La lluvia cambió el destino del Gran Premio de Rusia. Propició el histórico registro de 100 victorias de Lewis Hamilton, que luchaba desde la segunda posición en una enconada batalla con el desfavorecido Lando Norris cuando intervino la climatología. Además, permitió a Max Verstappen auparse desde la última posición hasta el segundo lugar para minimizar el impacto por la decisión de montar una unidad de potencia nueva que le condujo a las catacumbas de la parrilla de salida. Hamilton es el nuevo líder del campeonato, pero si Verstappen aterrizaba en Sochi 5 puntos por encima del inglés, abandona la prueba solo 2 por debajo con siete carreras por disputarse. Ambos aspirantes al título amasaron motivos para la celebración, pero más si cabe el neerlandés. “No puedo hacer nada contra lo que viene por detrás de mi coche”, lamentó Hamilton ante la increíble remontada de Mad Max.

Verstappen arrastraba una sanción de tres posiciones para la parrilla de salida de un escenario en el que Mercedes había ganado cada una de las siete ediciones previas, en las que Red Bull solo había firmado un podio. Para más inri, la lluvia amenazaba a la carrera, lo que siempre concede margen para las remontadas. Todo ello y la previsión de tener que montar un nuevo motor antes del final de la temporada, con su consecuente penalización -Red Bull ya había usado los cuatro permitidos-, hizo que Verstappen a priori hipotecara esta carrera, en la que se intuía que Hamilton recuperaría el liderato del Mundial dando un buen bocado a los puntos.

Hamilton salía cuarto. Pronto se vio frustrado. Durante los primeros kilómetros fue taponado por un paquete conformado por George Russell, Lance Stroll, Daniel Ricciardo y Fernando Alonso, que arrancaron mejor que el de Stevenage. Por delante, Carlos Sainz cobró el liderato en la primera vuelta, pero Norris tardó 13 giros en recuperar la cabeza que previamente le había otorgado su primera pole en la Fórmula 1. El de McLaren, excelso, puso pies en polvorosa.

Cuando empezó el baile de boxes la pista se despejó para Hamilton, que con aire limpio cobró velocidad de crucero. Tiempo de martillo. La ventaja de Norris empezó a desangrarse.

En paralelo, Verstappen tardaba 14 vueltas en adentrarse en el Top 10. En el vigésimo abrazo al trazado de Sochi, Mad Max. Quedaban 33 pasos por meta para la conclusión. Si bien, ninguno de los dos candidatos a la corona había completado su parada, lo que sucedió en el giro 27. Al abandonar el pit lane, Hamilton estaba a 8 segundos del liderato de Norris. Se abrió la veda. El de Mercedes rodaba desatado, decidido a ganar.

En la vuelta 44, Hamilton ya pilotaba inmerso en la zona de DRS. Norris parecía sentenciado. Entonces el joven sacó su carácter. Contraatacó con una vuelta rápida que auguraba una dura pugna con Hamilton. El chico de McLaren es un irreverente. Es la clase de joven que no mira la edad de su oponente. Pero entonces, cuando se enfilaba el último cuarto de la prueba, el garaje de McLaren advirtió a Norris de que los paraguas se abrían. Comenzó a chispear. La locura caía del cielo para empapar el circuito.

La decisión crucial

La intermitencia de las gotas se transformó en chaparrón. Norris, inflexible al frente, sostenía el pulso de Hamilton. Pero la veteranía es un grado. Así como el mayor de los dos obedeció a su equipo cuando no veía claro pasar por boxes para montar gomas intermedias pero lo hizo, el joven rechistó adoptando la decisión contraria.

La carrera se volvió loca. Se lanzaron monedas al aire. Unos comenzaron a cambiar los calzos y otros optaron por permanecer en pista cruzando los dedos con la fe de que cesara la lluvia. De repente, Alonso, uno de los que decidió seguir en pista, se vio en posición de podio, tercero. El asturiano, que corre sin ataduras clasificatorias, es una factoría de oportunidades para Alpine, un agitador de carreras.

Las cámaras se focalizaron en Norris, que patinaba desolado, necesitando las escapatorias para sostenerse en carrera, descontrolado. Hamilton ya gozaba de gomas rayadas. Recortó en dos vueltas los 25 segundos perdidos al realizar la parada y a dos giros del final cazó el liderato, cuando Norris sobrepasaba un piano. Mercedes volvió a demostrar su potencial estratégico y Hamilton lució su madurez. El heptacampeón delegó decisiones en quienes contemplan la carrera desde una perspectiva global, diferente a la del piloto. Acertó para ampliar su palmarés.

Norris se hundió. Acabó séptimo. Alonso fue sexto. Quienes se adelantaron en el cambio de neumáticos se vieron impulsados. Verstappen fue segundo y Carlos Sainz, tercero. Para el neerlandés, que rodaba en previsión de finalizar séptimo, la lluvia fue una bendición. A pesar de que ganó Hamilton -quinto triunfo del curso-, el impacto de una carrera que se presentaba hundida en el pesimismo fue el mínimo. Verstappen salió a flote. “Al despertar no esperaba este resultado. La lluvia ha ayudado a dar el salto”, confesó. Hamilton también aplaudió las condiciones. “Si no hubiera aparecido la lluvia no estoy seguro de poder haber ganado. Hubiera sido difícil adelantar a Lando”, dijo. Nada puede aguar la igualdad de este apasionante campeonato.