El sucedáneo, apenas 74 kilómetros, coronó a Einer Rubio, el mejor de una jornada infame para el Giro de Italia, que continúa con la general congelada tras el pacto de no agresión de Thomas, Roglic y Almeida en Crans- Montana, final de un día muy oscuro y triste para el ciclismo y su futuro.

En eso quedó una de las jornadas más atractivas diseñadas por la organización. En la nada. Cuando brotaron los Alpes majestuosos, el ciclismo se hizo pequeño, diminuto e insignificante. 2 horas y 16 minutos de competición. Una etapa de juguete.

Una etapa diminuta

Así lo eligieron los ciclistas, responsables de recortar más de 130 kilómetros alegando las condiciones de meteorología extrema. No era verdad. El tiempo les desmintió. Nada de frío helador ni lluvia inmisericorde. Los ciclistas lucieron en manga corta. En realidad, le hicieron un corte de mangas al Giro y un flaco favor a su profesión.

A las cimas, entre ellas a la Cima Coppi, les raparon las crestas con las tijeras de la vergüenza. Desapareció el Gran San Bernardo de la cartografía. El pelotón presionó hasta asfixiar la carrera, hasta reducirla a la insignificancia. Lograron el cometido.

La indignación de Vegni

Su actitud resultó indefendible e injustificable porque las condiciones meteorológicas no eran extremas ni mucho menos. El Giro quedó a la intemperie por un capricho.

A Mauro Vegni, director de la carrera, se le llevaban los demonios cuando percibió que la postura de los ciclistas podría suponer un plante. Vegni, rodeado, sacó la bandera blanca. Tuvo que claudicar y adoptar una medida que no deseaba: amputar la etapa hasta dejarla en los huesos. Le quitó el sentido.

La Corsa rosa tuvo que plegarse a las exigencias de los ciclistas y decidió capar el recorrido por culpa de la lluvia, pero, sobre todo, por la presión del pelotón. 19 de los 22 equipos querían arrugar el Giro. Lo lograron. Manejaron la carrera. Se conjuró el pelotón para derribar la etapa.

134 kilómetros menos

Desaparecieron de la ruta 134 kilómetros. La organización tuvo que arrodillarse ante la coacción de los ciclistas. Se agarró al protocolo de Condiciones Meteorológicas Extremas para argumentar un recorte vergonzoso.

“De acuerdo a las adversas condiciones del tiempo, especialmente en la parte italiana, la organización ha decidido aplicar el Protocolo de Condiciones Meteorológicas Extremas. El nuevo km 0 se situará en Le Chable, a la entrada de la Croix de Coeur, y la parte final de la etapa se mantendrá sin cambios”.

Se demostró que el mal tiempo no era feroz, ni mucho menos, pero la decisión estaba tomada. Alea jacta est. Geraint Thomas, líder del Giro, aplaudió la medida. Le interesaba.

Geraint Thomas, contento

"Hay muchos ciclistas que han enfermado y si queremos llegar a Roma con al menos 50 ciclistas, entonces es una buena decisión. Ya tuvimos una reunión anoche y todos los equipos dieron a conocer lo que querían. Creo que es una buena decisión. Será una carrera dura aún así, pero no rodaremos con frío durante más horas".

Carlos Verona también se apuntó a ese argumento. “Siempre es mejor pasar dos horas bajo la lluvia que cinco”, aportó el ciclista del Movistar, que vive en Andorra y se muestra en las redes sociales entrenando bajo la nieve.

Moscon, encendido

No la había en el Giro, salvo en las cunetas. Nada impedía una competición normal. Más caliente, Gianni Moscon, no vio motivo para recortar la etapa. "Es verdad que hace mal tiempo y que estamos cansados, pero no creo que se dieran las condiciones para recortar la etapa. Creo que podía correr y si alguien quería parar podía hacerlo. No nos guiamos por un médico para ser ciclistas profesionales. Si no te gusta, cambia de trabajo".

En medio de ese ambiente, el pelotón realizó la salida neutralizada por razones monetarias. Los ayuntamientos y demás organismos públicos son los que pagan la salidas y metas del Giro.

Todo tenía un cierto aire de tragicomedia. Tras la salida, los ciclistas se refugiaron en los autobuses de los equipos para alcanzar el punto de salida real. Durante ese trayecto el pelotón del Giro se refugio en los buses mientras que por esas mismas carreteras se podían apreciar a cicloturistas rodando.

Una fuga y poco más

El bochorno no tardó en raptar al Giro. Fueron numerosos los ciclistas que asomaron en manga corta. Una corte de mangas a la organización. Tras el calentamiento en los rodillos, diseminados por la carretera, se impulsó la subida al Croix de Couer. La fuga se formó de inmediato ante la apatía de los nobles.

Se animaron Paret-Peintre, Cepeda, Pinot, Gee y Rubio. Los jerarcas, calmados, dejaron hacer hasta Crans-Montana. Entre los mejores, tregua en Suiza, donde asienta sus pies la montaña.

Pinot se erizó, maillot abierto. Un tumulto, entre los escapados con el francés revoltoso. Revolucionario. Cepeda y Rubio le bailaban alrededor. Pinot se encendía y se apagaba, nervioso.

Pinot, rabioso con Cepeda

Más pendiente del resto que de sí mismo. Descentrado, rabioso, abroncó a Cepeda. Thomas, abrigado por el Ineos, disfrutaba en el retrovisor. Roglic, a un chasquido del galés, también recurría a la tranquilidad.

Cepeda y Pinot se retaban continuamente. Una reyerta. Rubio iba y volvía. Un muelle. Esa fue su virtud. Nunca se cebó. Esperó su momento. Un tiro, un muerto.

Inteligente, supo gestionar la ascensión mientras Pinot, que fue una ráfaga de ataques contrarrestados por Cepeda se enzarzaba en una trifulca, una discusión absurda, con voces y señalamiento.

Rubio, el más inteligente

Más si cabe cuando presenciaron cómo Rubio, en el esprint a tres, se impuso en la cima de la Crans-Montana, donde los mejores se dieron la mano después de ahogar al Giro. Victoria de Rubio, derrota del ciclismo.