bilbao - “En estas situaciones pienso en el equipo, en darnos una alegría. Mi situación no me preocupa lo más mínimo”, dijo ayer Fran Escribá, entrenador del Celta. “Me siento muy respaldado”, afirmó por su parte Joan Francesc Ferrer, Rubi, el técnico del Betis. Al margen de las manifestaciones protocolarias antes de un partido, el Betis-Celta destila gran dosis de morbo, pues ambos entrenadores están muy cuestionados y no sería extraño, sino todo lo contrario, que el equipo que pierda puede perder también a su entrenador.

Ambos conjuntos, que levantaron muchas expectativas en los albores de la temporada, están igualados a nueve puntos en los sótanos de la clasificación, y con dudas más que evidentes en sus respectivos proyectos que han puesto en la picota a sus técnicos.

Llega Rubi al Villamarín después de la derrota del domingo en Granada y con un aire de plebiscito sobre su proyecto, de momento decepcionante, con un balance de dos victorias, tres empates y cinco derrotas.

Al Celta solo le vale puntuar en el Benito Villamarín para evitar la salida de Fran Escribá, a quien los “pesos pesados” del vestuario echaron un capote el pasado domingo tras sufrir una nueva derrota, la quinta en diez jornadas, ante la Real Sociedad.

El apoyo de los jugadores y lo sucedido la pasada temporada, cuando las destituciones de Mohamed y Cardoso no resolvieron la crisis celeste, salvan de momento a Escribá, pero parece difícil que pueda sobrevivir a una tercera derrota consecutiva: de no puntuar, el Celta cerraría la jornada en zona de descenso. - DEIA