DEL olvido a la memoria. La frase toma vida en estos días como título de libro. Su sinopsis despeja un mundo histórico apasionante al otro lado de las malezas que han aflorado en estos últimos siglos. Un total de catorce autores diferentes ofrecen tantos detallados análisis en torno a los legados materiales que sobreviven, hoy día, tanto en Euskadi como en España. “Son vestigios materiales que nos permiten conocer y recordar nuestro pasado esclavista”, justiprecian.

Retrato de Julián Zulueta en el Bellas Artes de Bilbao.

Retrato de Julián Zulueta en el Bellas Artes de Bilbao.

Estos profesionales nos hacen abrir los ojos ante una realidad que bien por silenciada o por el paso inexorable de los tiempos ha permanecido oculta. De hecho, están dispuestos a romper con el mito de que en el País Vasco no hubo ni esclavitud ni tráfico de personas privadas de su libertad. Es decir, hubo negreros que hicieron grandes fortunas, como Manuel Calvo Aguirre, Sebastián de Lasa, Pedro Nicolás de Chopitea, Francisco Javier de Aguirre, José Antonio Ybarra de los Santos, Julián de Zulueta, José Manuel Yrarragorri…

La esclavitud pasó de la permisividad primigenia de la época, a hacerse en encubierto, al silencio y al olvido. Sin embargo, el coordinador y editor del nuevo ensayo, el docente de la Universitat Pompeu Fabra, Martín Rodrigo y Alharilla, aporta a este periódico una reflexión interesante: “Gracias al capítulo del libro escrito por Oscar Álvarez Gila, profesor de la UPV/EHU, sabemos que la idea de que no hubo esclavos en el Señorío de Vizcaya es un mito, una idea falsa”, valora y va más allá: “Porque, ¿cómo se va a estudiar algo que no existió?”, pone en solfa este profesor titular de Historia contemporánea.

Según transmite, el tráfico transatlántico de africanos esclavizados es uno de los grandes temas de la historia global. Lo es, a su juicio, por diferentes razones. Porque implica a tres continentes distintos como son África, América y Europa. Y, asimismo, por su larga duración, ya que fueron 350 años ininterrumpidos de viajes directos entre África y América. Y, sobre todo, por su notable impacto demográfico. Al menos 12,5 millones de cautivos africanos fueron embarcados contra su voluntad en algún punto del continente negro para ser vendidos como esclavos en el calificado de Nuevo Mundo.

El Estado español fue determinante tanto en relación con el tráfico de personas esclavizadas como en relación a la esclavitud colonial, en sus dominios americanos. Ahora bien, si algo lo singulariza en comparación con otros países europeos como Gran Bretaña, Francia o los Países Bajos, es “la ausencia de una memoria pública y colectiva sobre esa destacada participación española en el comercio de esclavos y en la esclavitud colonial. Bilbao también fue puerto de trata y también hubo esclavos. Había vascos que no participaban en el tráfico esclavista, pero sí tenían esclavos en sus dominios, caso de Leopoldo de Sola e Iradi”, diferencia Rodrigo y Alharilla.

Por lo tanto, el Señorío de Vizcaya tuvo pasado esclavista en países como Cuba, Chile o Perú, y también en suelo vasco. “Sí, de Bilbao también soltaron amarras buques negreros, aunque no se sepa nada, aunque las instituciones no se hayan ocupado del tema e, incluso, no aparecen en los libros de texto”. El editor de Del olvido a la memoria contrapone que en otros países se conmemora la atrocidad que se llevó a cabo contra estas personas privadas de toda libertad y, sin embargo, tanto en Euskadi como en España se obvia a pesar de que tanto la ONU como Unesco decretaran dos días mundiales para la abolición de la esclavitud. “En Gran Bretaña o Francia existen museos sobre ello o elementos conmemorativos, aquí nada de nada. Un ejemplo es que Cádiz fue el último puerto negrero de Europa, y Cádiz no lo recuerda. Y Bilbao, tampoco. Y eso que los vascos fueron parte de aquellos que llevaron 983.000 africanos para ser esclavizados en Cuba, el doble que en Estados Unidos hasta la fecha”.

Políticos

Una razón pudiera ser la vergüenza o querer mantener el mito de no existencia. Ahora bien, se debe saber que en el siglo XIX ya había abolicionistas. Dos siglos después, personas conocidas como el periodista y político madrileño Hermann Leopoldo Tertsch del Valle-Lersundi son descendientes de aquellos negreros. En el caso de este madrileño –cuyo padre fue jefe de prensa del régimen nazi en Madrid–, “por vía materna es descendiente de negreros en Cuba”. Otro ejemplo es Alejo Vidal-Quadras Roca, político pasado del PP a Vox.

De origen vasco, las anécdotas son numerosas. José Antonio Ybarra de los Santos, por ejemplo, “financió un par de expediciones negreras, una de ellas en el buque El Cazador Santurzano” y emprendió su primera expedición cuando hacía muchos años que el tráfico de seres humanos, que no la esclavitud, era ilegal. Otro caso es el del pionero Sebastián de Lasa, empresario que organizó la primera expedición de “comercio humano directa entre Cuba y África, en 1792”. Y un ejemplo más: “El famoso cineasta donostiarra Iván Zulueta –autor de la aclamada película Arrebato– fue descendiente de Julián de Zulueta, traficante de esclavos”.

Otra curiosidad la protagoniza Dorotea de Chopitea, hija del negrero de Mendexa Pedro Nicolás de Chopitea, que se instaló en Santiago de Chile. “Tiene abierto en Vaticano un proceso de beatificación como mujer venerable porque en su día dedicó capital a obras de beneficencia”, expone el editor de este apasionante libro.