El Passo Brocon fue un punto estratégico durante las dos guerras mundiales debido a su posición estratégica. De aquel tiempo de guerra, hambre, muerte y miseria quedan los vestigios de la tragedia. La montaña está horadada con búnkeres subterráneos y trincheras excavadas por las milicias austriacas.

Décadas después, no existe el lenguaje bélico, solo bicicletas, vehículos para la paz, en un montaña nueva como remate en el Giro. Georg Steinhauser palpó la cumbre antes del asalto.

El alemán, hijo de Tobias Steinhauser, ciclista del Telekom, y sobrino de Jan Ullrich, conocía el camino a la gloria, aunque fuera un descubrimiento para él. Reconocía la montaña, su tacto. La había acariciado antes de abrazar su primera victoria en el profesionalismo.

Joven, andamiaje de rodador, el alemán se deshizo de los guantes para saber sentir más cálida la victoria. Con las manos desnudas agarró el cielo. La emoción en la mirada. La felicidad en el alma. El rostro alegre de las sorpresas después de 136 kilómetros en fuga en dos actos.

Enorme victoria

Nunca había subido tan arriba Steinhauser a pesar de su estatura: 1,89 metros. La gloria, etérea, se posaba sobre el regazo de los Dolomitas, las montañas de los sueños, mitos y leyendas. En ese frontispicio talló su nombre el germano. El domingo, en Livigno, en la jornada más dura del Giro, Tadej Pogacar, el implacable, y Quintana, pudieron con él.

En el Passo Brocon descorchó su mejor logro. Bautismo en la pila bautismal de los Dolomitas. Nada como la primera vez. Fue un viaje iniciático para el alemán, en fuga en dos actos, para conquistar su gran cima.

La cumbre de su escueta carrera profesional, que inició en 2022. De estreno en el Giro, la felicidad le abrazó con fuerza después de que se le alterara el sistema nervioso cuando supo que Pogacar se desperezó del letargo. "Estiré bien las piernas en la subida final", dijo.

Al esloveno le alcanzó con un parpadeo para mostrar su superioridad. Dictadura eslovena. El Giro es un juego de niños para Pogacar, inalcanzable para sus perseguidores. Es una quimera. El esloveno acumuló una veintena de segundos sobre Daniel Martínez y Geraint Thomas, anudados en la impotencia.

Otro paseo de Pogacar

El colombiano está a 7:42 y el galés a 8:04 del esloveno. Otra vez retratados ambos por un pequeño acelerón del líder, que da la impresión que entrena y se entretiene. Inanes ante el gigante que todo lo empequeñece.

Pogacar vive en otro planeta y el resto malvive tratando de alimentarse de las migajas que deja. Steinhauser, bravo e insistente, se dio el gran festín mientras que en la pelea por el podido no existe una atisbo de grandeza, arrojo y determinación. Nadie se movió. Tiberi fue tercero en ese grupo del que se desprendió O’Connor.

Tadej Pogacar logra más ventaja en su aplastante Giro. Efe

Lejos de Steinhauser, que cabeceaba y lanzaba chepazos para animar a sus piernas, el colombiano quiso acelerar y Pogacar le domó en dos zancadas. Otro paseo para el esloveno, que disfruta del paisaje, saluda a los aficionados y recorre el Giro con una superioridad sobrenatural. El galés también agachó la cabeza frente a esa supremacía.

El líder, un puñado de segundos por delante del grupo de la afonía, servía de parapeto para Steinhauser, a modo de dique de contención. Si en el Monte Pana la inercia le condujo a adelantar a Pellizzari, en el Passo Brocon le pudo la piedad. Un punto de magnanimidad. Pogacar dio patente de corso a Steinhauser, que se ganó palmo a palmo la gracia del esloveno. Vía libre.

El paso del pelotón ante los Dolomitas. Giro de Italia

Las montañas tallaban el día, húmedo y lluvioso entre paisajes excepcionales. Un viaje por la belleza de las cumbres y las cimas que elevan los cuellos del traje de boda que luce el Giro, siempre elegante, arrebatador y estimulante.

Los diamantes de los Dolomitas, tan brillantes, siempre sugerentes. Quintana, el viejo escalador, y Pellizzari, el joven que viene, esprintaron en el Passo Sella, la Cima Coppi de la presente edición después de la desaparición del Stelvio y el Umbrailpass en la víspera.

136 kilómetros en fuga

El italiano, apenas 20 años, derrotó al colombiano en el tupé de la escapada en un esprint de foto-finish, donde también asomó la cresta de Alaphilippe. El francés es un hombre a una fuga pegado. Steinhauser y Ghebreigzabhier también eran parte de la escapada que hizo huella en el Passo Rolle y Gobbera con una decena de dorsales.

Ese modelo pereció por el azote del DSM, que después se olvidó del motivo por el que realizaron el esfuerzo. Majka, el alfil de Pogacar, les reprochó la actitud, algo inaudito. Al fin y al cabo, cada equipo defiende sus intereses en carrera.

Solo Georg Steinhauser y Ghebreigzabhier, que habían participado en la fuga, se rearmaron con el entusiasmo de los aventureros para darse otra oportunidad cuando restaban 59 kilómetros.

En ese ajedrez entre secundarios, el gran maestro Pogacar, reducido el grupo de los mejores, observaba los movimientos con cierta paternalismo. Él, que es capaz de vencer sin querer, sin atender el tablero, jugando con los ojos cerrados, miraba el esfuerzo de quienes desean fervientemente hacerlo, su esfuerzo conmovedor.

Ghebreigzabhier tuvo que ceder ante Steinhauser a través de la ventana abierta a los Dolomitas, las montañas que enamoran los sentidos con sus trazados fluidos, al modo de los laberintos de los grandes jardines.

Las nubes se elevaban de las laderas como un tull de fumarolas húmedas, un velo blanco antes de mostrar el rostro. Bendecido por Pogacar, el más bello lo besó Steinhauser.