Los clubes inventan una nueva modalidad:la cesión con obligación de compra
Tras un año disfrutando del jugador el equipo se ve obligado por contrato a ficharlo al precio inicial
SI el valeroso caballero Don Quijote volviera a prender su lanza en ristre para acabar con los entuertos de la sociedad del siglo XXI, probablemente una de sus más legendarias frases tendría que cambiar un tanto su significado. Porque si el fútbol parece haberse convertido en la nueva religión de nuestro tiempo, la FIFA es su iglesia. Y amigo Sancho, con la FIFA hemos topado. Cuando en 2014 se instauró la norma de no poder gastar más dinero del que un club ingresa -fair play financiero-, la fiesta parecía haber concluido para clubes como el PSG o el Valencia, que sin contar con grandes ingresos sí poseen un gran inversor detrás suyo dispuesto a soltar la pasta. El problema es que ahora eso ya no sirve.
Pero si en el Siglo de Oro España creó la picaresca, en la época de la globalización se ha exportado al mundo entero y no hay aspecto de la vida del que se haya salvado, ni siquiera el fútbol. Para poder amoldar sus economías a esta nueva normativa, los clubes han inventado una nueva modalidad, la cesión con obligación de compra. Tras un año disfrutando del jugador sin tener que desembolsar nada más que los emolumentos de su ficha, el equipo se ve obligado por contrato a ficharlo al precio estipulado en el momento de la cesión, sin importar el rendimiento que haya tenido ni si su perfil es el necesario en la siguiente temporada. De esta manera, los clubes pueden acelerar la incorporación de refuerzos, saltándose la norma, puesto que el desembolso se realiza en la temporada siguiente, dando tiempo así a las entidades a cuadrar sus presupuestos.
Pero la triquiñuela muchas veces sale rana. Si ya duele pagar 30 millones por un jugador que a priori viene a dar un salto de calidad al equipo, soltar el dinero por un futbolista que solo venga a calentar el banquillo puede ser toda una pesadilla. Si no que se lo pregunten al Valencia. El año pasado utilizó esta modalidad para incorporar a Negredo desde el Manchester City. Tras una temporada más que discreta, el club se ha visto en la obligación de abonar 30 millones de euros por su fichaje. Y eso que la pretemporada ya augura que para su técnico, Nuno Espírito Santo, el futbolista solo cuenta para sacar brillo al banquillo. El equipo de Mestalla empleó también esta misma fórmula en los casos de André Gomes y Joao Cancelo, pero en este caso la apuesta no parece haberles salido tan mal, pues los jugadores han sido claves en el esquema del equipo.
Pero no solo en la ciudad del Turia se estila esta moda. El Barcelona ya la utilizó para deshacerse de Zlatan Ibrahimovic y mandarle a Milán, para al año siguiente embolsarse 25 millones de euros, apenas una tercera parte de lo que el Barça había pagado por él. Eso sí, el conjunto culé conseguía así liberarse de su alta ficha desde el primer año, un contrato difícil de asumir para cualquier equipo.
No obstante, esta modalidad ha calado sobre todo entre los equipos del segundo escalón, que tienen una chequera modesta pero unas aspiraciones altas. Como el Sevilla, por ejemplo, con el caso de Iago Aspas del Liverpool, o la Lazio, con la incorporación de Maurício dos Santos desde el Sporting de Lisboa.
Los futbolistas tienen dueño Y si es extraño un préstamo con compra obligatoria -una oferta que ni el mejor publicista conseguiría hacer atractiva-, los jugadores que pertenecen a un inversor o a una empresa, en vez de a una entidad deportiva, son uno de los mejores ejemplos del tipo de mercado en el que se ha transformado el futbolístico.
Uno de los empresarios expertos en estas prácticas es Peter Lin, el actual dueño del Valencia. Posee los derechos deportivos de Rodrigo Moreno, jugador que milita en el club de Mestalla a cuenta del empresario. De esta manera se dan situaciones tan estrambóticas como que el dueño de un club de fútbol posea la mitad de los derechos publicitarios de un futbolista de un equipo rival. Como en el caso de Lin con Cristiano Ronaldo. Y es que realmente la frase debería quedar así: amigo Sancho, con el dinero hemos topado.