PROBABLEMENTE no exista una fecha exacta que date el cambio de tendencia que ha mudado al ciclismo hasta remover el sentido del calendario. Tal vez la globalización impulsada por la UCI (Unión Ciclista Internacional), que abrió la panorámica de un deporte eminentemente europeo, enfocado en lo micro, hasta convertirlo en una disciplina con profundas raíces en el Viejo Continente pero ramificaciones que se extienden sin disimulo a todos los puntos cardinales, dándole una visión macro, en cinemascope, hayan provocado una alteración que se ha instalado en el tuétano de los corredores, que compiten con fiereza desde el comienzo. No solo se trata del exotismo de las competiciones, de la búsqueda de dinero y patrocinadores en países con escasísima tradición ciclista que haga rodar el negocio; el modelo instaurado también sintoniza cada vez más con las grandes estructuras, con equipos con ingentes presupuestos y considerables inversiones en ciclistas con impacto obligados a dar sentido de inmediato a sus grandes emolumentos. Los patrocinadores exigen resultados. El dinero es impaciente.

Frente a semejantes circunstancias, en un ecosistema donde la competitividad se ha disparado a niveles extraordinarios, nadie espera. Todo es galope. El ciclismo corre como si no hubiera mañana. Con la paciencia achicada, en proceso de retirada, convertida en un souvenir de otro tiempo y la memoria convertida en fast food, solo las victorias parecen aplacar el hambre de la bestia. Únicamente el palmarés parece tener sentido. Bajo semejantes parámetros, las estrellas que compiten se apresuran a emitir señales de sus capacidades. Se exige rendimiento instantáneo. El arranque de curso ha subrayado una tendencia cada vez pronunciada incluso, o tal vez por ello, en ciclistas cuyo objetivo prioritario es el Tour de Francia, la carrera que tiene su corazón en julio pero se comunica desde el invierno. Los ejemplos son numerosos. Las citas de la pasada semana, Vuelta a Andalucía, Volta al Algarve y el Tour des Alpes Maritimes et du Var escenifican esa inclinación.

gran debut de landa En la Ruta del Sol, Jakob Fuglsang y Mikel Landa no tardaron en desenfundar sus intenciones en su debut. El danés mira al Giro. La visión del alavés se extiende al Tour. Ambos, sin embargo, pelearon como si el almanaque les atosigara. No se admiten coartadas. No existe tiempo para afinar. "Comenzar así con un buen resultado aquí me da confianza y ahora puedo trabajar hacia mis próximos objetivos", disertó Fuglsang tras su triunfo. "La temporada ha comenzado bien. Sabía que estaba en buena condición después de la concentración en el Teide y este resultado me lo confirma. Así que voy muy contento porque quería empezar bien el año", resumió, por su parte, el alavés, tercero en la general de la carrera andaluza. Además, ciclistas como Pello Bilbao, sexto, e Ion Izagirre, cuarto, puntales del Bahrain-McLaren y el Astana, respectivamente, también rindieron a un excelente nivel. Cada aparición cuenta. No hay tiempo que perder. Sobre ese mismo discurso se enmarca el fulgurante inicio de curso de Nairo Quintana. Instalado en el Arkéa, el colombiano alzó los brazos en el Tour des Alpes Maritimes et du Var. Quintana, que llevaba tres años sin celebrar una general, ha logrado soldar dos triunfos de calado en apenas dos semanas. "Es importante poder confirmar mi buena condición física. He encontrado un segundo aliento. He tenido buenos momentos varias veces en mi carrera, pero este está siendo realmente bueno. Estos son momentos importantes en una temporada", expuso el colombiano.

Otro compatriota, Sergio Higuita, (Education First) también mostró su ambición en el Tour Colombia, resuelto hace apenas una semana. En la carrera compitió Egan Bernal (Ineos), el actual campeón del Tour. La Bestia fue cuarto en la general. Dejó su sello aunque su desafío aguarda dentro de varios meses. Tadej Pogacar (Emirates), que será uno de sus rivales en la Grande Boucle, rueda en el UAE Tour -ayer disputó su segunda etapa, en la que venció Caleb Ewan- a la espera de su momento. Antes, el esloveno conquistó con solvencia la Volta a la Comunitat Valenciana tras sendas exhibiciones. Y para demostraciones, las de Remco Evenepoel (Deceuninck). El belga atómico, insultantemente joven, se coronó en la Vuelta al Algarve, carrera en la que se hizo con dos etapas. Una con final en alto y la crono de cierre. El portentoso Evenepoel obtuvo así su segundo laurel en una ronda por etapas tras elevarse a lo más alto en el Vuelta a San Juan de Argentina, que concluyó el 2 de febrero. Pero en el ciclismo actual, de tan febril ritmo, fugaz memoria y voracidad competitiva, eso queda muy lejos. En febrero es abril.