bilbao. Muchos la califican como la regata más difícil de la temporada. Son veinte minutos en los que se juegan las ilusiones de la temporada. Por mucho que los equipos planifiquen todos su trabajo para estar al 100% el primer jueves de septiembre, si no se supera con éxito la regata clasificatoria de La Concha, todo habrá sido en balde. Dos largos, una ciaboga y en una contrarreloj individual. Es el punto álgido de la concentración dentro del remo.

"La diferencia está en el aspecto psicológico", explica Jon Salsamendi, "porque es una fecha que todo el mundo tiene marcada y que quizás en equipos que tienen limitaciones por la reglamentación de la Liga pueden enseñar la máxima expresión de su potencial". El técnico de Astillero, que desde 1992 solo se ha quedado fuera en una clasificatoria, la define muy claramente: "Es la regata en la que no hay segundas oportunidades".

Otro técnico curtido en mil regatas, Juan Mari Etxabe, recalca la relevancia del aspecto mental de la prueba de hoy: "El mayor problema es el tema psicológico. Hay mucho nerviosismo, toda la plantilla esta alterada y tienes que transmitir tranquilidad para que cojan las cosas y no haya problemas a la hora de la regata"

una ciaboga, más opciones Igor Makazaga, quien el año pasado colocó a San Juan en cabeza de dicha prueba, destaca la importancia de trabajar in situ las peculiaridades de la regata: "Al ser dos largos con una sola ciaboga, aprovechando que estamos cerca del escenario, vamos las dos últimas semanas a diario allí y trabajamos la dificultad que tiene el campo en determinadas zonas. Hay zonas en las que el bote no desliza tanto como en otras, algunas partes son más complejas que otras... Es una mezcla de trabajo psicológico y táctico de cara a la regata". Con una sola ciaboga, Makazaga ve mermada la diferencia de las superpotencias: "Las ciabogas suponen volver a arrancar y volver a coger velocidad en el bote y eso nos castiga más a nosotros y nos penaliza. En La Concha lo que manda es el ritmo crucero. Ahí la diferencia de potencial entre diferentes equipos puede ser menos que si incrementamos el número de maniobras, siempre parando y arrancando. Los equipos que tienen más vatios salen favorecidos con las ciabogas".

Jugarlo todo a una carta al remero le supone un grado más de estrés. "En unos casos es presión y en otros es ilusión", matiza Salsamendi, "depende de las expectativas de cada club, el estar o no estar supone algo muy diferente. Es una regata nerviosa, porque aunque hayas mantenido una regularidad y hayas podido estar ahí delante todo el verano, sabes que te la juegas en una tanda de 20 minutos en una mar que puede dar sorpresas". Igor Makazaga apunta que, en su caso, su equipo llega con más ganas: "Son muchas semanas preparando esta cita y la plantilla está muy mentalizada para ello. Más que presión se nota que progresivamente hay más ganas. La gente se motiva día a día de cara a lo que viene".

sin margen para sorpresas La Liga San Miguel ha dejado este año un bloque muy definido en el que siete clubes están por encima del resto. "La Liga se ha partido en dos", confirma Makazaga, "teniendo en cuenta el parte meteorológico, es muy raro que se meta alguien que no sea uno de los siete primeros de la Liga. Siempre alguien puede errar y hay muchos equipos que pueden dar el 100% para aprovechar un posible error de los primeros". Aitor Balda advierte de que para los favoritos de la ACT no entrar sería un fracaso: "Es un corte que no tiene vuelta. No es como en Liga que lo puedes solucionar todo al día siguiente. Si no haces la regata que hay que hacer, te quedas fuera". Así todo, Balda deja un hueco para la esperanza y vaticina una posible sorpresa: "Suele haber una duda en el último puesto y este año podría colarse San Pedro si la mar está en calma".

Etxabe, muy a su pesar, no espera que los equipos de ARC-1, que han rendido a tan gran nivel, puedan dar un susto: "Sí que están capacitados para dar un susto a los grandes, sobre todo si hubiesen competido más contra ellos. Pero la mar estará tranquila y eso no dejará que haya sorpresas. Si hubiese olas, habría más nervios entre los punteros".

Si los grandes no fallan es porque nadie reserva ninguna bala para el domingo. "Al único que le he visto con suficiente frialdad y capacidad de guardarse algo han sido los equipos de José Manuel Francisco", dice el entrenador de San Juan, "los demás ponen toda la carne en el asador y van a tope. Cada vez hay más nivel, los tiempos se aprietan cada vez más y eso es una realidad". Es un aspecto en el que coinciden todos los entrenadores. El margen de error es mínimo y nadie quiere sufrir el tropezón de Castro en la pasada edición. "Cuatro días antes había ganado la regata de Liga dando una exhibición y luego no se clasificó", recuerda Jon Salsamendi.

Juan Mari Etxabe y Aitor Balda coinciden al explicar que en los 80 y 90 los favoritos podían permitirse otros lujos en la prueba de hoy. "Hoy en día la gente no se da muchas alegrías" apunta Balda, "en los noventa San Pedro, San Juan, Orio y Hondarribia éramos las que dominábamos y nos permitíamos el lujo de dejar tres o cuatro chavales fuera para llegar el domingo descansados. Pero ahora hay mucha igualdad y se suele sacar el mejor equipo".

el récord de san juan Es una regata atípica en la que el objetivo no es ser el primero, sino pasar el listón del octavo. En el antecedente más cercano San Juan se impuso de una manera solvente a Orio, Kaiku y Urdaibai, los tres equipos que habían dominado la temporada. La clave estuvo en un largo de vuelta antológico. Tanto, que se marcó un récord en la historia de La Concha: nadie había vuelto de la ciaboga en tan poco tiempo. Igor Makazaga es el primero que valora lo extraordinario de la marca: "Cogimos tres olas impresionantes al inicio del segundo largo. Es una marca que será complicado que la mejoren. Había tiempo para ello, ola rápida con mucha trapaya y, si las coges bien, vas muy rápido".

Que se iguale su registro o no será algo secundario. Lo importante hoy es ganarse una plaza para la jornada del domingo y vivir la fiesta que supone la madre de todas las regatas. "A cualquier remero le hace ilusión el estar ahí, el ambiente", evoca Juan Mari Etxabe a solo unas horas de echarse al agua, "es totalmente diferente a otras regatas. El aplauso al entrar en el muelle es el premio al trabajo de todo el año".