por 40 artistas. Los bizkainos de 1882 siguieron así, “por sus fueros”, rompiendo la prohibición expresa de libertad de expresión premiando una pintura. Esto explica también que cuando falleciera en 1906 Anselmo de Guinea desde el nacionalismo vasco se le homenajeara y definiera como “el pintor de la Patria”. Puede que nunca sepamos con certeza, aparte del año, cuál fue el “bendito día en el que conocí a mi Patria” al que se refería Sabino de Arana. Nosotros solo apuntamos aquí una posibilidad.