Con la caída de Santander, el 26 de agosto de 1937, en manos del Ejército franquista, el Norte republicano quedó reducido a su territorio más occidental, donde precisamente por esas fechas era proclamado el Consejo Soberano de Asturias y León. Así, la región gobernada por el revolucionario socialista Belarmino Tomás, pretendió defenderse del enemigo sin depender de las directrices del Gobierno de la República española.

Hasta Asturias habían llegado miles de vascos huyendo del avance franquista o resistiéndose a éste: refugiados, dirigentes, trabajadores, heridos de guerra y combatientes en activo. Con vistas a atender a todas estas personas se creó en Gijón la Delegación del Gobierno de Euzkadi en Asturias, de la mano de Luis Alfaro González, quien se empeñó, desde el primer día y hasta el último, en un solo propósito: salvar todas las vidas en peligro; todas, hasta el último hombre.

El gran filántropo

Luis Alfaro González, militante de Izquierda Republicana y secretario del gobernador civil de Navarra, consiguió huir del horror del golpe de Estado del general Mola en Pamplona y alcanzar la zona leal. En Bilbao, ejerció como secretario de Orden Público del Gobierno vasco hasta el final, en junio de 1937, de donde partió hacia Santander. Allí realizó labores de asistencia social a la población vasca durante los siguientes dos meses. La caída de la capital cántabra le sorprendió en Gijón, desde donde llevó a cabo la evacuación de 8.000 refugiados civiles durante los primeros días de septiembre de 1937.

Acta del Frente Popular de Euzkadi, constituido por todos los partidos y sindicatos vascos presentes en Asturias.

De conformidad con el lehendakari José Antonio Agirre, la actividad de Alfaro comenzó a abarcar todas aquellas áreas en las que los vascos necesitasen la ayuda de su Gobierno: “los primeros momentos fueron verdaderamente difíciles para todos los vascos que vinieron huyendo del invasor (…) ya que se creaba un problema de alojamiento y de alimentación, cosas ambas escasas en Asturias”. Así nació la Delegación de Euzkadi, con sede en la calle Corrida nº 54, de Gijón.

El Frente Popular de Euzkadi

Paralelamente, se creó en Gijón el 31 de agosto el Frente Popular de Euzkadi, integrado por representantes de todos los partidos políticos y sindicatos antifascistas del País Vasco: Acción Nacionalista Vasca, Confederación Nacional del Trabajo, Federación Anarquista Ibérica, Izquierda Republicana, Partido Comunista, Partido Nacionalista Vasco, Partido Socialista, Solidaridad de Trabajadores Vascos, Unión General de Trabajadores y Unión Republicana, a los que luego se unieron las Juventudes Socialistas Unificadas. A pesar de su nombre, esta agrupación no guardaba relación con la coalición electoral homónima de 1936, ya que aquella no incluía a nacionalistas ni anarquistas.

Telegrama de felicitación del Gobierno de Euzkadi a los batallones vascos defensores de la Sierra de Cuera.

Se designó presidente al socialista Manuel Soto; secretario general al republicano de izquierdas Fernando Cobo; y secretario de actas al ugetista Manuel Garrido, disponiendo todas las formaciones de sus correspondientes vocales. La nueva plataforma telegrafió: “Al Gobierno de Euzkadi Bayona: Constituido Frente Popular. Todas Organizaciones País Vasco. Atender Todos. Esperamos Noticias. Saludos”.

El lehendakari Agirre ofreció a Belarmino Tomás todos los barcos de que disponía, pero la decisión del líder asturiano era “de aquí no se va nadie”

El 6 de septiembre, los representantes del Frente Popular de Euzkadi acompañados de Luis Alfaro, se presentaron al gobernador de Asturias y León, Belarmino Tomás, quien les comunicó “que deberían ponerse de acuerdo con la Delegación del Gobierno Vasco, para que no existiera más que una representación genuina del Gobierno Vasco en Asturias, y que creía que esa representación debiera ostentarla el Frente Popular colaborando con la Delegación del Gobierno”. Siguiendo esa indicación, decidieron mantenerse como una representación de partidos y sindicatos vascos que canalizase las reclamaciones y necesidades de su ciudadanía, actuando como una junta colaboradora de la Delegación de Euzkadi en Asturias, con cinco comisiones: Gobernación, Guerra, Evacuación e Industria, Propaganda, y Asistencia Social y Sanidad. De esta manera, la Delegación fue agrupando en torno a ella todos los esfuerzos para mejorar la vida de los vascos radicados en Asturias.

El Ejército vasco en Asturias

Inmediatamente a la ocupación de Santander, el Ejército franquista pasó a la ofensiva en Asturias. El primer embate se produjo a unos 100 kilómetros de Gijón, con el propósito de tomar la Sierra de Cuera y forzar el Mazuco. En la defensa se distinguieron los batallones vascos que habían sobrevivido a la hecatombe de Santander. Así, el Gobierno de Euzkadi, el 6 de septiembre, felicitó al comandante de la 50ª División de Choque, Juan Ibarrola, y a los combatientes de los batallones Isaac Puente y Larrañaga: “Para todos nosotros es una razón de supremo orgullo que, en los momentos difíciles por que atraviesa el norte, sean precisamente fuerzas procedentes de Euzkadi, las que por su conducta viril, sean ejemplo de decisión, entereza y heroísmo”.

El batallón MAOC 1 Larrañaga, en Asturias, en una imagen retrospectiva de 1936.

