Los desorbitados precios de los combustibles afectan a todos, pero más a quienes se ganan la vida en la carretera. Camioneros y taxistas viven un momento delicado y, a pesar de que todos no están perjudicados en la misma medida, avisan de que están a las puertas de tener que renunciar a hacer servicios para no perder dinero a final de mes.

“El impacto es devastador”, dice a DEIA el transportista autónomo Carmelo González, con más de 38 años en la profesión. Y pone cifras sobre la mesa para cuantificar hasta qué punto están sufriendo sus ingresos por los precios del diésel, que esta semana ha llegado a los dos euros por litro para el consumidor particular en algunas gasolineras del Estado y de Euskadi.

Según explica González, la factura en combustible de un camionero medio puede oscilar entre 3.000 y 3.500 euros mensuales, duplicando los 1.500 euros del pasado 1 de enero.

La situación empieza a ser insostenible, y el sector se agarra a las medidas que acaba de impulsar el Ejecutivo de Pedro Sánchez tras desactivar los paros previos a las pasadas navidades. Entre otras, se incluye una revisión obligatoria del precio del transporte en función del precio del combustible desde el momento de la contratación hasta la realización del servicio, con unos valores fijos que publicará el propio Gobierno.

Esta herramienta es el único salvavidas en estos momentos, según González. “Es o aplicar esa diferencia al cliente o morirnos. Si queremos seguir en esto no podemos pagar el diésel de nuestro bolsillo”, señala. Y eso que él mismo es consciente de que a un precio más elevado el cliente puede buscar a otro. “¿Qué están haciendo las grandes industrias con la luz? No pueden asumir las subidas y paran. Pues nosotros lo mismo, o me pagas el incremento o no hago el viaje”.

Se abre así un escenario en el que, como el propio González asume, se puede llegar a tener que renunciar a servicios “para al menos no perder dinero”. Y lo peor es que, a tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos en Ucrania, no parece que los precios de los carburantes vayan a dar un respiro a corto plazo.

José Ramón Sainz es gerente de Luxatrans, una empresa vizcaina con 60 trabajadores dedicada al transporte de mercancías peligrosas. Explica que los costes asociados al combustible han pasado de suponer en torno a un 33% a rebasar ya el 50%. “Y el resto es gasto de personal, así que se come todo el margen. Esto nos está matando”, señala Sainz respecto a las fuertes subidas del diésel.

Además en el otro lado de la cadena tampoco la situación es holgada. “¿A quién vamos a repercutir la subida si trabajamos para industrias que están parando también por la luz? El problema es que el cliente está tan apretado como tú. Unos por la luz, otros por las materias primas”, indica el empresario.

Por ahora Luxatrans va a seguir trabajando con normalidad con sus clientes fijos, principalmente a nivel de Euskadi, pero ya está renunciando a servicios puntuales sobre todo si la ruta es internacional o muy larga. Al final, como indica Sainz, “cuantos más kilómetros haces más pierdes”.

El sector está pendiente este fin de semana además del alcance que puede tener la huelga convocada a partir del lunes a nivel estatal por la Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte de Mercancías por Carretera. La anterior convocatoria a nivel estatal, anunciada para las fechas previas a las navidades y finalmente anulada tras el acuerdo con el Gobierno, no encontró un gran eco en Euskadi, si bien asociaciones vascas del sector como Hiru decidirán mañana si finalmente llaman a parar el lunes o no.

Otro gremio castigado directamente por la subida del diésel es el de los taxistas. El roto depende del tipo de vehículo y su consumo y de la longitud de los trayectos y, en ese sentido, quienes más consumen están sufriendo “una avería considerable”.

Borja Musons, presidente de la Federación Vasca del Taxi, explica que el sobrecoste que están sufriendo los profesionales oscila entre los 100 y los 400 euros mensuales. “Claro, en muchos casos descontar eso de los beneficios es un problema gordo”, señala.

En Bilbao hay unos 30 taxis eléctricos, quienes pese al aumento del precio de la electricidad están sufriendo mucho menos, explica Musons. Para el resto (en Bilbao trabajan unos 700) la factura en combustible ha escalado, en algunos casos, por encima de los 1.000 euros. Y no hay posibilidad de repercutir la subida al cliente, al menos de momento, porque las tarifas las fijan cada año Gobierno vasco y ayuntamientos.

Hay un aspecto positivo y es que, como usar el coche es más caro y por tanto la diferencia con ir en taxi es menor, muchas personas se están decantando por esta opción. “Claro que hay más clientes, pero podemos entrar en un bucle peligroso. Si esto sigue subiendo llegará un momento en que no nos va a compensar salir a trabajar”, avisa