L estadio de Wembley contempló la extensión del maleficio del anfitrión en la Eurocopa con la derrota de Inglaterra ante Italia, que logró en Londres su segundo título continental tras vencer en el lanzamiento de penaltis. En las dieciséis ediciones disputadas solo en tres ocasiones ganó el equipo local. Fue en España 1964, con triunfo español, en Italia 1968, con victoria transalpina, y, la última, en Francia 1984, cuando el conjunto galo venció a España en París.

Desde entonces y tras nueve Eurocopas disputadas, ningún anfitrión ha ganado la copa. Solo en Portugal 2004, en Francia 2016 y en esta, en la Eurocopa 2020, el conjunto organizador alcanzó la final. En la primera, el cuadro luso fue superado por Grecia. En la de hace cinco años, el equipo francés cayó en la prórroga con Portugal. Y en la de este domingo, Inglaterra fue batida por Italia. En esta edición y a pesar de que la competición fue multisede, con once ciudades organizadoras, fue Londres la que acogió la fase final. Tanto las semifinales como el último partido, con Wembley como escenario e Inglaterra como anfitrión. También derrotado.

un macrobotellón

Pero los ingleses se las prometían felices antes de comenzar la gran final. El pasillo que conduce a Wembley se convirtió en un macrobotellón gigante, donde volaban las botellas, la cerveza y las pelotas de fútbol, en una previa más parecida a una batalla campal que a lo que se le presupone a un partido de fútbol.

"Os podéis meter vuestras calzone, vuestros macarrones y vuestros canelones por donde os quepan", cantaban los aficionados ingleses en los vagones de metro que llegaban cada pocos minutos a la estación de Wembley Park, la preferida por la afición por la preciosa vista del estadio con el arco iluminado al fondo. Lo que normalmente es una tranquila calle comercial, con algunas residencias universitarias y poco ajetreo de personas, se tornó en una fiesta brutal, con miles y miles de personas que actuaban como si la covid fuera algo del pasado. Solo el hecho de llegar a la estación, mientras se insultaba al conductor del tren por pedir a los pasajeros que no obstruyesen las puertas, se celebraba como un gol.

Los que entraban del vagón se saludaban con los que salían. "Disfrutadlo chavales", gritaban los que para su desgracia no contaban con entrada, mientras hacían un pequeño pasillo para que los niños pasaran sin problemas. Una vez los chicos estaban a salvo, volvía el griterío. Los cánticos a Harry Maguire, el Sweet Caroline, de Neil Diamond, y cómo no el Three Lions, con su famoso "It's Coming Home". Un hombre, situado tras los tornos que dan acceso a Wembley, incluso iba chocando la mano a todos los que pasaban. "El fútbol ya llega", repetía.

Divisar a un aficionado italiano era prácticamente imposible y es que la seguridad los obligaba a entrar antes al estadio y las gradas de Wembley, a dos horas para el pitido inicial, solo se coloreaban con el azul de los transalpinos. Los ingleses se entretenían intentando romper la seguridad del estadio y colarse en el campo, en consonancia con las imágenes que se estaban reproduciendo en el resto de la capital. La estación de King Cross era evacuada por el lanzamiento de bengalas, Leicester Square se convertía en el escenario de una batalla campal y los aficionado hacían cola, desde primera hora de la mañana para meterse en cualquier pub a calentar la final.

Chris Kamara, exfutbolista y ahora comentarista de televisión, describía su llegada al estadio como "horrorosa", al tener que estar esquivando botellas por el aire y cristales por el suelo. "¿Qué le pasa a la gente?", se preguntaba. Al terminar la final, toda la euforía previa se quedó en una gran desilusión para los anfitriones.