bilbao - El resfriado de la economía de la eurozona ha despertado definitivamente la faceta terapéutica del Banco Central Europeo, que en su momento actuó con pulso de cirujano para salvar la moneda única. Las actas de la última reunión del BCE celebrada a finales de julio y hechas públicas ayer revelan que el consejo de gobierno de la entidad prepara un paquete de medidas para impulsar la reactivación económica y que actuará inmediatamente si percibe que la desaceleración se agrava.

El horizonte está lleno de incógnitas -la guerra comercial entre EE.UU. y China es la mayor amenaza- y no está claro qué receta aplicar. En ese contexto, el BCE considera que el fármaco más efectivo es combinar varias medidas, entre ellas la compra de deuda pública y situar los tipos de interés en negativo.

A partir de ahí, los miembros del comité ejecutivo y los presidente de los bancos centrales de los estados mostraron diferentes opiniones y matices durante la reunión. Con todo existe consenso en la necesidad de que el banco esté preparado para amortiguar las turbulencias y ya no se escuchan voces contrarias a mantener los tipos de interés a cero.

Es más, las actas confirman que se abre la puerta a la posibilidad de rebajar más los tipos, lo que conllevaría situarlos en cifras negativas. Dentro de la medidas planteadas se contemplan mecanismos que mitiguen los efectos en la banca de continuar con la actual política monetaria e incluso ir más allá. También se discutió la posibilidad de cambiar el objetivo de inflación de la zona euro, fijado en el 2%, pero que en julio bajó al 1%.

En cuanto a los plazos, las actas hechas públicas ayer sugieren que las medidas se anunciarán en septiembre, cuando los datos e indicadores del año estén más maduros.

mensaje medido El debate que mantuvo a finales de julio la cúpula del guardián del euro pone de manifiesto la búsqueda de un equilibrio entre la preocupación que despierta el ciclo económico en el BCE y la necesidad de medir los mensajes para evitar que la situación se agrave al avivar la desconfianza. En este caso, parece que su cumplió ese propósito porque los mercados no sobrereaccionaron ayer con la publicación de las actas. Lo mismo ocurrió con las de la última reunión de la Reserva Federal de Estados Unidos, conocidas el miércoles, y que volvieron a enfriar las expectativas de una rebaja de tipos pese a la presión diaria de Donald Trump en ese sentido.

En cambio, las bolsas europeas y Wall Street sí que respondieron con retrocesos al Bundesbank, que, pese a las especulaciones en los mercados, considera que todavía no es necesario aplicar medidas de estímulo fiscal en Alemania.

Sobre el papel, la evolución de la primera economía del euro es el principal quebradero de cabeza de los banqueros centrales europeos porque puede arrastrar al resto de estados. En ese contexto, los miembros de dirección del consejo de direción del BCE coincidieron en que las perspectivas económicas para la eurozona habían empeorado, lastradas por la debilidad del comercio internacional y la persistencia de incertidumbres relacionadas con factores geopolíticos. Por ese motivo decidieron dar comienzo a los trabajos preparatorios para un nuevo programa de compra de activos. Así, Carsten Brzeski, economista jefe de ING Alemania, se mostró convencido ayer en declaraciones a Europa Press de que el BCE lanzará en septiembre sus “fuegos artificiales monetarios”.

Según Brzeski, el paquete incluirá un recorte de 20 puntos básicos de la tasa de depósito -la tasa que penaliza a los bancos por su exceso de efectivo, es decir por no prestar dinero-y se establecerá un un pequeño sistema de niveles para mitigar el impacto en la banca de los tipos de interés actuales. De forma paralela se procederá al reinicio del programa de compra de deuda con un alcance inicial de 30.000 millones de euros.

Y todo ello podría ser insuficiente. “El BCE se encuentra en una posición bastante incómoda”, advirtió el experto de ING, señalando que la entidad tiene que demostrar su disposición y determinación para actuar, al mismo tiempo que es consciente de que la política monetaria por sí sola no puede resolver por más tiempo el problema de bajo crecimiento y baja inflación de la eurozona. “Sin embargo, no hacer nada no es realmente una opción”, reconoció Brzeski.