Ander Castillo (Bilbao, 14 de octubre de 2003) encarna un caso atípico en el grupo IV de Tercera RFEF. Marchó a Estados Unidos a cursar primero de Bachillerato, “en un intercambio que me lo pintaron como una experiencia académica y también muy deportiva, y fue una cosa completamente diferente, no era lo que me habían vendido”. A allí, en San Diego, comenzó una larga etapa de cinco años y medio en Estados Unidos, donde estudió después en Búfalo y en Albany. Terminó bachiller, “cuando empezó todo el tema del covid y estuve tres meses de cuarentena ahí encerrado en el cuarto”, para llegar después a la Universidad y sacarse la licenciatura de ADE, estudios que compaginó con el fútbol en tres equipos diferentes, el último en el University al Albany. Castillo cruzó el charco después de haber militado en las categorías inferiores del Indautxu, Danok Bat y Deusto, equipos en los que ejerció de portero, pero en su experiencia estadounidense se convirtió en delantero centro. “Tenía unas pruebas con un equipo de fútbol, iba a ir como portero pero la semana anterior me rompí el brazo y no me podían operar. Entonces estuve con cabestrillo dos semanas y decidí probar como jugador de campo y me admitieron. Me había quedado alguna secuela en la mano, porque me había tocado el nervio mediano y no sentía al 100% el meñique ni podía cerrar la mano bien. No podía volver a ser portero y yo quería seguir jugando a fútbol”, recuerda. Volvió a casa, pero decidió regresar a Norteamérica, ya que “tenía la oportunidad allí de seguir jugando y estudiando”. Se curtió como delantero, llegó a la Primera División Universitaria y el pasado diciembre volvió a Bilbao para fichar por el Santurtzi, en el que ha sorprendido gracias a su poderío físico y a los siete goles que suma, los cinco últimos en los tres partidos recientes de un conjunto morado que ha salido de los puestos de descenso y que mañana, domingo, recibe en San Jorge (11.15 horas) al Leioa, segundo clasificado.

Castillo, aunque solo suma diez encuentros con el Santurtzi, se ha convertido en el máximo anotador del conjunto morado

Es la historia resumida de un chaval que está feliz como un niño con zapatos nuevos. “Envié un vídeo de mis mejores momentos en Estados Unidos. Le llegó a Javi Collazos (director deportivo del Santurtzi), el Santurtzi tenía bastantes lesionados y necesitaba un delantero. Me dijeron para probar y las cosas empezaron a funcionar, aunque yo no me esperaba que iba a poder jugar hasta el nivel de Tercera División, me conformaba con estar en la División de Honor o Preferente”, afirma el bilbaino, que se considera “un delantero centro de toda la vida, luchador, no me gusta dar un balón por perdido, me gusta ir a todas, aunque a veces hasta peco de ello, de correr demasiado; y mis amigos me dicen que tengo facilidad de estar en el sitio adecuado”, al mismo tiempo que recuerda que sus partidos con el University at Albany “se retransmitían en directo, es como si los pusiesen en Movistar, e incluso mis padres los podían ver desde aquí”.

En el Santurtzi ha dado un salto de calidad, aunque reconoce que al principio le costó adaptarse a la categoría. “En Estados Unidos estaba acostumbrado a un juego en el que no te chocan, no te agarran, no te tocan. Aquí cada balón dividido es un mundo, cada vez que cojo el balón e intento hacer un desmarque ya tengo a dos tíos que me están tocando, me están molestando; en los centros, en los córners, te agarran de todos lados”, se sincera Castillo, que matiza que sus dos abuelos, uno de ellos ya fallecido, jugaron en sus respectivas épocas en el Santurtzi, uno de delantero y otro de portero, “en las dos facetas que he jugado yo”, dice jocosamente.

Pese a acumular diez partidos oficiales con el conjunto morado, ya es el máximo anotador del colectivo que dirige Miguel Romillo tras superar en un gol a su compañero Igarki Grande, pero no por ello se considera la gran referencia de su equipo, que en las cuatro últimas jornadas ha cosechado ocho de los doce puntos posibles, lo que le permite salir del pozo y soñar con una permanencia que pocas semanas atrás se entendía como una utopía. “Hay gente que tiene mucha más experiencia, con muchos más años jugando en Tercera. Es verdad que yo soy el que está metiendo los goles, pero es fruto del trabajo de todos”, destaca el pichichi del conjunto marinero y añade que no se esperaba una aportación tan llamativa: “Me ha sorprendido mi nivel y del Santurtzi. Veía que el equipo estaba con nueve puntos en la primera vuelta, en una racha malísima. El nivel es muy parecido, da igual que estés abajo en la tabla, porque los partidos se definen por un error, que te puede penalizar mucho”.

Ander Castillo, que realiza un máster, quiere “seguir aprendiendo y si puede ser, ir subiendo de categorías, y si puedo vivir del fútbol, sería impresionante”; y no tiene en mente un hipotético regreso a Estados Unidos, donde comenzó a fabricar su gol.