Este año de 2022 la anteiglesia de Iurreta celebra el 950 aniversario de su advenimiento a la historia. Esta comunidad, que ya entonces contaba con varios siglos de existencia anónima, irrumpió en la historia de la mano del rey Sancho IV de Navarra cuando un anónimo amanuense de San Millán de la Cogolla consignó el regalo que el monarca navarro había hecho a su abad Blas del monasterio de San Martín de Ihurrueta, en los confines de Durango, en la parte de Bizkaia.

En el entorno de estas edificaciones se solía situar el cementerio que albergaba tumbas excavadas en la tierra y sarcófagos

La primera referencia documental que conocemos referente a Iurreta nos retrotrae al domingo 26 de agosto del año 1072, cuando el rey de Navarra, Sancho IV, estando en San Millán de la Cogolla junto a su mujer doña Placencia, donó a dicho monasterio el de San Martín “in confinio Duranci, cum decania, partis Bizcahie, nomine Ihurrueta”. La donación fue refrendada, entre otros, por Iñigo López Ezkerra, conde de Durango y señor de Bizkaia, su mujer Toda Fortúnez Ortiz de Aulestia y recibida por el abad Blas. Esta donación no señala la fecha originaria de la ermita de Amatza. Elementos arquitectónicos que han perdurado hacen pensar que, como mínimo, doscientos años antes del 1072 ya había un espacio religioso en el lugar.

Será en el 1075 cuando nuevamente tengamos referencias de Amatza. Este año pleitearon los clérigos de Abadiño y los de San Millán a raíz de que los de Abadiño habían erigido una iglesia en Arandia y los riojanos manifestaron que, en aras a la donación del 1072, esas tierras, y sobre todo las rentas que generaban, les pertenecían. El resultado del pleito fue favorable a los monjes de San Millán, pero los riojanos para no generar más enemistades les regalaron a los de Abadiño seis vacas.

Placa conmemorativa del acto de donación que se colocó en el 900 aniversario de este hecho histórico. F. S. A.

El monasterio de San Millán hasta el año 1053 se limitaba al cenobio denominado actualmente de Suso, fundado en el siglo V por el propio San Millán. Ese año, debido al crecimiento de la comunidad monástica, se inició la construcción de un nuevo monasterio, que se denominaría de Yuso, que fue consagrado cinco años antes de la donación que nos ocupa, el 26 de septiembre del 1067. Estas obras generaron la necesidad de ingentes cantidades de dinero. Esta coyuntura, unida a la devoción que mostraban los reyes de Navarra, que a la sazón residían en Nájera, hacia San Millán de la Cogolla, hizo que el monasterio riojano fuese favorecido con la donación de diversos monasterios, cenobios e iglesias, además de las rentas y diezmos que los mismos generaban, entre ellos Amatza.

Lo importante de la ermita es que tenía adscritas gran cantidad de tierras y producciones que generaban beneficios económicos

En el caso que nos ocupa, el documento indica claramente que se donaron “todos los tesoros que a él le pertenecen, con sus caminos de entrada y salida, con tierras, huertos y manzanares, arboledas, montes y todos los pastos determinados por su antiguo uso, los molinos con sus aguas corrientes y molientes (productivas), sotos con bellota, arbustos y prados amenos. Y cualquier cosa que le pertenezca o debiera de pertenecerle”.

Intuyendo su estructura

A la vista de los resultados obtenidos en excavaciones de espacios similares, como San Juan de Momoitio, por ejemplo, podemos suponer cómo era el monasterio de Amatza. Cabe suponer que fuera una construcción rectangular, erigida con postes de madera y orientada hacia el este. Entre estos postes se entretejerían varas de castaño o avellano que, cubiertos de adobe, constituirían las paredes del edificio, sobre el que se asentaría un tejado de madera y materiales vegetales. En el caso de Amatza sabemos que ostentaba, posiblemente en su lado este, una ventana monolítica de tradición tardomozárabe. En el entorno de estas edificaciones se solía situar el cementerio que albergaba tumbas excavadas en la tierra y sarcófagos. De estos últimos elementos han perdurado hasta nuestros tiempos uno como abrevadero de la fuente cercana, otro bastante completo que fue reutilizado al reconstruirse la ermita y fragmentos de otros varios.

De la ermita primigenia han quedado algunos restos en la actual como dos sarcófagos y una ventana mozarabe del siglo XI. F. S. A.

De esta primitiva ermita solo han perdurado hasta nuestros días varios elementos arquitectónicos. Los reseñados sarcófagos, una ventana monolítica de tradición tardomozárabe del siglo XI, que presenta un hueco rectangular dividido por un ajimez elipsoide sobre el cual se asientan dos óculos, y el tenente del altar medieval, hallado en las excavaciones de 1998, del cual a día de hoy desconocemos su ubicación.

Vistos los resultados, tanto de la excavación de 1982 como la de 1998, es de suponer que la ubicación de la actual ermita no corresponde con la del monasterio citado en 1072. Mas la reutilización que se hizo de elementos de la ermita primigenia (ventana, tenente de altar, sarcófagos), nos lleva a pensar que, aunque desconocemos dónde, la primitiva ubicación no debió estar muy alejada de la actual. El arco de acceso de la actual ermita, así como otros detalles obtenidos de las excavaciones, conducen a pensar que ese hipotético traslado y erección del actual templo se llevó a cabo en el siglo XVI. Pero ese es otro capítulo de esta historia.