Tengo una deuda que pienso pagar hoy. Recurrentemente descubro que asocio por defecto a los políticos, y políticas, comportamientos cuasidelictivos solamente por el hecho de ejercer como representantes de la soberanía popular. Y aquí es donde hago el requiebro y paso a hablar de esos políticos de calle que se dejan vida y fortuna por sus convecinos. Afino más la mira y digo que esos concejales y concejalas, muchos de ellos sin sueldo público, que meten horas, se preocupan, limpian si hace falta, acuden a actos sociales para darles más visibilidad... se merecen todo el reconocimiento. Son los que se pegan para traer a sus municipios, a sus barrios, la mejor solución para cada problema. Y hay miles de problemas. Es un bucle. A todos ellos mi reconocimiento. Me olvido de los Koldo, Cerdán, Díaz y todo el cúmulo de apellidos que nos avergüenzan como ciudadanos. Y me centro en las Izaskun, Karmele, Andoni, Beatriz... que son los que realmente llevan en sus actos la filosofía de lo que supone ser un político de verdad. Creo sinceramente que estos representantes mejoran la calidad institucional y doy fe de que se implican en realizar una gestión eficiente a veces sin los medios adecuados. Y en los últimos tiempos se han implicado en activar la participación ciudadana como método para favorecer una mejor toma de decisiones en la gestión municipal. Va por ellos este brindis veraniego.