Como ha ocurrido con el resto de bancos con cuentas saneadas, Kutxabank solo podrá de momento destinar un máximo de un 15% de sus beneficios a dividendo, que en su caso es la gasolina con la que sus tres propietarios -BBK, Kutxa y Vital- alimentan la obra social. La ventana del dividendo puede volver a abrirse en octubre, si el Banco Central Europeo estima que la economía ha mejorado y que la entidad financiera vasca tiene fortaleza para repartir más beneficios entre sus accionistas.Hasta ese nuevo examen, las fundaciones bancarias tendrán que conformarse con gestionar los 27 millones de euros que ya ha distribuido Kutxabank. Según comunicó ayer el banco, BBK recibirá 15,4 millones, en consonancia con el 57% del capital social que posee. La antigua caja guipuzcoana percibirá 8,6 millones (32% del capital) y Vital obtendrá 2,9 millones (11% del accionariado).

Se trata del dividendo a cuenta que reparte la entidad financiera tradicionalmente en los primeros meses del año. Queda por tanto un segundo pago, que en este caso no podrá abonarse antes de octubre y que como mínimo llegará hasta alcanzar el 15% del beneficio registrado el año pasado. Si el BCE abre más la mano y permite superar ese porcentaje, el banco realizará una aportación adicional en el último trimestre. Y en el caso de que reciba la autorización pertinente del Banco Central también completará el dividendo pendiente del año pasado, 40,5 millones de euros que quedaron bloqueados tras el estallido de la pandemia.

Hasta entonces, las tres fundaciones bancarias vascas tendrán que gestionar un presupuesto muy limitado. Las aportaciones que reciben de Kutxabank van a caer un 80% respecto al año pasado, cuando el ingreso a cuenta fue de algo más de 135 millones. El diseño de la obra social está más que comprometido y con las cifras que se manejan ahora no va a quedar otra que tirar de ahorros y ajustar los compromisos a una situación de auténtica sequía de recursos.

El recorte afectará sobre todo a la Fundación BBK. No solo por ser la que mayor despliegue social afronta, también porque tiene que destinar cada año una parte del dividendo al fondo de reserva que le permite mantener el control de la mayoría del capital del banco. El BCE le obliga a ingresar cada curso 25 millones en esa hucha y solo ha recibido 15 millones. La fundación que dirige Xabier Sagredo dispone de ahorros y de participaciones industriales -el año pasado ganó posiciones en Iberdrola con la compra de 400.000 acciones- que le generan un dividendo complementario. Pero su obra social ronda los 38 millones de euros anuales, una cifra que no se podrá alcanzar este año.

BBK, como los otros dos accionistas de Kutxabank, está elaborando en estos momentos sus presupuestos y la calculadora echa humo tras introducir la cifra del dividendo.

Lo cierto es que la pandemia ha añadido nuevas tensiones al conjunto del sector financiero, que ya se movía en un terreno muy complejo por la prolongación del ciclo de bajos tipos de interés. Hace casi un año, a principios de marzo, el presidente de Kutxabank, Gregorio Villalabeitia, planteó en una entrevista en DEIA la posibilidad de solicitar al BCE permiso para ampliar el dividendo y evitar el recorte de la obra social de las antiguas cajas de ahorro. Era la respuesta a una previsible caída de la rentabilidad del banco por la política monetaria, pero el impacto del covid ha dinamitado esa estrategia.

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El banco de las tres antiguas cajas de ahorro vascas ganó casi 160 millones de euros en los nueve primeros meses del año pasado. La caída respecto a 2019 fue del 40%. Además, Kutxabank tendrá que provisionar fondos para hacer frente al impacto del covid, lo que afectará a la cifra final de beneficios. De momento, ha repartido 27 millones entre sus accionistas.