Dos milagros no caben en Ciudad Juárez
Indios, el equipo que logró silenciar las pistolas en la urbe más violenta del mundo, baja a Segunda
Bilbao
ubicada frente a El Paso, Texas, separada de los Estados Unidos de América por el río Bravo, Ciudad Juárez está considerada la ciudad más violenta del mundo. Las rivalidades entre los diversos clanes de narcotraficantes, auténticos dueños de la ciudad, los tiroteos en las esquinas y el hallazgo de ejecuciones o cabezas cercenadas, la desaparición de mujeres y posterior reaparición sin vida se ha convertido en algo tan cotidiano como el trasiego de patrullas policiales por sus calles, tomadas por 10.000 militares y policías federales enviados por el Gobierno tras destituir a la policía municipal, acusada de estar vinculada a las poderosas bandas de narcotraficantes que mantienen en jaque al propio Estado mexicano.
Durante 2009 hubo 2.500 asesinatos. Desde 2008 se ha contabilizado 5.000 muertos. En una ciudad de 1.300.000 habitantes, que había sextuplicado la presencia policiaca en un año, resulta que lo más sencillo y habitual seguía siendo el arte de matar.
En medio de este panorama estremecedor, un buen día se cruzó la magia del fútbol. Y sucedió un milagro. El sortilegio está fechado el 19 de mayo del pasado año, cuando en plena refriega de tiros, los malos, los buenos y los tibios; víctimas y verdugos se congregaron para ver un partido del equipo local, Indios, que jugaba contra el Toluca el choque de vuelta de las semifinales del campeonato.
Antes, la Tribu, sobrenombre del equipo, emblema de la ciudad, con el presupuesto más bajo de la primera división mexicana, había dejado en la cuneta a insignes conjuntos del fútbol de este país norteamericano, como el Chivas de Guadalajara, el América y el Cruz Azul.
Aquel 19 de mayo, Indios también eliminaron al Toluca, entonces el vigente campeón de la Liga mexicana. El fútbol se volvió tan sagrado que a su vera callaron las pistolas. No hubo ni un muerto por causa violenta, cuando la semana anterior se habían producido alrededor de veinte asesinatos, y Ciudad Juárez se desbordó de alegría.
Fueron días extraños, por felices. Indios de Ciudad Juárez estaba cambiando la cara a una ciudad que huele a miedo pero que, a la fuerza, aprendió a vivir en el silencio y supo adaptarse a los cambios. Tanto que la peña más significativa del club se hace llamar irónicamente El Kártel, y su presidente es conocido como el Capo. Y con esa parafernalia tan elocuente acuden al estadio Benito Juárez para jalear a su Tribu.
"Ahora se portan bien", enfatizó José Reyes Ferriz, alcalde de la ciudad, en aquellos días de éxito, presumiendo de un equipo que representa a "la gente trabajadora", que "no invierte en millones de pesos" y que supo aglutinar a lo más pérfido y humilde de la ciudad.
Indios es propiedad de Francisco Ibarra, un influyente empresario local que en 2005 compró la franquicia de Pachuca Juniors, una rama del club Pachuca equivalente a la segunda división. Después cambió el nombre del club por el de Indios para intentar el ascenso en la primera división. En 2008, tras ganar la final contra el Club León por un marcador global de 3-2, la Tribu lograba el ansiado ascenso a la máxima categoría del fútbol mexicano.
Francisco Ibarra presume, además, de la labor social que ejercen los futbolistas. "Tienen obligación contractual de visitar sitios carcelarios, centros hospitalarios, escuelas, todas las instituciones sociales, y lo hacen cada semana. Se ha hecho una labor social muy fuerte y es parte de la existencia del club", afirma.
de nuevo, la cruda realidad Sin embargo, a partir de aquel sorprendente 19 de mayo de 2009, día en el que eliminaron al poderoso Toluca, el equipo de Ciudad Juárez tocó el cielo e inició un imparable descenso a los infiernos.
El Torneo Bicentenario 2010, que es como se denomina ahora la máxima competición del fútbol mexicano, concluye mañana. Pero desde el pasado 28 de marzo el equipo de Indios ya había consumado su descenso, largamente anunciado desde el comienzo de la competición, al perder 3-0 con el Atlante, y acumular 27 derrotas consecutivas.
Decididamente, en Ciudad Juárez no queda sitio para dos milagros.
"Terminó. Las palabras sobran; la victoria de Atlante fue el colofón a la pesadilla de la que finalmente ya se despertó. Indios perdió la categoría; perdió la ciudad, perdió la gente", dijo el club en un breve comunicado de prensa.
Roto el encantamiento, la brutal realidad volvió a tomar sus formas cotidianas, sin exclusiones. El pasado 6 de abril, Francisco Ibarra confesaba que las extorsiones y amenazas del crimen organizado también habían alcanzado a los futbolistas del club. "Mis jugadores... no voy a decir nombres, pero algunos de ellos son extorsionados, y sus familias no están en Juárez"".
De hecho, una de las razones que explican el fracaso es la huida de futbolistas, sobre todo extranjeros, y lo difícil que resulta convencer a jugadores de otros equipos para que fichen por el club de la Tribu.
Jugadores como el hondureño Emil Martínez, que disputará el Mundial de Sudáfrica, o el camerunés Alain Nkong se buscarán otro destino el próximo torneo. En cambio, el ídolo local y goleador del equipo, Daniel Maleno Frías, ya ha anunciado que se queda. Ex toxicómano y ex pandillero en una banda de Altavista, un barrio duro y marginal, el fútbol le sacó de una muerte anunciada. Sabe que su historia personal es un ejemplo. Y esa es, pese a todo, su ciudad.