“Gracias a la dotación del fondo de reserva podemos decir que Kutxabank va a permanecer con nosotros durante muchísimo tiempo. Hoy es un día para celebrar”. El presidente de BBK, Xabier Sagredo, dio este miércoles por cerrada la “complicada” etapa en la que la fundación se ha visto obligada a crear un colchón de 231 millones de euros para garantizar el rescate del banco de las tres antiguas cajas de ahorro en caso de una crisis de solvencia. 

Dos años antes del límite establecido por la ley, BBK ha logrado completar el fondo que le permitirá mantener el control del 57% de las acciones de Kutxabank y blindar su arraigo a Euskadi. Conservar esa participación accionarial es garantía de recibir cada año una fuerte inyección de dividendo para hacer frente a la obra social. La fundación también se ha visto obligada a aumentar sus fuentes de financiación y a diversificar sus riesgos en la inversión. A reforzar en definitiva sus vías de ingresos para atender sus gastos y mirar al futuro con optimismo. 

Por ello, Sagredo destacó en una rueda de prensa que se trata de “un hito de gran relevancia” para BBK y mostró su “emoción” por haber cumplido con el mandato del regulador. Lo cierto es que la entidad financiera ha ganado músculo de capital de calidad año tras año y es el líder del sistema estatal en ese capítulo. 

De modo que el fondo de reserva, que BBK ha engordado religiosamente cumpliendo la exigente hoja de ruta, es más testimonial que efectivo. La solidez del banco está fuera de toda duda, pero tiene a su disposición un colchón anticrisis ante el improbable escenario más adverso: la bancarrota. Todo ello en un escenario en el que el sector financiero vuelve a generar turbulencias a nivel global. 

“Seguimos el camino más complicado y tenemos Kutxabank para muchísimo tiempo”

Lo más llamativo es que la fundación bancaria vizcaina incluso ha logrado completar el colchón anticrisis antes de tiempo, con dos años de antelación, a pesar de que cabía la posibilidad de solicitar una prorroga de un año. Y lo ha hecho “nadando contracorriente”, como recordó Sagredo en relación al contexto financiero general -los coletazos de la crisis de 2008 y la reestructuración del sector- pero también en referencia a una sucesión de acontecimientos al margen del sector. Empezando por una pandemia que obligó a Kutxabank a cortar el grifo del dividendo a sus socios, continuando con el estallido de la guerra de Ucrania, la fuerte subida de precios y la de los tipos de interés para combatir la inflación.

A pesar de todo, BBK ha mantenido la obra social mientras seguía realizando las aportaciones del fondo de rescate de Kutxabank, “gracias a la buena gestión” realizada por la antigua caja de ahorros, destacó Sagredo. Y lo ha hecho además “incluso incrementando y afianzando” su presupuesto de obra social, “la más grande del Estado” en función del gasto por habitante. Poco después de la puesta en marcha del banco, BBK tuvo que elegir entre conservar su participación mayoritaria, lo que conllevaba la dotación del fondo de reserva, o desinvertir y abrir su cuota de capital a otros agentes. La fundación bancaria optó por seguir el camino “más complicado” porque entendió que era el “más favorable para el banco, el accionista y para el resto de stakeholders del grupo (empleados, proveedores, clientes y sociedad en general)”.

Una venta parcial del banco siempre habría estado penalizada por el mercado, con descuentos superiores al 60% respecto al valor de la entidad, según los cálculos de BBK, que además habría perdido parte del dividendo destinado a la obra social. Por todo ello, Xabier Sagredo sostuvo que “mantener el control” de Kutxabank, fue “una decisión acertada”.