EN 1964, el dictador Franco presidió, en el Valle de los Caídos de Madrid –desde el pasado 22 de octubre, Valle de Cuelgamuros tras la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática–, un solemne te deum en acción de gracias “por los veinticinco años de paz”, rezaba el periódico ABC. Aquel insultante titular hacía referencia al tiempo que había pasado desde que aquellos sanguinarios golpistas españoles ganaron la guerra junto a las mayores potencias fascistas de Europa a los legítimos republicanos. Había transcurrido un cuarto de siglo de cuando ganaron la que denominaron “cruzada nacional” o “guerra santa”. Es decir, católicos justificando una guerra y denominándola santa. La ganaron en España en 1939 –en Euskadi en 1937– y, a partir de ese momento, desgobernó Franco con una situación macabra y de miseria.

Un año antes de aquel acto en la catalogada como mayor fosa común del Estado español, el 18 de julio de 1963, en Caracas, la embajada franquista en la capital venezolana organizó otro te deum con el mismo objetivo: “celebrar” que se iban cumplir “25 años de paz”, fascista, habría que añadir. Lo que no sabían es que entre los escasos presentes –unos 130, de 22.000 españoles que había en la época en el país caribeño– se había personado un grupo de EGI, del PNV, y con la intención de hacer una acción de protesta.

La persona lectora quizás se pregunte aún qué es un te deum. Es un himno cristiano que dura en la actualidad tres minutos y suele ser entonado en fechas muy importantes o de celebración. Viene del latín y significa “A ti, Dios”, como empieza su primer verso. En ese contexto, la embajada de España en Caracas tenía todo dispuesto para “celebrar” una serie de actos político-religiosos a los que se llamó a acudir a “todos los compatriotas residentes en Venezuela”. Se anunciaron en la prensa caraqueña con publicidad pagada.

Los padres dominicos de la iglesia Nuestra Señora del Carmen eran los anfitriones. Estaba presente el embajador franquista Matías Vega Guerra. En ese ambiente, miembros de Euzko-Gaztedi decidieron entregar a la salida del acto un sobre a cada presente en el que se leía la siguiente etiqueta falsa: Secretariado Nacional de Misiones, apartado 3232, Caracas. Un presente les dio las gracias y una palmada en la espalda al leerlo, porque “yo también tengo un hermano misionero”, entre la mofa de los vascos exiliados de la guerra. La cara de este español quizás cambió cuando vio lo que había en el interior del sobre.

El texto de la tarjeta oculta era: “Euzkadi es la patria de los vascos, Sabino Arana Goiri (1865-1903)”. Por el reverso, “25 años de paz… de cementerios. (G.Bernanos)”. Subrayaban estas palabras una ikurriña en color y el conocido sello de EGI. Había preocupación por si se creaba tumulto tras la osadía. Según los presentes que se colaron incluso con un fotógrafo, la mayoría leían la leyenda del sobre y se lo guardaban para leerlo en sus hogares. Sin embargo, aquellos que se apresuraban a abrirlos y leerlos los rompían. Para entonces, un policía de secreto “señaló a jóvenes de EGI como elementos sospechosos”, pero la policía venezolana no se prestó a actuar de ningún modo aquel día de mucho calor y entre gladiolos de color rojo y amarillo.

Recorte de la revista ‘Gudari’. EGI

“Los que abrieron el sobre, al ver lo que ponía y la bandera vasca, los rompieron con rabia arrojando los pedazos al suelo. Se quedaban como inmovilizados sin saber si pelear, gritar o irse silenciosamente guardando su indignación para la recepción del embajador. Les hubiera gustado estar en España para llevar a su Gestapo a todos aquellos jóvenes, pero estaban en Venezuela…”, aseveraba un presente a la revista Gudari en un reportaje titulado “Te deum y whisky amargo”.

SORPRESA

La policía local no interfirió porque la acción de EGI se llevó a cabo en plena vía pública, a la salida del acto. “Un presente se acercó a un policía para decirle que detuviera a los jóvenes vascos, pero este no le hizo caso”, agregaban y apostillaban un testimonio curioso más. A un fraile de La Salle que estaba allí, uno de los vascos que había sido alumno suyo le entregó el sobre y, antes de que el religioso lo abriera, le espetó: “Hermano, usted fue mi profesor: lea esto y aprenda”. Cuando alguna persona preguntaba qué era aquel sobre, la “respuesta invariable” era: “Para que usted lo lea tranquilamente en la Embajada”. Un cuarto de hora más tarde ya había terminado el te deum. Los vascos recuerdan que, a los coches que pasaban camino de la recepción, como saludo de despedida, un miembro de EGI les introducía el sobre por las ventanillas bajadas por el calor.

Pasadas las 18.30 horas de la tarde, ya no había nadie. “Solo en el suelo se veían los restos de la batalla: unos cuantos sobres y tarjetas rotas. Ese día en la quinta La Bermeja, del embajador de España, el whisky escocés y la langosta del 18 de julio debieron tener un cierto sabor amargo”, concluían. En julio, se cumplirán 60 años de aquella acción.