En las fechas posteriores, las fuerzas vascas permanecieron en el XIV Cuerpo de Ejército, alcanzando en su reorganización unos 10.000 efectivos, si bien carecían de equipo y armamento adecuado, consumido tras meses de guerra incesante. A tal efecto, Alfaro solicitó al lehendakari el envío de prendas de vestir y útiles de aseo, además de armas y pertrechos, ya que en Asturias no se les llegó a proporcionar por su escasez.

Una actividad incesante

Los problemas a los que se enfrentó el delegado de Euzkadi –acompañado de su secretario, Almiro Pérez Moratinos– fueron de muy distinta índole y, en algunos casos, difíciles de resolver. En palabras del testigo José Miguel Saseta, “el Sr. Alfaro no dejó en ningún momento de enfrentarse con el Consejo Soberano de Asturias, en defensa de los derechos de los ciudadanos vascos”. La prioridad principal, ante las dificultades de alojar y mantener a los 16.000 refugiados civiles vascos que permanecían fuera de Gijón, fue la necesidad de barcos para evacuarlos, para lo cual Alfaro solicitó su fletamento al lehendakari Aguirre, con quien mantuvo estrecha relación durante todas esas semanas. De la misma manera, se confeccionaron listas de funcionarios de Correos, de maestros de escuela, de agentes de Policía y de unos 350 cargos públicos o de responsabilidad que cabía hacer salir de Asturias si los franquistas culminaban su propósito de conquista.

Otro grupo que merecía la atención de la Delegación vasca de cara a su evacuación fue el de los heridos de guerra que necesitaban tratamiento especial, unos mil; así como el colectivo de 850 hombres desmovilizados al ser declarados incapaces totales para el servicio de armas y para el trabajo, los cuales, al ser considerados civiles por el Ejército y militares por la autoridad civil, no percibían ayuda ni alimento alguno de manera oficial.

Llegada a Francia de refugiados desde Asturias en el vapor ‘Cervantes’.

Finalmente, la situación de medio centenar de detenidos por intentar abandonar Asturias en barco, con documentación vasca no reconocida por las autoridades locales, también mereció el amparo de la Delegación Vasca.

Con vistas a mejorar las condiciones en las que se encontraban sus ciudadanos, Alfaro solicitó a Aguirre dinero para pagar salarios, afrontar necesidades de las cajas de ahorros vascas, abonar la hospitalización de heridos de guerra vascos en Asturias y muchos otros cometidos, para lo cual el lehendakari ordenó el envío de dos millones de pesetas.

Y así, si bien al principio las relaciones con la administración asturleonesa fueron tensas, posteriormente fueron mejorando considerablemente.

El último acta de la tragedia

A lo largo del mes de septiembre de 1937, el avance del Ejército franquista era imparable, mientras la Asturias republicana resistía cada vez más débilmente. Para comienzos de octubre, y a los ojos de cualquier observador objetivo, la suerte del territorio estaba echada y la derrota definitiva era sólo cosa de más o menos tiempo. En esa tesitura, la actitud más prudente era la de salvar al Ejército republicano y al máximo número de personas significadas, cuya vida correría peligro en manos del enemigo. Cabía pues organizar la evacuación por mar, concienciando a las tropas en retirada para que, ordenadamente, contuviesen al enemigo hasta el total embarque y puesta a salvo de las últimas unidades.

Gracias a los esfuerzos del delegado del Gobierno de Euzkadi, pudieron embarcar miles de vascos en Gijón y Avilés, con destino a Francia

A tal efecto y, buscando a su vez la salvación de todos los vascos encerrados en el cerco, el lehendakari Agirre ofreció a Belarmino Tomás todos los barcos de que disponía, pero la decisión del líder asturiano era “Que nadie mire al mar, porque de aquí no se va nadie. El que mire al mar es un traidor”, aunque él y sus más estrechos colaboradores tenían pensado salir en el destructor Císcar en cuanto las cosas se pusieran difíciles. Este buque fue hundido en el puerto de El Musel el 20 de octubre por la aviación franquista, lo que precipitó la salida de los dirigentes asturianos y contagió a todas sus fuerzas armadas en un Sálvese quien pueda. Así, el frente se desmoronó y las unidades, dejadas las armas, se dirigieron a la costa, pero ya era tarde, como se lamentó el lehendakari Aguirre ante el ministro jeltzale Manuel Irujo: “El desastre de Asturias clama al Cielo. Ayer, cumpliendo órdenes mías, salieron quince embarcaciones contratadas directamente por el Gobierno de Euzkadi. (…) Quiero descargar mi conciencia (…) porque yo he hecho todo lo humanamente posible por hacer comprender y por acudir en auxilio de aquellas gentes.”.

Allí, afortunadamente, gracias a los esfuerzos del delegado del Gobierno de Euzkadi, pudieron embarcar miles de vascos en Gijón y Avilés, entre ellos cuatro batallones completos, poniéndose a salvo en Francia. Nadie mejor que el propio Luis Alfaro para poner el punto final al relato: “El hundimiento del Císcar malbarató no pocos planes y aceleró la entrega de Asturias. Con lo cual, permitió acaso que se asegurase el salvamento de varios miles de hombres. Doce mil vidas leales, bien valen la pérdida de un barco”.

El autor: Aitor Miñambres Amezaga

(Bilbao, 1969) es licenciado en Máquinas Navales y director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango. Ha investigado y publicado trabajos sobre la Policía Motorizada (Ertzain Igiletua) de 1936-1937; sobre el Cinturón Defensivo de Bilbao; sobre los bombardeos en Legutio; sobre el Batallón Gernika; y sobre el frente de guerra de Las Encartaciones en 1937. Asimismo, ha impartido conferencias sobre la Guerra Civil en Euskadi, en varias localidades.