Todavía está fresca la tinta de la firma que hace unos días plasmaron en un compromiso de continuidad el alcalde de Bilbao, el presidente de la Autoridad Portuaria, la presidenta de Itxas Museoa y el presidente de la AIVP, más conocida como la Asociación Internacional de V

illas Portuarias.El compromiso trata de que sigan desarrollándose como exponentes de una cultura consolidada y con un apoyo especial, diez de los objetivos de la Agenda 2030 que tienen mucho que ver con esta entrada en el Antropoceno, esa ducha fría que ha de hacernos reaccionar y que se llama cambio climático.

Ya hace más de treinta años que algunos que ya estamos retirados del mundo productivo sentimos una gran emoción cuando una desconocida ministra noruega presentó en nombre de la ONU a los políticos del mundo un detallado informe que relacionaba desarrollo y sostenibilidad, advirtiendo a los poderosos de que el desarrollo debía tener límites. Se le llamó Informe Brutland y -nerviosos- corrimos a hacer referencias en nuestros Informes Técnicos para los directores a cosas que citaba Gro Harlem Brutland con la esperanza de que nuestras indicaciones fueran más convincentes con el apoyo contundente de aquel informe.

Pero el mundo industrial y comercial tiene una gran inercia y políticos, gestores y empresarios han tardado décadas en soltar amarras y calentar calderas, aunque en honor a la verdad hay que decir que solo un año después de que Gro explicara los detalles y las medidas convenientes para que tuviera éxito "Nuestro Mundo en Común", en el puerto francés de Le Havre se creó la AIVP, en la que Bilbao y su puerto fueron socios madrugadores.

El compromiso firmado tiene la primera meta en 2030, pero quienes hemos trabajado con la atención puesta en la incidencia de nuestra actividad en el medio ambiente sabemos que la carrera en que estamos metidos es de fondo y nos compromete con una forma de vivir diferente a la de los últimos setenta años, una forma de vida en la que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) serán recordados cada día y estarán entre los dedos de nuestras manos como las cuentas de los rosarios estaban en los de nuestras abuelas, recordándonos que tenemos un deber sagrado con este mundo que no es infinito ni inmutable como se creía antes, sino delicado y sensible y que todo recurso a la inteligencia y a la honradez es necesario y no se debe marginar.

Los diez objetivos firmados son familiares para el Puente Bizkaia, pero hay uno, el tercero, del que nuestro monumento es paradigma indiscutible; se trata de la movilidad sostenible, una meta a la que ahora se adhieren fabricantes de vehículos, suministradores energéticos, gestores de infraestructuras, consultores, políticos y filósofos sociales, pero que hace ciento treinta años ya fue percibida por gentes avanzadas como lo fue Alberto de Palacio, que supo hacer realidad desde la iniciativa privada un modelo de transporte que lleva tres siglos sirviendo al pueblo y que lo hace con gran humildad, respeto ambiental y economía.

No han faltado en estos tres siglos agoreros que daban por muerta esta forma de cruzar rías y puertos, a favor de grandes infraestructuras aéreas, submarinas o subfluviales, pero la realidad es obstinada y los grandes consumos de materiales, energía y paisaje no están en sus mejores tiempos ni lo estarán en el futuro. Ya comienza a haber indicios de que la vieja fórmula del puente trasbordador vuelve a ser reclamada por el pueblo.

La urbe de Marsella tuvo un puente trasbordador poco después que Bizkaia, puente que la guerra y las nuevas modas urbanísticas derribaron, pero Marsella quiere hoy rehacer su antiguo puente con criterios y formas actuales porque considera que en la ciudad actual sería un elemento muy positivo de movilidad sostenible. Sus consultores llevan meses informándose en el Trasbordador de Bizkaia acerca de cuanto puede ser de interés para la promoción del nuevo puente.

También Nantes tiene una historia parecida y responsables de la ciudad visitaron nuestro puente para comprobar in situ su eficacia y belleza.

Nuestros vecinos franceses siempre han sido adelantados en temas técnicos y sociales, pero los vizcainos no lo somos menos, por eso algunos llevamos tiempo preguntándonos si grandes infraestructuras como el túnel subfluvial que cada poco tiempo nos prometen desde la Diputación cumplirían los objetivos recién firmados o si sería mejor, más amigable, barato y eficaz hacer como Marsella y construir uno, dos o tres puentes trasbordadores sobre la ría para conectar sus orillas y sus gentes "a ras del agua", como los botes, los gasolinos que antes surgían cada media milla y cuyas casetas y atraques desaparecen devorados por obras nuevas o hundidos en el fango.

* Presidenta del Puente Bizkaia

**AsesorTécnico Externo del Puente Bizkaia