En plena Guerra Civil se creó una de las organizaciones más importantes de Servicios: la red Álava, cuya actividad fue dirigida en el interior por Luis Álava Sautu. Inicialmente esta red, que fue fundada y estrechamente coordinada por Pepe Mitxelena y José María Lasarte, directores técnico y político respectivamente de la organización en Francia, sirvió para conectar a los dirigentes jeltzales encarcelados en el interior (principalmente Juan Ajuriaguerra y Lucio Artetxe) con las instituciones del exilio y establecer tanto redes de información como de evasión y ayuda a refugiados procedentes de países ocupados.

Esta red se cimentó sobre una relación casi familiar y logró establecer una sólida conexión a través de la participación de Delia Lauroba, Teresa Verdes e Itziar Múgica, encargadas de recoger la información obtenida, y Bittori Etxeberria que, ayudada por el mugalari Timoteo Plaza, logró cruzar la frontera por Elizondo en varias ocasiones para trasladar esos informes al Servicio Vasco de Información (SVI). Estos contuvieron datos sobre la situación de los presos en las cárceles y los batallones de trabajadores e información sobre asuntos políticos dentro del territorio vasco. Para esta labor, el SVI se desplegó por todo el norte peninsular, con delegaciones en todas las provincias vascas, Miranda de Ebro, Logroño, Burgos y Galicia.

Una expansión que, a la postre, fue determinante. Ante el estallido de la guerra europea, durante la que el Gobierno vasco esperó obtener ayuda de los Aliados para retornar a Euskadi (incluso ampliar el Estatuto de 1936), el SVI reorientó los objetivos de la red Álava para adecuarlos a los intereses informativos de las potencias democráticas. Ya a finales de 1938, la sección del SVI que dirigía Mitxelena, encargada de enlaces, contactos y la obtención de información operativa, se había asentado en Villa Gotxoki, en las inmediaciones de Anglet, para centrarse en estos trabajos. Fue desde allí cuando comenzó a establecer contactos con el Deuxième Bureau, la inteligencia militar francesa. En el verano de 1939, esta conexión hizo que la red Álava se especializara: montó dos emisoras de radio, una en Araba -gestionada por el citado responsable de la red- y otra en Bizkaia, controlada por Primitivo Abad.

Primer recurso: la Inteligencia militar francesa

Tal y como solicitaron los franceses, el contacto debía ser estrecho para recibir la información del SVI. Estos informaron sobre tropas extranjeras en suelo galo y español, presencia nazi en la frontera, fortificaciones en la zona pirenaica y movimientos de barcos y submarinos en los puertos vascos. También colaboraron en el establecimiento de vías de paso clandestinas, en la puesta en funcionamiento de un servicio de prensa dedicado a la contrapropaganda y en la identificación de espías y colaboradores del Eje.

De este modo, en agosto de 1939 participaron en la captura del espía alemán Paul (Pablo) Longhi en una operación conjunta de Alejandro Elizalde (veterano del Euzko Gudarostea) y Theodore Moulia, oficial del Deuxième Bureau. Igualmente, detallaron las actividades de Louis Feuillade, dedicado al tráfico de divisas en Hendaia, y de León Pardo que acogió a conspiradores, estafadores y agentes del Eje en su bar, el International, permitiendo que se usara como centro de conspiración contra las democracias. Su hermano Laurent, por su parte, fue agente de aduanas y trabajó junto a Melitón Manzanas en la persecución de grupos antifranquistas en la frontera. En el sur de Francia identificaron a agentes de Falange Exterior e informaron sobre otros de la red tradicionalista Nacho Enea, como Manuel Eceizabarrena, que estuvo activa en San Juan de Luz hasta diciembre de 1939. 

A la caza de nazis en territorio vasco

El descubrimiento de redes nazis como la de Otto Switz por parte del SVI demostró que el espionaje alemán utilizaba Euskadi como base de operaciones. El éxito en este tipo de acciones contribuyó a que la colaboración con los militares franceses se hiciera más estrecha. En el invierno de 1940, y siempre en el caso de que España entrara en la guerra y los Aliados vencieran, se comprometieron a tratar de que el Gobierno vasco recuperara su territorio (y lo ampliara con la incorporación de Navarra). A cambio, el SVI tuvo que realizar labores de espionaje para ellos, aportando información política y militar sobre España, actividades de contraespionaje e investigación y propaganda a favor de las democracias. De este modo, hasta el verano de 1940, el SVI se convirtió en un valioso activo para el Gobierno de Francia, que fue convenientemente financiado.

Las redes del SVI, sin perder el vínculo familiar en muchos eslabones de su cadena de enlaces y agentes, fueron cada vez más precisas en el objetivo encomendado de demostrar el colaboracionismo de Franco con el III Reich. En Bilbao identificaron las actividades de las empresas Hisma y Marion Limitada que, dedicadas a la minería y el transporte de materias primas, incluido el wolframio, mantuvieron transacciones económicas exclusivas con Alemania, perjudicando al suministro de minerales a franceses y británicos. Las navieras alemanas Neptun, Oldenburg o Hansa facilitaron esa labor, usando empresas pantalla y a las firmas Erhardt y Hoppe para difuminar sus acciones. Pero los alemanes no sólo actuaron libremente en lo económico. La Gestapo y la Abwehr tuvieron una influencia profunda en el control del tráfico marítimo y de las fronteras en la zona vasca, afectando a la seguridad de las potencias aliadas en batallas como la del Atlántico.

