LA música suena y Eneko Lambea (Leioa, 2004) entra al tapiz. Hace volar los aparatos y encadena acrobacias una tras otra. No importa nada más. Ese escenario es el santuario de la felicidad de este leioztarra. El lugar donde cada sacrificio y cada barrera con la que ha tenido que luchar quedan en un segundo plano. Solo importa disfrutar y nada más. Y es que a su corta edad, Lambea ha tenido que viajar por un camino lleno de esfuerzo y con más obstáculos que los exigidos por el propio deporte. La gimnasia rítmica es un deporte con una mayoritaria representación femenina y los hombres están relegados a un segundo plano. Sin tantas competiciones a su alcance y sin poder cumplir el sueño de todo deportista, participar en unos Juegos Olímpicos. A pesar de ello, el gimnasta del club Sakoneta tiene claro que su presente y su futuro están en el tapiz y tratará de ser uno de los referentes dentro de una modalidad que cada año es más fuerte.

Con un palmarés envidiable en las categorías inferiores, Lambea empieza a destacar entre los gimnastas absolutos y el pasado mes de abril triunfó en la Copa de España formando dúo con Unai Arrieta. “Salió mejor de lo que lo esperábamos. La experiencia me gustó más que los estatales ya que fui con otro gimnasta y disfrutar los dos del oro es mucho más gratificante”, declara Lambea, que vivió una sensación de camaradería a la que no estaba acostumbrado: “En la gimnasia hay esa sensación de equipo cuando haces conjunto, pero los chicos no podemos, solo podemos hacer individual. Fue una sensación que nunca había tenido y vivirla por primera vez estuvo muy bien”. La pareja vasca dominó con mano de hierro la competición y logró una victoria incontestable al ganar el oro en cuerda, aro y pelota y el bronce en cinta.

Fue otro éxito más en una carrera que comenzó muy pronto. La gimnasia rítmica fue el gran primer amor de Eneko. El deporte que le apasionó casi antes de saber andar. “No me acuerdo cuando no hacía gimnasia. Salía con los aros del Decathlon a la calle a jugar, dando volteretas”, rememora. Fue en el club Sakoneta donde el leioztarra dio el paso adelante y encontró un hábitat perfecto para desarrollar su enorme potencial. “Empecé con dos o tres años. Venía a ver a mi hermana a entrenar todos los días y comencé a copiarla. Un día una entrenadora me vio y me metieron en un grupo de niños de tres años”, cuenta.

La gimnasia rítmica es un deporte sacrificado. Son ejercicios que exigen la perfección. Coreografías realizadas al segundo y donde incontables horas de entrenamiento se trasladan a un único día donde el error no está permitido. Por ello, los gimnastas realizan sesiones maratonianas. Repeticiones y más repeticiones. Lambea entrena más de 15 horas cada semana y eso lo debe unir a sus propios estudios, donde también supera los respectivos exámenes uno tras otro. “A veces es duro y no suelo salir mucho porque cuando tengo tiempo lo aprovecho para estudiar o descansar. Hay veces que tengo que quitar algo. El deporte no va a ser, los estudios no pueden ser y descansar es necesario. Por eso he decidido que menos importante ahora mismo es salir por ahí”, reconoce. A pesar de ello y de los lógicos momentos de bajón, no se arrepiente de nada y pone una razón muy simple y a la vez contundente: “Soy feliz aquí”.

derribar los estereotipos Lamentablemente, la lucha de Lambea no se limita al tapiz. También tiene que derribar los estereotipos de la gimnasia rítmica con respecto a los gimnastas masculinos. “Al igual que las chichas tienen que tener su lugar en la sociedad, los chicos también tenemos derecho a hacer el deporte que queramos al mismo nivel que las chicas. Es una lucha por la igualdad”, afirma. Todavía quedan muchos pasos que dar, pero Lambea es optimista con respecto al futuro ya que el número de gimnastas se ha “quintuplicado” y sueña con algún día estar en unos Juegos Olímpicos.