Del triunfo agónico y milimetrado de Arnaud Démare se supo porque minutos después del golpe de riñón, el último argumento de los esprinters, se puso una mascarilla y se lo llevaron al podio a celebrar su logro. El francés no pudo gesticular en la carretera su victoria, tan ajustado fue el esprint entre el campeón de Francia, Peter Sagan y Davide Ballerini, que compartieron el plano final. Los tres entraron en la misma fracción, riñón contra riñón, lanzando las bicicletas para un debate que se resolvió por alguna pulgada, aunque la televisión no lo aclaró del todo.

Ninguna repetición era capaz de descifrar el final de la cuarta jornada del Giro. Se recurrió a la foto-finish, el fotomatón del ciclismo, con los tres velocistas posando en una rueda de reconocimiento. Se miraban entre sí pero nadie señalaba a nadie. No había mímica ni gestos. Ni vencedores ni vencidos. Los más veloces se frenaron, comedidos, atrapados por las dudas. ¿Quién había ganado?

Finalmente, la sonrisa se posó bajo la mascarilla de Démare porque en el duelo de la velocidad nadie hizo ningún aspaviento. Todos a la espera. El recuerdo del festejo absurdo de Julian Alaphilippe en La Lieja-Bastón-Lieja, cuando al campeón del Mundo le dejó con un palmo de narices Roglic, estaba impreso en el paseo marítimo de Villafranca Tirrena. Ninguno de ellos reconocía la derrota ni tampoco la victoria. Todos emparejados en la misma cuadrícula. Fue un esprint en una baldosa que tardó en resolverse casi más que la etapa, que fue rápida, fugaz, con el pelotón dispuesto a largarse de Sicilia, la isla maldita para Geraint Thomas.

El galés abandonó el Giro con una pequeña fractura de pelvis causada por la caída en la etapa con final en el Etna. En las calles de Palermo, el sábado, se quedaron las esperanzas de Miguel Ángel López, también accidentado, y cuando Vlasov partió hacia la bella Agrigento se bajó del Giro por problemas gástricos. Al encuentro con la bota, con la península, llegará en el liderato Joao Almeida, que atravesó la etapa con comodidad, y Pello Bilbao enroscado en la tercera plaza de la general. En Sicilia se quedaron las posibilidades de Thomas, López, Vlasov y Yates, retratados en la orla de la desgracia. Démare sonrió bajo la mascarilla.