bilbao - “¡Qué grande es el Giro!”, dijeron desde el interior del coche del Jumbo. “¡Como yo!”, respondió jocoso, con ironía y humor Primoz Roglic. Eso fue hace unos días, cuando el esloveno, siendo líder, se quedó con medio culo al aire por culpa de una caída que le raspó el glúteo. Como el susto no tuvo más recorrido, todos rieron. Aquella jornada, Roglic regaló la maglia rosa a Valerio Conti, que pudo mantenerla en el aguacero que acribilló San Marino. “Mi objetivo era mantener la maglia rosa, estoy muy contento con el resultado”, apuntó el líder. Roglic también lo estaba. A su manera, claro. No habla demasiado, no al menos en público el esloveno, que prefiere expresarse en el asfalto, donde truena. Roglic es la tormenta que azota al Giro, que se examinó en una semana entre relojes. En ambos escenarios, el esloveno, aterrizó victorioso. Se posó en el triunfo como lo hacen los saltadores de esquí, lo que fue Roglic hasta que eligió la bicicleta, accidente mediante. El reloj enfatizó la prevalencia del esloveno, el mejor en Bolonia, supersónico, y apabullante en San Marino. En la dos esferas, Roglic fue la tormenta perfecta. Entre Riccione y San Marino, una crono exigente, en medio del diluvio, Roglic fue un fueraborda, que abrió las aguas, inalcanzable su estela incluso para Victor Campenaerts, el recordman de la hora, que se dejó 11 segundos respecto al esloveno. A la espera de la resolución de la crono, el belga mostró con orgullo la funda de su móvil, decorada por la numeración de su registro: 55,089. Esos fueron los kilómetros que recorrió en México, en el velódromo de Aguascalientes.

En Italia, el agua era fría, llovía sin freno, en tromba, en cascada. Roglic le arrancó la risa de la cara a Campenaerts, que se pasó medio día sentado en el trono hasta que el esloveno le apartó con un empujón en otra exhibición en el reloj. Campenaerts dejó la silla caliente enfadado, con el picor de la derrota rascándole el orgullo. A otros, el esloveno les hundió. Solo Vincenzo Nibali, el Tiburón, siempre dispuesto a mostrar la aleta dorsal, tuvo el empuje necesario para no capitular del todo. Bauke Mollema, el agonista del Trek, también completó una sensacional crono. Perdió un minuto. El siciliano, aunque a distancia, le sostuvo la mirada. Nibali, un depredador, se resistió a claudicar. El italiano, el hombre capaz de resucitar en la tercera semana, bien lo sabe Kruijswijk, supone la gran amenaza de Roglic. Nibali concedió 1:05 a Roglic. Pecata minuta considerando el destrozo que provocó el huracán esloveno al resto, que desnudó. “Fue una contrarreloj larga y difícil. En el ascenso aceleré y di todo el esfuerzo que me quedaba. Resultó ser suficiente para ganar la etapa, todo salió según lo planeado. Estoy feliz con esta victoria y con el tiempo que gané con mis competidores directos”, dispuso Roglic. No es de extrañar.

Roglic mandó al fondo del mar a Yates, con 3:11 de pérdida y a Miguel Ángel López, al que cargó con una lápida de 3:45. A Mikel Landa, que tuvo que rectificar en una curva y sacar el pie para no caerse, le aplastó con la desesperanza. Le penalizó con 3:03. Roglic encargó varios cinturones de plomo en San Marino, donde naufragaron los escaladores. En el recuento general, Simon Yates se encuentra a 3:46 minutos de Roglic; Miguel Ángel López, a 4:29 y Mikel Landa, a 4:52. “Todavía faltan dos semanas para que el Giro termine en Verona y pueden pasar muchas cosas, aunque prefiero estar delante”, analizó, pragmático, el esloveno volador. Los escaladores están obligados al gran remonte para volcar el Giro.

nuevo escenario Dinamitó Roglic a sus rivales y su onda expansiva abrió el debate en las jerarquías asignadas en el Movistar y el Astana. Richard Carapaz fue bastante mejor que Landa. El ecuatoriano, cuarto en el pasado Giro, aventaja en 1:36 al de Murgia. A la espera de que broten las montañas, el alavés necesita prismáticos para poder atisbar el perfil del esloveno, que resopla con la fuerza de las bestias. “El liderato de Landa no cambia mientras no lo decidan los jefes. Habrá que estudiar y planificar lo que se puede hacer a partir de ahora”, expuso el ecuatoriano. Para el Astana, que aceptan haber perdido una batalla pero no la guerra, el desplome de Miguel Ángel López resultó tremendo. El colombiano se ahogó. Chapoteó de mala manera tras sufrir un pinchazo. No había rescate posible para él. En la orilla, tras una estupenda crono, se reivindicó la figura de su socorrista, Pello Bilbao, que llegó a la carrera italiana para ser el Stajánov del colombiano y le superó con creces en la crono. El gernikarra, vencedor en L’Aquila, es ahora el corredor más solvente de los kazajos. Noveno en San Marino, Pello Bilbao, que fue sexto en el Giro del pasado curso, se encuentra a 1:42 de Primoz Roglic en la general y saca 2:47 al colombiano. Miguel Ángel López está perdido en el pozo de la mina.

El tsunami de Roglic, -“he hecho un trabajo perfecto”, expuso-, también engulló a Simon Yates, que tuvo que tragarse sus palabras. Letra a letra. Días atrás aseguró el inglés que él tendría miedo si fuera uno de sus rivales de tan fuerte que estaba y que era el máximo candidato para el Giro. La soberbia de Yates, como la de los nuevos ricos y su nariz respingona carente de clase, fue papel mojado frente al discurso sereno de Roglic. El esloveno, refractario a los micrófonos y los enunciados grandilocuentes, convirtió a Yates en un charlatán de feria. En la ascensión que remató la crono, el inglés se diluyó. Ofreció su peor versión Yates, desahuciado. Roglic le asestó 2 minutos y medio en ese tramo.

Roglic reguló magníficamente su inmersión. Alzó el periscopio en la subida de 12 kilómetros, en la que balbuceó Yates, sin nada que decir aunque llevara la boca abierta, seca, con el regusto amargo del lactato, en medio de la lluvia. En el puerto, Roglic fue un cohete. Recuperó 51 segundos a Campenaerts y destrozó al resto. El campeón de Europa de la especialidad mandó hasta que asomó el expreso esloveno, que reina en el imaginario del Giro, si bien Valerio Conti, un punto rosa atravesando una pared de agua, pudo retener la maglia rosa. Los derrotados por Roglic se aferran a la aparición de la montaña, donde se piensa que tal vez el esloveno puede penar. De momento, situado en la cima, Roglic desata la tormenta.