BILBAO - Los accidentes del avión Boeing 737 MAX y la posterior crisis desatada al paralizarse su producción por la falta de permisos para volar los buenos ha terminado por hundir al equipo directivo de la empresa estadounidense fabricante de aviones y ha culminado con el cese fulminante de su consejero delegado, Dennis Muilenburg, que será relevado a partir del 13 de enero por el actual presidente de la compañía, David L. Calhoun, que asumirá ambos cargos para liderar el camino a seguir por Boeing ante la grave crisis que padece el gigante aeronáutico de Estados Unidos.

La herida causada en el fabricante aeronáutico norteamericano norteamericano del Boeing 737 MAX no termina de sangrar. Desde que las autoridades aéreas decidieron poner en tierra a los modelos de esta familia de aeronaves el pasado mes de marzo -tras los dos accidentes mortales sufridos por esta aeronave a finales de 2018 y comienzos de 2019 con el resultado de 346 muertos- el avión no ha dejado de dar problemas tanto a Boeing como a las aerolíneas que decidieron introducirlo en sus flotas.

La compañía estadounidense ha querido arreglar mediante programas de software lo que parece un problema de diseño estructural por el gasto económico que supondría reformular el aparato como un modelo nuevo. Un problema que, a medida que pasan los meses, se hace cada vez más grande tanto para las compañías que lo estaban operando como para las que tenían programado recibir el avión a lo largo de 2019. Según los cálculos del equipo de analistas de Merrill Lynch, la prohibición del vuelo a los 737 MAX, un modelo del que a principios de 2018 tenía más de 4.000 pedidos, está ocasionando un coste de unos 1.000 millones de dólares mensuales al sector.

Además, las malas previsiones de la firma han llevado a las agencias de calificación a emitir dudas sobre su situación crediticia, un hecho que agravaría su ya dañada economía, que se estima en pérdidas de entre 1.000 y 2.000 millones de dólares mensuales desde la prohibición de volar con sus 737 MAX. - Efe