Cuando la red Álava funcionaba a pleno rendimiento, la ocupación nazi de París en mayo de 1940 acabó en unos pocos meses con su actividad. La entrada de los alemanes en la capital gala provocó que los dirigentes vascos salieran de forma fulminante, que se incautara la documentación del Gobierno vasco, cayera el grupo de Servicios del interior y se destruyera la estructura informativa y política jeltzale. El lehendakari José Antonio Aguirre desapareció en Bélgica y los dirigentes y miembros del SVI comenzaron a dispersarse por diferentes territorios. Uno de ellos fue Inglaterra, el último bastión de las democracias, el lugar al que fueron a parar varios miembros del SVI, Gobierno vasco y PNV, pues allí creyeron que podrían asegurar su supervivencia y resucitar las redes de información.

Resurgir tras la caída: el SVI y el Servicio Secreto Británico 

En Londres, José Ignacio Lizaso y Manuel Irujo volvieron a sondear al Secret Intelligence Service (SIS). Aunque venían haciéndolo infructuosamente desde el otoño de 1939, la gravedad de los acontecimientos invitó a una mayor insistencia. El objetivo: llegar a un acuerdo de colaboración en materia de información y espionaje, labores que conocían por medio del Deuxième Bureau. Ahora bien, los recelos británicos eran patentes. Estaban confundidos con la duplicidad representativa vasca en la capital inglesa, porque estaban siendo abordados por dos grupos que decían representar al Gobierno vasco. Por un lado, Luis Ortúzar, agregado financiero del Ejecutivo autonómico, contaba con la autorización del vicelehendakari Leizaola para negociar con el SIS. Y ostentando tal condición así lo había hecho, sin solicitar condiciones a los ingleses y mostrándose proclive a favorecer la integración del SVI en proyectos ambiciosos de espionaje y sabotaje como la Alianza Democrática Española. Por otro, Lizaso e Irujo que, en representación del PNV y más adelante del Consejo Nacional de Euzkadi (CNE) -el órgano que transitoriamente sustituyó al Ejecutivo vasco entre julio de 1940 y enero de 1942- exigieron autonomía para el SVI y solicitaron contraprestaciones: utilizar la infraestructura diplomática británica, claves, pasaportes y visados, y pagos por la realización de informes y otros servicios.

Ante tal distorsión, los británicos se limitaron a rechazar las propuestas de colaboración vasca. Una decisión que fue consecuencia de la política de apaciguamiento que Samuel Hoare, embajador británico en Madrid, proyectó para España. Frente al interés del SIS y del Special Operation Executive (SOE) -la organización de espionaje, sabotaje y reconocimiento que abogó por apoyar a los movimientos de resistencia en los países ocupados por el Eje (donde encajaba el SVI)- se impuso la perspectiva diplomática, el detenté económico contra Franco, y la oposición a cualquier gesto que pudiera perjudicar a esa política de asegurar la no intervención.

Resistir o morir: los contactos con De Gaulle

Mayor receptividad hubo en los contactos vascos con la Francia Libre del General Charles de Gaulle. Tras varias negociaciones, en mayo de 1941, el CNE llegó a un pacto que contempló incorporar efectivos a las fuerzas militares francesas, cooperación económica y comercial y colaboración del SVI en la cobertura en tareas de información en suelo francés, español y africano. Como consecuencia, se creó el Tercer Batallón de Fusileros Marinos, compuesto por voluntarios latinoamericanos y unos pocos vascos. Sin embargo, pese a la predisposición, no prosperó. La política británica hizo mella en los aliados franceses que acabaron recelando de esta operación a la vista de una posible continuidad de Franco en el poder. El grupo, por tanto, fue desmovilizado e invitado a unirse individualmente a las fuerzas francesas libres. Pese a la decepción, se sentó un precedente. En el ocaso de la guerra, esta gestión fue el acicate que favoreció la participación del Batallón Gernika en la lucha contra los alemanes en el Médoc.

Una nueva etapa: el SVI al servicio de los Aliados

Los vínculos que establecieron los dirigentes del Gobierno vasco, el PNV y Servicios con las agencias de información, propaganda y espionaje de Francia y Reino Unido fueron fundamentales para su supervivencia durante estos años. Si bien obtuvieron financiación para sus actividades a través de estos contactos, también contribuyeron a la lucha contra los totalitarismos, estableciendo una relación privilegiada con estas potencias. Esta se retomaría poco tiempo después, pero en América. Su labor como observadores de buques que colaboraban con el Eje y la presencia del exilio en este continente convertiría a algunas redes del SVI en un útil aliado de la británica BSC y de las estadounidenses OSS (precursora de la CIA) y FBI para salvaguardar América de la injerencia nazi-fascista.